Para la profesora-investigadora de la Universidad Veracruzana (UV), Shantal Meseguer Galván, a raíz de esta crisis sanitaria por la pandemia Covid-19, las reflexiones como comunidad universitaria no deben quedarse sólo en saberes digitales, educación en línea y preparar a la plantilla docente para ello.
La integrante del cuerpo académico (CA) Territorio, Comunidad, Aprendizaje y Acción Colectiva, y docente de la Maestría en Educación para la Interculturalidad y la Sustentabilidad del Instituto de Investigaciones en Educación (IIE), así como coordinadora de Investigación en la Universidad Veracruzana Intercultural, compartió cómo ha resuelto su trabajo académico y de investigación en este tiempo de aislamiento social por la pandemia.
“El inicio de la contingencia me tomó por sorpresa, estaba a punto de tener la segunda sesión del curso Epistemologías de la Interculturalidad, que es el primero de nuestro posgrado. Apenas estaba conociendo al estudiantado cuando tuvimos que cambiar la estrategia a Zoom, el grupo es de 29 estudiantes y no contemplamos lo que implicaría el cambio de medio para el trabajo en grupo.”
Relató que “después de resolver medianamente el asunto de la virtualidad, empezó a emerger lo humano: observas que no todos tenemos un espacio privado para conectarnos, que algunos deben moverse a otra casa o a otra comunidad para conectarse, esto se complica si pensamos en sesiones de cuatro horas o más, el gasto del ciber o la incomodidad de usar un espacio y una red prestada.
”También, empezaron a salir a flote algunos otros problemas derivados de la contingencia, como el aislamiento de estudiantes del extranjero, pues al inicio de la contingencia apenas tenían un mes de estancia en México, no tienen redes y ahora tampoco grupo presencial.”
Citó que en el caso de estudiantes de licenciatura en proceso de elaboración de documento recepcional, los avances dejaron de llegar. Mientras un equipo dijo que con lo que se veía venir mejor aprovechaban las lluvias y se fueron a sembrar milpa, otro estudiante –que se desempeña en el ayuntamiento de su pueblo– por la contingencia está trabajando turnos de 10 o 12 horas.
“Ante estas circunstancias, imposible decirles que las tesis son más importantes que lo que están haciendo. La comprensión en estos momentos es fundamental en nuestras relaciones, considero que resolver las necesidades humanas es lo prioritario para todos.”
Expresó que lo que realmente experimentó fue un sentimiento de orgullo por sus tutorados y consideró impertinente solicitarles el trabajo antes acordado.
“Ya encontraremos el momento para cumplir con nuestro compromiso, la vida de sus familias y de sus pueblos es su prioridad y la mía también. El mundo común, diría la filósofa catalana Marina Garcés, ‘emergió de manera trágica pero contundente’.”
Por otro lado, las tutorías también revelan las maneras tan desiguales en que el estudiantado está enfrentando la contingencia: la preocupación por los abuelos –que son quienes les mantienen y con quienes viven–, las estudiantes que ahora tienen el trabajo de cuidado y apoyo con las tareas de hermanos menores.
El quehacer doméstico, que se ha incrementado para sus madres y para las estudiantes con toda la familia en casa; “compartirlo con sus madres se ha convertido en su actividad central de cada día, no tienen espacio físico ni tiempo para realizar los trabajos de las diversas experiencias educativas (EE)”.
Subrayó que en estos días la tutoría también ha consistido en reconocer y apoyar la organización estudiantil para contribuir a la lucha contra el incendio en el cerro del municipio de Rafael Delgado (ocurrido en abril) o la iniciativa de donación de alimentos para familias de Zoncuantla, en Coatepec, por ejemplo. “No hay mejor evaluación del semestre, que verles en acción”.
Además, dijo, las académicas también están desempeñando mucha más carga doméstica, a la par de cumplir y demostrar la realización de las funciones sustantivas en la medida de lo posible, pero “pone en crisis muchos aspectos de la manera en que tanto estudiantes como profesorado lo estamos haciendo”.
En su opinión, “la virtualidad genera otros problemas, visibiliza las diferencias y desigualdades, no es la receta. Ojalá esta crisis nos mueva a reinventarnos, como comunidad universitaria debemos darnos los espacios y tiempos para hacerlo”.
Al preguntarle sobre las deficiencias que observa en el sistema educativo y los mecanismos que propone para corregirlas, en el contexto de esta pandemia, expuso que en realidad no le preocupa la infraestructura tecnológica ni la necesidad de que como docentes se actualicen en los saberes digitales.
“Ojalá este tipo de asuntos no sean los prioritarios después de la crisis por el Covid-19, incluso me preocuparía que sólo hasta ahí llegue nuestra reflexión y la acción institucional.”
La preocupación de Shantal Meseguer versa en el sentido de la educación universitaria, pues qué sentido tiene educar sin ocuparse del mejoramiento de la salud física y emocional de la comunidad, después de percibir la amenaza que representa la enfermedad para quienes están obesos y con enfermedades derivadas de la mala alimentación.
En ese tenor, hizo una serie de cuestionamientos: ¿Qué otros factores nos pusieron en riesgo, la sequía, la dependencia de alimentos procesados o que vienen de otros lugares?, ¿la falta de organización familiar para realizar equitativamente los trabajos domésticos?, ¿la falta de organización en la colonia?
Es más, remarcó: “¿De qué nos vamos a preocupar, de que la tecnología haya o no permitido que el estudiantado cumpliera con lo mínimo para pasar la experiencia educativa y que el profesorado haya llenado los formatos? Me parece que los aprendizajes centrales en este semestre son otros”.
Para evidenciar éstos, hizo otra serie de cuestionamientos: ¿De qué manera somos comunidad en situación de crisis?, ¿pertenecer a esta comunidad nos facilitó y apoyó durante la contingencia o empeoró la manera en que la vivimos?, ¿contar con educación superior nos permitió tener un rol relevante en las comunidades a las que pertenecemos?, ¿qué hicimos los universitarios durante la crisis, después de cubrir nuestras necesidades individuales?
En su opinión, desde la afectación que se sufre, deberían priorizarse los aprendizajes, vínculos y prácticas que pueden ser un soporte para las familias y barrios a los que cada persona pertenece. Es decir, analizar las necesidades que se presentaron y ocuparse de construir los programas para responder ante ellas cuando se presente la próxima situación crítica.
“Porque si vamos a querer inventar la App (aplicación) que nos permita seguir en el camino por el que vamos y que cada quien resuelva la manera de aprender a conectarse, estaremos desaprovechando la mayor posibilidad de aprendizaje común que esta crisis nos trajo. ‘Esta vida, que no es mía, es la mía’, con esta frase concluye Marina Garcés su libro Un mundo común, filósofa que cité al inicio.”
UV/Karina de la Paz