México es demasiado austero hasta para el Fondo Monetario Internacional (FMI), tradicional estandarte de una tijera que ahora desaconseja. Los estímulos anunciados por el Gobierno ante la crisis del coronavirus representan alrededor del 1% del PIB, cuando la media entre los países emergentes es del 6%, apunta un informe global del Fondo publicado este miércoles. El organismo ha insistido, como lleva haciendo desde el inicio de la pandemia, en la importancia del gasto público para remontar el bache, tesis en la que coinciden la mayoría de expertos. Pese a las proyecciones que auguran un incremento sustancial en la deuda hasta el 65% del PIB y una caída histórica de la economía, el Gobierno mexicano mantiene un rumbo marcado por la austeridad.
En su giro keynesiano, el FMI ha renegado de la política de recortes y ahora anima a los países a gastar. Los estímulos ya representan el 12% de la economía mundial al corte de septiembre, un total de 11,7 billones de dólares. “En general, las medidas fiscales desplegadas hasta ahora han ayudado a mitigar la crisis sanitaria y económica (…), más en economías avanzadas porque los apoyos fiscales han sido mayores”, reza el informe Monitor Fiscal. Políticas para la Recuperación, de carácter bianual. En el caso de economías emergentes, el organismo reconoce que el margen de maniobra era menor por los mayores intereses a pagar por endeudarse. Aun así, el organismo recomendó a México la semana pasada llevar los estímulos a una horquilla de entre el 2,5% y el 3,5% del PIB, muy por encima del nivel actual. El paquete macroeconómico propuesto por el Fondo puede impulsar un crecimiento del 4% en el medio plazo, según sus estimaciones.
El Gobierno, en cambio, se ha mantenido firme en su apuesta por la austeridad. El proyecto de presupuesto para 2021, presentado a inicios de septiembre, prevé un gasto un 0,3% menor al aprobado el año pasado y no incluye medidas extraordinarias. Para justificar la debilidad de los estímulos, el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, ha llegado a comparar a México con economías como Canadá o Alemania que pueden endeudarse a tasas de interés negativas para financiar la respuesta. “Nosotros no nos podemos dar esos lujos. No tenemos esos márgenes de maniobra ni sociales ni fiscales ni económicos. No hacemos, como ellos, todo lo que se necesite, sino todo lo que podemos”, ha explicado el funcionario este miércoles, en el marco de la reunión anual de ministros de finanzas del G20, a la que también ha asistido la directora gerente del Fondo, Kristalina Georgieva. Según los cálculos de Hacienda, un estímulo del 20% del PIB a una tasa del 6% implicaría pagar en 2021 intereses por alrededor de 300.000 millones de pesos, 14.000 millones de dólares, el costo de todos los programas sociales.
Pero la panorámica publicada este miércoles también deja a México mal parado respecto a naciones con un nivel de desarrollo similar. Colombia ha gastado alrededor de un 3% del PIB tanto en ayudas directas como en préstamos. Turquía, el país que menos ha invertido después de México en apoyos directos, lo compensa con préstamos e inyecciones de liquidez que superan el 12% de su economía. La respuesta mexicana queda por detrás incluso de la media de gasto entre los países más pobres, situada en un 1,8% del PIB pese a tener estos márgenes fiscales aún más reducidos y altos costes de financiación.
Los expertos coinciden en que el margen de México, si bien estrecho, era suficiente para enseñar más músculo.»No tiene el espacio fiscal de Alemania, pero su nivel de deuda es menor al de otros emergentes que han adoptado acciones más potentes», dice Carlos Serrano, economista jefe de BBVA en el país latinoamericano. Fausto Hernández, profesor del Tec de Monterrey, señala que un aumento de gasto no habría alterado de forma significativa el balance primario, el equilibrio de las cuentas públicas antes del pago de la deuda. “En los últimos 20 años, México ha tenido un superávit primario del 1% en promedio, cuando se necesitaba un 1,71% para pagar la deuda. Con un endeudamiento adicional del 3% para apoyos extraordinarios frente a la crisis, la necesidad hubiera subido al 1,74%», estima. “No era descabellado. No hacer nada puede ser peor en el mediano plazo”.
El FMI destaca en su informe los límites de la política de préstamos a empresas para animar la economía, el meollo de la estrategia del Ejecutivo mexicano hasta ahora. Los créditos, advierte el organismo de forma general, han tenido una “baja adopción”, que el Fondo vincula a las “limitaciones administrativas y la condicionalidad” y a los niveles previos de deuda privada. México puso sobre la mesa créditos de 25.000 pesos, unos 1.170 dólares, a tasas de interés blandas, pero el apetito se ha quedado corto. Hasta mediados de junio, cuando se cerró la ventanilla, solo se habían otorgado préstamos a 192.000 patrones de los 645.102 elegibles, menos de una tercera parte, según datos del Instituto Mexicano del Seguro Social. “El crédito no te resuelve la posición de insolvencia porque tus ingresos van a ser los mismos. Te sirve para pagar la nómina pero no te vas a expandir. Cancelar o al menos posponer el pago de impuestos sí ayudaría”, apunta el economista Juan Carlos Moreno Brid, de la UNAM.
Pese a las restricciones de gasto y a la negativa del Gobierno a contraer más deuda, el FMI prevé que esta aumente en casi 12 puntos porcentuales en 2020 hasta alcanzar el 65% del PIB. Es un incremento similar al de otros países con paquetes anticrisis mucho más robustos. Brasil, por ejemplo, ha gastado más del 8% en apoyos directos y alrededor de un 6% adicional en inyecciones de liquidez. Aunque su endeudamiento es más voluminoso que el de México -crecerá del 89% del PIB en 2019 al 101% este año-, el incremento es apenas una décima mayor a la mexicana. Como apunta el informe, las medidas fiscales no son el único factor detrás del repunte generalizado de la deuda en los emergentes; también lo son la reducción de ingresos tributarios y el desplome de la actividad económica.
En el caso mexicano, a una caída del PIB estimada en un 9% por el FMI, se une la fuerte depreciación del peso respecto al dólar, moneda en la que está denominada buena parte de la deuda mexicana. Para Carlos Serrano, México puede acabar en el peor de los dos mundos: descolgado de la estrategia de estímulos seguida por las principales economías y bendecida por los organismos internacionales, sin por ello recoger los aplausos de los mercados y de las agencias calificadoras, quienes antes de esta crisis tenían el rigor fiscal de los Gobiernos subrayado en rojo. “Es paradójico que sin tener un gasto adicional, el nivel de endeudamiento vaya a aumentar de forma significativa. Pudo haber subido 14 puntos con los estímulos pero eso se hubiese traducido en una recuperación más fuerte y en una mayor recaudación en el futuro”, apunta. La recuperación del nivel de actividad anterior a la pandemia tardará al menos tres años, según estimaciones del Fondo.