“La calumnia es hija de la ignorancia y hermana gemela de la envidia.” Francisco Romero Robledo
El político y escritor español Ángel Ossorio, en su libro “Cartas a una señora sobre temas de Derecho Político” decía con la profunda amargura acumulada a lo largo de muchos años de su actividad pública, que “para salirnos con la nuestra, no vacilamos en destrozar al contradictor la honra, y los sentimientos, y el alma.
Sin haber visitado ningún pueblo salvaje, aseguro a usted que he tratado verdaderas bandas de antropófagos en las redacciones de los periódicos y en el salón de conferencias”.
Esta es, por desgracia, una norma de conducta de muchos políticos que compran periodistas: calumniar para que de la calumnia algo quede.
La difamación, convertida en arma política para perjudicar a los adversarios, deformar su imagen y desprestigiarlos ante la opinión pública, consta en el orden del día de todo granuja.
Pertenece al mismo género degradado de la conducta de quienes, por incapacidad para afrontar el debate de las ideas, dirigen sus dicterios y sus patrañas contra quienes las proponen.
No afrontan las tesis para demostrar que son malas, que están equivocadas o que son dañinas para la sociedad sino que buscan descalificar a quienes las plantean.
No abren juicio ni debate sobre los temas sino que enfilan sus baterías contra las personas.
“Calumnia que algo queda”, a esta frase popular se le atribuyen varios orígenes:
Unos piensan que ella procede del adagio latino calumniare fortiter aliquid adhaerebit.
Otros, que su origen está en el tratado “De la dignidad y progreso de las ciencias” de Francis Bacon (1561-1626).
Hay quienes sostienen que proviene de la ópera bufa “El Barbero de Sevilla del compositor Gioachino Rossini, con libreto de Cesare Sterbini y el texto anotado, corresponde al aria “La calunnia” de dicha ópera.
La calumnia es un vientecillo/ una brisita muy gentil/ que imperceptible, sutil/ ligeramente, suavemente/ comienza/ comienza a susurrar
Una vez fuera de la boca/ el alboroto va creciendo/ toma fuerza poco a poco/ vuela va de un lugar a otro/ parece un trueno, una tempestad/ que en medio del bosque/ va silbando/ atronando, y te hace de horror helar.
En contexto filosófico, la ética y la moral tienen diferentes significados. La ética está relacionada con el estudio fundamentado de los valores morales que guían el comportamiento humano en la sociedad, mientras que la moral son las costumbres, normas, tabúes y convenios establecidos por cada sociedad.
Podríamos resumir que la moral es subjetiva, cada individuo decide si ser moral, inmoral o amoral, finalmente él será el beneficiado o afectado. La ética, en cambio, se da cuando existe otro ser humano frente a uno. Ahí se debe detener a pensar si es correcto o no, si se daña o no a quien en ocasiones, no sólo se le calumnia, si no también se le ofende sin recato alguno.
Las calumnia como conducta, tiene amplia cabida en los bajos fondos de la politiquería, en donde se mueve esa fauna de roedores de honras ajenas que confían en que de la calumnia a sus adversarios algún remanente quede a pesar de los intentos de los agraviados por desvanecer los infundios.
Una calumnia es la atribución de un delito a otra persona realizada con conocimiento acerca de su falsedad, lo que supone un temerario desprecio a la verdad que puede y debe ser castigado .
Otro delito contra el honor que muchos mercenarios dedicados al periodismo cometen, es la injuria, escriben no para informar si no con el propósito de atentar contra la estimación o menoscabar la fama pública del injuriado. Así las cosas, cadenas de agencias informativas cobran por boletinar injurias, lamentablemente la mayoría de las veces impunemente.
No hay límites para las víctimas de los que amparados en la frase que el legislador César Garizurieta, alias “El Tlacuache”, acuñó durante el sexenio de su amigo de la infancia, el veracruzano Miguel Alemán Valdés. “ Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”, viven de calumniar e injuriar sobre todo a políticos y figuras públicas.
No respetan, en su ambición atentan contra menores de edad como el hijo de El Presidente de la República, o su señora esposa una reconocida académica.
Los políticos antes de invertir en esto deberían preguntarse:
1.- ¿Que impacto tiene esta información a nivel popular, tomando en cuenta que, supongo que desgraciadamente México es un país de agrafos, y los chismes que ventilan sólo se pasean por las cúpulas?
2.- ¿ Cuántos votos nos va a redituar el oneroso gasto de pagar por calumniar e injuriar?
Muchas veces, incluso estos falsos comunicadores piden al político “ generar la nota”, esto es crear el problema, boletinarlo por medio de las agencias que se dedican a esto, solucionarlo que finalmente para eso fue creado y engrandecer al político.
Estas prácticas evidencian la falta de ètica en la sociedad actual, en la cual tenemos que vivir necesariamente enfrentando la falta de valores en la sociedad y en las relaciones humanas, lo peor es que ya se han vuelto costumbre estas conductas antisociales y deshumanizadas de odio, egoísmo, violencia, e indiferencia ante el prójimo.
Muchos columnistas actuales parecen escapados de la ópera bufa El Barbero de Sevilla que concluye así.
La calumnia Al final se desborda y estalla/ se propaga, se redobla/ y produce una explosión / ¡como un disparo de cañón!/ ¡como un disparo de cañón!/ Un terremoto, un temporal/ un tumulto general/ que hace agitar el aire.
Y el infeliz calumniado/ envilecido, aplastado/ bajo el azote público podrá/ considerarse afortunado si muere.