Uno de los brazos más visibles de la presencia del Estado en la sociedad es la policía. Llevamos muchos años ya discutiendo sobre el papel, competencias, atribuciones y actuación de las policías de los tres niveles de gobierno, lo que implica desde luego su coordinación. Y, sin embargo, parecería que seguimos en el mismo dilema desde por lo menos hace 40 años.
Ejemplos como los sucesos de Cancún de hace unos días o como el eterno dilema de la coordinación y competencias en el ámbito municipal, y ahora con la existencia de una Guardia Nacional que también podría coadyuvar con los estados y municipios en la atención de la seguridad pública local, son todos muestra de que no hemos logrado definitiva y completamente un entendimiento del papal de la policía, o, mejor dicho, de las diferentes policías.
Ya hemos dicho en varias ocasiones en esta misma columna el déficit de policías que existen en México, en el estado y, desde luego, en los municipios, y la necesidad de contar con un mayor número de elementos. Pero aunado a ello, es urgente que lleguemos ya a un acuerdo nacional para contar con un modelo homologado de policía que implique los estándares de calidad, así como mayor claridad en las competencias y coordinación entre las diferentes policías.
No se trata de escoger si “sí o no” la Guardia Nacional, o si “sí o no” las policías municipales. Desde luego que una policía nacional es necesaria, desde luego que policías estatales son necesarias, y por supuesto que cada policía municipal es imprescindible.
Me parece que frente a la nueva estrategia nacional de seguridad pública y ante un Modelo Nacional de Policía y Justicia Cívica, el Sistema Nacional de Seguridad Pública se debe refundar y transformar en su totalidad.
Las policías municipales deberían ser las más importantes, las de mayor prestigio y legitimidad, las de mayor presencia, pulcritud, respeto y cariño tengan con las y los ciudadanos, las más cercanas y próximas a la gente, en cada barrio, colonia o pueblo. Pero estamos en un mundo al revés.
Desde luego que la presencia corruptora de la delincuencia hace que las policías y autoridades municipales no puedan, por decir lo menos, hacer su trabajo. El principal dilema y reto para los estados en este momento es el de si se apuesta e invierte en más y mejores policías municipales, bien capacitados y pagados, o se apuesta a dejarlas a la deriva y al acecho de la delincuencia organizada.
El gobierno federal y las 32 entidades federativas deben urgentemente acordar ya un nuevo sistema, un nuevo modelo, en el que coexistan las tres policías, la Guardia Nacional, las policías estatales y las municipales, y haya una coordinación real y efectiva a través de la delimitación clara y pública de sus competencias.
La estrategia nacional de Coordinaciones estatales y regionales para la Construcción de la Paz y la Seguridad, es un excelente comienzo y fundamento, y debe ser la base para la transformación del actual Sistema Nacional, y debe ir acompañado del Modelo Nacional de Policía que establezca de una vez por todas una imagen digna y respetable de todas las policías.
Al mismo tiempo y paralelamente, los gobiernos municipales deben de entender ya su responsabilidad, obligación y competencia en la seguridad pública local, y, por lo tanto, deben invertir más recursos en sus propias policías, en su propia seguridad pública, y, sobre todo, asumir un compromiso responsable y maduro en la prevención del delito, y en su auxilio y coadyuvancia en la investigación y procuración de la paz, la seguridad y la justicia municipal.
Todo lo demás: menos impunidad, menores índices de criminalidad, baja en la cifra negra, más consignaciones y sentencias, vendrá por añadidura.