Hasta hace 18 años Xalapa era una de las ciudades más seguras y tranquilas del país, lector. Todavía le decían La Atenas Veracruzana y podías caminar a cualquier hora por sus calles sin temor a que en una esquina te estuviera esperando un fulano con aviesas intenciones de asaltarte.
A finales del sexenio de Miguel Alemán Veracruz comenzó a descomponerse, pero nada para encender las alarmas. En relación con otras entidades la nuestra seguía a la baja en asaltos, violaciones, asesinatos, feminicidios y secuestros. De estos últimos ocurría uno allá cada día de San Juan y los secuestradores generalmente eran detenidos y consignados. El feminicidio era un crimen que casi no se conocía.
Cuando llegó Fidel Herrera las cosas cambiaron diametralmente. Veracruz se estremeció con secuestros frecuentes, con asesinatos casi a diario y con los primeros cercenados.
Pero Xalapa seguía siendo un paradisiaco oasis.
Fue en el último tercio de la administración de Javier Duarte que la ciudad se empezó a sacudir con crímenes violentos, desaparición de personas, secuestros y feminicidios. La calma y tranquilidad de la que gozó por siglos se fue y quizá no regrese en varias generaciones.
Lo que nunca imaginaron los xalapeños es que su querida ciudad se convertiría en una protagonista habitual de la nota roja.
De acuerdo con la organización Alto al Secuestro, Veracruz ocupa el primer lugar nacional en secuestros con 629, todos ellos cometidos durante la administración de Cuitláhuac García. Es decir, del 1 de diciembre del 2018 al 31 de agosto de este año.
Pero quizá lo que más duele es cuando uno se entera que Xalapa, la otrora tranquila, segura y risueña Xalapa, ocupa el primer lugar a nivel estatal con 40 secuestros, seguida de Coatzacoalcos con 36 y Martínez de la Torre con 35. Y un deshonroso segundo lugar en feminicidios (que ya he comentado hasta la saciedad).
A lo anterior hay que añadir que padece un grave deterioro en empleo ya que 12 mil trabajadores formales se quedaron sin chamba. Eso sin contar a 15 mil informales, también sin trabajo, cuyo futuro es lo que le sigue a incierto.
Cientos de comercios entre micros, pequeños y medianos han tenido que cerrar no sólo por la pandemia, sino porque no recibieron ni un clavo de ayuda.
Y si a todo esto le agregas un alcalde ineficiente, inepto y huevón hasta el pecado, Xalapa padece la tormenta perfecta.
Es hasta kafkiano que la ciudad donde se asientan los poderes del Estado sufra de una indefensión así de deplorable.
Pero esa es la realidad, una realidad que se palpa día a día porque a nadie parece importarle lo que le sucede a Xalapa.
El gobernador anda en sus rollos; chapeando aquí, sembrando allá, inaugurando tramitos carreteros y desentendido por completo del anhelo más grande de los veracruzanos: la seguridad.
Y lo mismo hay que decir del Secretario de Gobierno, Eric Cisneros y de Hugo Gutiérrez Maldonado, titular de Seguridad Pública.
En cuanto al alcalde Hipólito Rodríguez, mejor ni hablar. Sordo a los reclamos de sus gobernados y ciego ante la violencia, su mejor acción de gobierno será el día que deje la presidencia municipal.
¿Tiene remedio Xalapa? Sí, pero largo plazo.
Siendo realistas, pasarán decenios para que vuelva a ser lo que fue y sus habitantes puedan disfrutarla sin el desasosiego y la zozobra con la que viven desde hace casi cuatro lustros, de los cuales, los últimos dos años y meses han sido los peores de su historia en seguridad, empleo y servicios.
El camino para su recuperación será largo y sinuoso, pero soy optimista. Pienso que Xalapa iniciará su relanzamiento el 6 de junio próximo, si sus habitantes no se vuelven a equivocar como lo hicieron el 4 de junio del 2017.
Mientras tanto, a seguir apechugando y a rogar a Dios porque ya se acabe esta pesadilla.