Posterior al seminario virtual “La gestión cultural en tiempos de Covid 19”, convocado por el Centro de Estudios, Creación y Documentación de las Artes (CECDA) de la Universidad Veracruzana (UV), la investigadora Ahtziri Molina Roldán comentó en entrevista acerca de los resultados del acontecimiento.
La también Doctora en Sociología abordó el tema “¿Política cultural en crisis?”, primero de los cuatro agendados y al que seguirán el relacionado con la política cultural en el país, la gestión cultural en América Latina, y la tecnificación de estos procesos en el contexto de las actuales condiciones económicas.
¿A qué obedeció este evento virtual?
Se trata de un trabajo que hacemos como parte de la Red Universitaria de Gestión Cultural México (RUGCMx), organismo conformado por diversas instituciones públicas y privadas y al cual se adscribe también nuestra Universidad. Serán cuatro sesiones y en la que nos ocupa se conectaron 300 personas.
Tomaron parte Carlos Villaseñor, director de Interactividad y Desarrollo, A.C., organización no gubernamental reconocida por la UNESCO; Carlos Lara, analista de la comunicación de la cultura y miembro de la Corte Iberoamericana de Arbitraje y Mediación de las Industrias Creativas (CIAMIC), y Eduardo Nivón, antropólogo miembro de la Red Nacional de Investigadores y de la RUGCMx.
¿Cuál fue el tema abordado?
El diálogo, rico y satisfactorio, se centró en la situación de las políticas culturales hasta la emergencia sanitaria; cómo nos ha cambiado el panorama en las seis semanas de encierro; la desaparición de los fideicomisos que regulaban el quehacer cultural del país y el cambio de paradigmas que implica la desaparición del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.
Lo que me quedó claro es que no hay caminos únicos, que el Estado se ha convertido en un agente más del sector cultural con una gran atomización e individualización de los modos de proceder, a lo que se suman los fuertes mandatos para la suspensión de actividades multitudinarias que, por ende, afectan directamente a las artes.
¿El panorama se contempla complicado?
Definitivamente. Los espacios comunitarios se van a modificar –más bien ya han cambiado– y nos enfrentaremos a un año o dos de cambios sensibles en la vida social, hasta que se dé el modo certero de controlar el virus y todos podamos salir con seguridad a las calles. Mientras eso no suceda, las grandes concentraciones para acontecimientos culturales serán asuntos del pasado.
¿Considera que existe algún detalle optimista?
Hay circunstancias que podemos observar como oportunidades. El sociólogo alemán Jürgen Habermas publicó en las arenas de trabajo e interacción sobre la importancia de los espacios privados y los entornos detrás de la puerta. Las telecomunicaciones ahora se dan a nivel sumamente individual mediante computadoras personales, tabletas, celulares y demás.
Todo ello promueve una caracterización acrecentada del modo de vida y, sobre todo, de las interacciones. Que debamos mantenernos a buen resguardo, nos hace ver la importancia de la convivencia social cara a cara. Si bien se daban los casos de gente sentada junto a la misma mesa, aunque cada uno ocupado en su celular y sin comunicarse entre sí, hoy se hace necesario idear nuevas formas de convivencia que, a partir de la creatividad propia y con el uso de los medios, podríamos considerar como alternativas.
En Argentina ya se habla del regreso a los autocinemas como posibilidad de volver a congregarse, pero cada quien en su propia y aislante burbuja. De la misma forma, los creadores y artistas pueden ser capaces de proponer nuevas formas que resulten viables a la comunidad.
¿Qué hay de la producción artística difundida a través de Internet?
Tengo datos a la mano que indican que en nuestro país, el 56.4 por ciento de la población cuenta con Internet en casa, número que se eleva considerablemente cuando vemos que el acceso a través de teléfonos móviles alcanza el 70.1 de ese total. Muchos se conectan para asuntos de trabajo, pero vemos que el 91.5 de este volumen lo hace para entretenimiento.
En estos medios se observa una fuerte incidencia de producción artística, pero las utilidades monetarias que generan no siempre llegan a quienes producen cultura. Es entonces cuando debemos repensar cómo nos relacionamos a través de las redes y cómo hacer para que los creadores sean capaces de obtener recursos y puedan vivir en estos inéditos entornos. Este aislamiento no sería llevadero sin la presencia de la producción artística que acompaña nuestro confinamiento.
La especialista finalizó la charla con el siguiente enunciado: “Ésta es la ocasión de darnos la oportunidad para revalorar las artes con el peso específico que tienen, así como su proyección hacia el futuro que ya tenemos a la vista”.
UV/Jorge Vázquez Pacheco
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