Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia con una votación histórica y con la mayoría en el Congreso, pero es casi seguro que pierda lo ganado porque prioriza las restas y divisiones sobre las sumas y multiplicaciones.
En 16 meses ha restado, dividido, polarizado y eso lo saben hasta sus más dogmáticos seguidores.
¿Intentos por conciliar y unir? Ninguno.
Arrancó su sexenio cerrando las estancias infantiles, siguió con el combate al huachicol que provocó desabasto de combustible; se fue contra las farmacéuticas y acabó con el Seguro Popular para suplirlo por un desabrido Insabi que ha creado más problemas de los que resuelve.
Ordenó no perseguir a los capos de la delincuencia y mucho menos atacarlos. Como resultado, la criminalidad se disparó y decenas de policías y soldados han sido agredidos y asesinados.
Desde marzo del año anterior las calificadoras le aconsejaron enderezar el rumbo de su política económica o México no crecería, pero las descalificó. “Las vamos a sorprender, creceremos arriba del 3 por ciento”. Y el resultado fue de -0.1 por ciento. Es decir, para abajo.
Siempre actuando a contrapelo, desdeñó al coronavirus y se contrapunteó con la Secretaría de Salud, lo que provocó que solo un tercio de la población esté obedeciendo la indicación de quedarse en casa.
Un día sí y otro también médicos, enfermeras y camilleros han protestado por la falta de insumos para enfrentar al coronavirus y AMLO les ha contestado con mentiras. “Mañana tendrán lo que necesitan”.
Pero la indefensión del personal sigue mientras la pandemia crece. Hasta ayer se contabilizaban 5 mil 847 casos confirmados, 449 defunciones y estamos a la vuelta de la esquina de entrar a la Fase 3.
Ese “mañana” llegó el fin de semana, pero en supina burla, ya que los insumos que se enviaron a varios hospitales estatales fueron devueltos por su pésima calidad.
El coronavirus ha puesto de cabeza al gobierno que responde con datos, contra datos, sugerencias, contra sugerencias, órdenes, contraórdenes y noticias verdaderas a las que apabullan cientos de fake news.
En ese sentido no hay un guía que inspire confianza; lo que tenemos es un luchador social que parece rufián de callejón.
Esto irrita a la gente y es en detrimento del propio López Obrador que en lugar de poner orden y mostrarse como estadista, ataca, descalifica, divide, humilla y polariza desde la piedra de los sacrificios de sus conferencias mañaneras.
Hace unos días le tocó el turno a Javier “El Chicharito” Hernández, Thalía y Eugenio Derbez a quienes endilgó el sambenito de ser enviados de los “conservadores”, cuando los tres lo criticaron por su cuenta.
Es patético el dato, pero en estos 502 días de su gobierno, no ha habido uno solo en que Andrés Manuel no se descuente a alguien.
Hoy, de seguro le tocará su cueriza a Fitch Ratings que este miércoles recortó la calificación de México de ‘BBB’ a ‘BBB- ‘.
¿Esto qué quiere decir? Que los bonos nacionales están a punto de degradarse casi a nivel de basura; que se irán los grandes capitales (de hecho, ya se están yendo); que no habrá líneas de financiamiento y por consiguiente habrá menos empleos, problemas de abasto para las familias, más gente se quedará sin trabajo y otras calamidades.
Pero Andrés Manuel dice para la foto “vamos bien, muy bien, requetebién”, aunque en su interior sabe que eso no es verdad.
Y tan lo sabe que retó a sus adversarios “conservadores” a adelantar la revocación de su mandato en el 2021 en lugar del 2022. Y aunque obviamente no lo dijo tiene sus razones. La primera es porque conoce el pésimo trabajo que está haciendo su gente en estados como Veracruz. Pero sabe que aún pesa lo suficiente como para ganar la revocación y lanzar a los morenos hacia arriba.
Tanto la crisis económica como la pandemia le han de estar quitando el sueño para sus proyectos a futuro.
Sabe que de los históricos 30 millones de mexicanos que lo llevaron al poder, al menos 10 millones no volverán a votar por Morena. Sabe además que de 89.4 millones de electores que tiene el padrón nacional, 59.4 millones se quedaron en sus casas en julio del 2018.
Y aunque nunca se ha dado el caso de que vote la totalidad del padrón, puede que al menos una cuarta parte de esos 59.4 millones salgan a sufragar no sólo el próximo año sino en 2022 por la revocación, y lo hagan muy enojados con él. Y si esto sucede adiós Presidencia y adiós 4T.
Lo que nadie se explica es que con esa posibilidad gravitando sobre su cabeza insista en jugar con fuego al seguir descalificando, polarizando y como consecuencia restándose votos.
Vaya incongruencia la de Andrés Manuel, pero, sobre todo, vaya con su estulta soberbia.