Si estamos en el peor pico de la pandemia en un año, si no hay vacunas suficientes –Pfizer retrasó las dosis comprometidas y apenas se está negociando con Rusia y China que nos vendan las suyas-, si no hemos podido vacunar a todo el personal médico del país, ¿cuál es la prisa del Presidente López Obrador para que los estudiantes de Campeche regresen a clases en el mes de febrero?
Ante las consecuencias electorales que traerá la desastrosa administración de la pandemia, el Presidente insiste en construir su propia realidad y superar la pandemia por decreto. Regresar a los estudiantes a las aulas no es una muestra de que estemos superando al coronavirus, sino una decisión absurda y temeraria. Ante la catástrofe de más de 130 mil muertos, poco importa si los estudiantes tienen autorizado volver a clases. La gran mayoría no lo hará.
Si el sentido común no cabe en el Presidente, seguramente lo hará en los padres de familias, maestros y estudiantes de Campeche, quienes aún inmunizados difícilmente regresarán a las aulas. La ocurrencia presidencial ni siquiera ha sido consensuada con el gobernador de Campeche, Carlos Miguel Aysa González, y con los dirigentes sindicales del magisterio.
Este martes, López Obrador anunció que una parte el cargamento de vacunas Pfizer que llegaron ayer martes serán destinados para inmunizar este fin de semana a todos los trabajadores de la educación en Campeche -único estado que permanece en semáforo verde desde hace varias semanas- y se reinicien clases presenciales a mediados de febrero.
“Estamos proponiendo al gobierno de Campeche de que con estas dosis se inicie la vacunación de maestros y de todo el personal de educación de Campeche, que podamos el fin de semana ya vacunar a cerca de 20 mil trabajadores de la educación de Campeche, no solo a los maestros, sino a todos los trabajadores que están en las escuelas; 20 mil el fin de semana para que 21 días, 28 días después se aplique la segunda dosis”, dijo el Presidente.
¿Y los estudiantes, niños y jóvenes, no serán vacunados? ¿Vacunarán primero al personal administrativo de escuelas de Campeche antes que a médicos de otras entidades del país? ¿Quién decidirá el orden: el gobierno, el sindicato, los maestros?
Desde el inicio de la pandemia, el Presidente López Obrador ha desestimado su gravedad y ha tratado infructuosamente de dar una imagen de que el país está superando la crisis sanitaria, que se ha recuperado la actividad económica y que las cosas vuelven a la normalidad. Las cifras de muertes y contagios lo vuelven a la realidad una y otra vez. Por desgracia, esta vez no sería la excepción.
En sus conferencias de prensa asegura –lo ha hecho al menos unas quince veces- que hemos domado la pandemia, que lo peor ha quedado atrás y que el país es un referente para el resto del mundo. Todo es falso. Enero se ha confirmado como el momento más crítico de la emergencia sanitaria, los hospitales están saturados, cada vez hay menos camas y faltan tanques de oxígeno a pacientes. Los contagios suelen ser más de 20 mil al día y hemos roto del récord diario de decesos en varias ocasiones en estas tres semanas.
El plan de vacunación falló. La mayor parte de los médicos no han sido vacunados porque se ha privilegiado a brigadistas que hasta ahora han cumplido un papel de promotores electorales; y ante la falta de más dosis, el Presidente ha intentado justificar que se trata de un decisión tomada por su gobierno como un gesto de humanidad con países pobres, como si aquí sólo se estuviera vacunando a los ricos.
No conforme con la cábula humanista, la primera fase de vacunación de personal médico se retrasará hasta el 15 de febrero debido a que la farmacéutica Pfizer-BioNTech anunció que detendrá momentáneamente su producción para ampliar su planta. Si bien este martes llegó otro cargamento con 219.300 vacunas, se debían recibir otros tres envíos más entre finales de diciembre y principios de febrero para completar las primeras 485.983 dosis que han recibido los trabajadores de la salud y los siervos de la nación.
Los desvaríos del Presidente seguirán costando, como hasta hoy, miles de muertes.
Las del estribo…
- Aún sin la exposición mediática de Ricardo Ahued, Juan Vergel no ha muerto es su aspiración a la presidencia municipal. El ex director de Gobernación del Ayuntamiento de Xalapa se formó hace muchos años en el movimiento urbano popular (UCISVER) y conoce muy bien la ciudad y sus colonias. No es un personaje carismático, de arrastre, pero forma parte de una de las corrientes de más peso al interior del morenismo local, lo que lo convierte en un caballo negro.
- Salvo que se trate de una ratificación anticipada, ayer el Congreso local aprobó el calendario de comparecencias de los titulares de los organismos autónomos. A la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) le tocará el 2 de febrero, cuatro días después de que concluya el periodo de la actual Presidenta Namiko Matzumoto. Si la funcionaria no es ratificada, el nuevo titular comparecerá con apenas algunas horas en el cargo. ¿De verdad nadie asesora en el Congreso? ¿Qué opinarán los otros doce aspirantes?