Después de casi un mes en cuarentena, todos quisiéramos creer que lo que nos dice el gobierno es cierto. Sin embargo, nuevamente pretende engañarnos con la verdad.

En su anunciado mensaje de este jueves, el subsecretario Hugo López-Gatell –con el Presidente como testigo- anunció que las medidas de aislamiento y sana distancia se recorren del 30 de abril al 30 de mayo y que la vuelta a la normalidad sería a partir del primero de junio. Pero por más optimismo que se ponga, las cifras y las fechas nomás no dan.

La Secretaría de Salud calcula que el pico de la pandemia –el momento de más contagios y casos positivos- está previsto entre el 8 y el 10 de mayo, y que la curva de la pandemia durará al menos hasta el 25 de junio. Después seguirá habiendo más casos pero de manera aislada. Ese es el escenario idílico del gobierno, en el que tendría que no haber un alma en las calles.

López-Gatell informó también, en un verdadero acto de escapismo, que por el comportamiento de la pandemia –en algunas ciudades ya hay un contagio generalizado y en otras más pequeñas ninguno todavía- se van a regionalizar las fases, es decir, algunas partes del país continuarán en fase dos y otras entrarán en fase tres.

Por esta razón, por ejemplo, el regreso a clases en los municipios sin Covid19 será a partir del 17 de mayo, mientras que en el resto será hasta el primero de junio. Lo mismo pasará con la actividad económica y comercial; se levantará el cierre gradualmente según la incidencia de cada lugar. Eso se irá informando conforme avance la pandemia y haya una respuesta del gobierno y los ciudadanos. Hasta ahí la versión oficial.

Hasta ahora, ningún país del mundo ha tenido una fase tres de apenas 20 días de duración; Europa apenas ha estabilizado su número de muertes y contagios, mientras que Estados Unidos sigue batiendo récords de fallecimientos al día, cuando suponía que la pandemia empezaría a ceder.

El problema del gobierno es que, ante la imposibilidad de contener la crisis sanitaria, está diciendo a la gente lo que quiere escuchar. Está vendiendo una esperanza imposible de sostener en los hechos. Hoy muchas personas empiezan a hacer planes sobre lo que tienen que hacer para mantenerse en sus casas y salir con absoluta libertad el primero de junio. Eso es imposible pero ya habrá otra excusa cuando las aguas se agiten.

De confirmarse los pronósticos, el gobierno nos está diciendo que la pandemia durará hasta el 25 de junio, pero que en algunos municipios –muchos de ellos conurbados a zonas de alto contagio- podrán regresar a clases desde el 17 de mayo (más de un mes antes) y que el país entero saldrá a las calles el primero de junio.

¿Cuál es el propósito de azuzar a la gente para que salga en tropel de sus casas cuando la pandemia está en plan descendente pero aún en su peor etapa? Cuando el primero de junio podríamos estar hablando de decenas de muertos al día, ¿habrá padres de familia que se animen a enviar a sus hijos a la escuela? Lo que no dudamos es que millones de personas en su desesperación salgan a abrir sus changarros, sus pequeños comercios, sin importar el riesgo que cierne sobre todos nosotros. Millones intentarán salir a recuperar sus vidas.

El gobierno en realidad teme al México bronco. Las amenazas de la delincuencia que no teme a la muerte, el saqueo en los centros comerciales, las agresiones a médicos y enfermeras así como el intento de incendiar en muchedumbre hospitales con enfermos de Covid-19 se multiplican. Lo que López-Gatell hace, por instrucción del Presidente, es vender una esperanza para apaciguar la tormenta.

En caso de que la proyección fracase, lo que es altamente probable, el Presidente abrió un circo de tres pistas que permitirá mantener ocupada a una parte del público mientras la tormenta sigue afuera. En medio de la pandemia decidió él y no el sistema de justicia, iniciar la cacería en contra del ex Presidente Peña Nieto y sus colaboradores más cercanos. Va a quemar su comodín para mantenerse en el juego.

Al mismo tiempo, ordenó a su bancada en el Senado que se convoque de manera extraordinaria para aprobar una Ley de Amnistía que daría libertad de cientos de reos presos por delitos menores, aunque algunos de ellos por narcomenudeo. Y por último, la emisión de un nuevo billete de cien pesos que intenta suavizar la percepción de que la economía entró en crisis.

Ninguno de estos asuntos es prioridad en este momento. Lo es para un Presidente que necesita a un país entretenido mientras pasa el ataúd afuera de la carpa.

Las del estribo…

  1. ¿Dónde está el dinero? Resulta que el gobierno se hizo de al menos 250 mil millones de pesos con la desaparición de los fideicomisos; el Congreso le aprobó un fondo emergente de 180 mil millones, se han utilizado los recursos del Fondo de Estabilización y se pide un adelanto de utilidades a Banxico, pero a los hospitales y los estados no llegan más que batas chinas de 20 pesos. La austeridad le está saliendo muy cara al país; la tendremos que pagar con muertos.
  2. Pues fue tan buen negocio el asunto de la OPEP, que el precio del petróleo lleva tres días seguidos a la baja. Ayer se vendió en 14 dólares cuando el presupuesto lo tenía contemplado en 40. Nos fue tan “requetebién” que seguimos vendiendo petróleo barato para comprar gasolina cara y entregamos la poca soberanía que quedaba al proyecto reeleccionista de Donald Trump. ¿Se acuerdan cuando queríamos inmolar a Peña por reunirse con el candidato Trump? Ah qué tiempos aquéllos…