El resultado de las elecciones en Coahuila e Hidalgo ha servido, como casi todos los asuntos públicos del país, para polarizar a la clase política y sólo a una pequeña parte de la población. Si coahuilenses e hidalguenses tuvieron un franco desinterés en su propia elección, al resto del país le tiene sin cuidado el resultado y lo que se ha dicho de ellos.
De esta forma, cada quien interpreta lo que le conviene. El PRI, en efecto, tuvo un resultado muy favorable pero nada sorpresivo. Ambas entidades nunca han tenido alternancia política y siempre han sido gobernados por clanes políticos muchos de ellos impresentables. Lo realmente sorpresivo hubiera sido perder sus últimos bastiones, como sucedió hace un par de años en el Estado de México.
Pero no deja de tener mérito. Pocos, muy pocos priistas, hubieran imaginado un carro completo en los tiempos de la 4T o recuperar los principales municipios de Hidalgo, entre ellos la capital. Es cierto que el PRI ahí no ha perdido la gubernatura, como tampoco la ha perdido en el estado de México, sin embargo, la composición política hoy es completamente distinta.
Esto quiere decir que el discurso machacoso del Presidente no ha tenido penetración; que sus programas sociales tampoco le ha representado la lealtad de un electorado adoctrinado en el PRI. Que Morena puede ser vencido con una votación que apenas rebasó el 40 por ciento, y aun así, por un amplio margen de diferencia. ¿Acaso los morenistas se quedaron en casa pensando que las elecciones son un mero trámite y que se mantendrán eternamente en el poder?
Por supuesto, el PRI festinó en lo alto su triunfo. En el caso de Coahuila, la tierra de los polémicos Moreira, venció a un panismo que había echado raíces y a un morenismo que parecía imbatible. Hacía mucho tiempo que no disfrutaban de las mieles de un carro completo. En Hidalgo, la tierra de los Murillo Karam y de los Osorio Chong, recuperaron lo que habían perdido. Es decir, el discurso anticorrupción de López Obrador ha llegado a su base electoral pero hasta ahí.
Muy difícil pensar que este resultado se vaya a replicar en el resto del país el próximo año, sobre todo en estados y regiones enteras del país donde el PRI hace mucho que no gobierna. Pero la señal ha sido clara: el PRI está vivo y es capaz de reorganizarse a partir de sus cuadros locales.
Otra lectura es que el Presidente López Obrador ha respetado su acuerdo con el dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno: entregar la presidencia de la Cámara de Diputados y sacar las manos del proceso local de Coahuila e Hidalgo a cambio de mantener la alianza para la elección intermedia de 2021. A López Obrador le conviene un dirigente fuerte y no un presidente desdibujado que no tenga control sobre su partido. Si como se dice, Alito –Amlito lo llama una buena parte del priismo- es un alfil del Presidente, este también sería un triunfo del tabasqueño. Esa sería la razón por la que prácticamente no hizo reclamo del resultado.
Quienes tienen experiencia en elecciones saben que la mejor manera de ayudar al supuesto adversario es no meterse. En los tiempos del “pinche poder”, Fidel no se metía donde había negociado la plaza. Sólo de esa forma se explica que Morena no haya podido cubrir siquiera la totalidad de las casillas en la elección del domingo pasado. Al parecer, la chairiza prefiere pelear en las redes y no en las urnas.
Para López Obrador será un muy buen negocio haber entregado Coahuila e Hidalgo a cambio de mantener el control del Congreso federal y ganar una buena parte de las gubernaturas en disputa. Pero ya no será tan fácil con un priismo envalentonado y con un panismo que buscará reagruparse ante el descalabro.
Por lo pronto, la derrota generó desconcierto entre los morenistas. En medio de una soterrada lucha por la dirigencia nacional, nadie puso atención –o les ordenaron que no la pusieran- en la elección del fin de semana. Esa fue la razón por la que muchos encumbrados morenistas del país se pusieron a hacer videos para llamar a la reconciliación, recuperar el partido y “garantizar la transformación de México” que tan buenos dividendos ha dejado a ellos y sus familias.
Una última lectura es que Morena como partido político no existe. Que sin López Obrador en la boleta se convierte en un partido político marginal, con escasa estructura y un perfil muy bajo de candidatos. El ejemplo es Veracruz: no cuentan con una estructura estatal –la que había se la llevaron a operar los programas sociales a la Secretaría del Bienestar-, sus gobiernos municipales han tenido un pésimo desempeño y se han empoderado tribus que luchan unas contra otras por el control de los cargos y el dinero.
De lo que sucedió en Coahuila e Hidalgo, cada quien interpreta lo que le conviene. No hay un resurgimiento del PRI sino que tuvo el mérito que mantener sus viejos bastiones. Morena no está derrotado aunque es una muestra clara que el discurso del Presidente y sus programas sociales no serán suficiente, además de que la ignorante arrogancia de sus dirigentes locales empieza a calar en el ánimo de la gente.
Las del estribo…
1. Durante la ceremonia del 50 aniversario luctuoso de Lázaro Cárdenas, su hijo Cuauhtémoc no tuvo empachó en echar en cara a López Obrador el uso político de la memoria de su padre. Ante el gesto petrificado del Presidente, le recordó que el general fue respetuoso de la oposición a pesar de los ataques viscerales en contra del Gobierno Cardenista y que respondió con labor política cívica y recta conducta cívica.
2. Resulta que en el OPLE intentaban incluir a la comunidad LGBTTTI como un grupo vulnerable para asignarle un porcentaje de las candidaturas. Desde siempre y hasta hoy, personas homosexuales han ocupado los más altos cargos públicos sin restricción alguna más que su propio pudor de reconocerse a sí mismas públicamente. Grupos vulnerables son los indígenas o los migrantes que nunca aparecen en las planillas. Las preferencias personales tratando de imponerse como políticas públicas.