La existencia del federalismo fiscal siempre se justificó como una forma de compensar el desarrollo de las distintas regiones del país; así, se planteaba que la mayoría de los estados de norte tendrían que subsidiar el subdesarrollo y la pobreza de los estados del sur, de donde obtenían una buena parte de los recursos naturales que genera su riqueza comercial e industrial.
El problema fue que al paso de las décadas, los estados ricos seguían siendo ricos y los estados pobres seguían siendo pobres. La fórmula de distribución de los recursos públicos –por la vía de las participaciones federales- permitió discrecionalidad de gasto al Presidente pero nunca logró cerrar la brecha entre el norte y el sur.
Así sucedió incluso hasta después de la llegada de la transición democrática. Los nuevos gobiernos, antes de oposición, intentaron desmantelar la estructura corporativista del régimen pero nunca la forma de distribuir los recursos. Es el dinero donde radica el verdadero poder del Presidente. Así fue al menos hasta que llegó el coronavirus.
Si ya había barruntos de rebeldía entre algunos gobernadores, la precariedad con que han enfrentado la pandemia aceleró el debate sobre la posibilidad de modificar el pacto federal, o de lo contrario, que algunos de los estados que producen más riqueza en el país busquen la fórmula jurídica para salirse del pacto.
En medio de la crisis del coronavirus, cuatro gobernadores coincidieron en plantarse frente al Presidente para revisar y cambiar el pacto fiscal. En su forma actual, el acuerdo implica recaudar todos los impuestos federales en una bolsa para ser repartidos entre los 32 estados de la república. Sin embargo, las entidades que más recaudan han considerado injusto la forma en que se hace la distribución.
A través del pacto fiscal se recaudan los impuestos federales como el Impuesto al Valor Agregado (IVA), Impuesto Sobre la Renta (ISR) y el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS). Por supuesto, aportan más los que más producen.
Una vez en la Tesorería de la Federación, el reparto de recursos se consideran dos factores: la población de cada entidad para efecto de las participaciones (dinero asignado a los estados y municipios); y las aportaciones (recursos etiquetados) destinadas a disminuir el rezago social, por lo que estados más pobres reciben mayores recursos. Esa ha sido –y lo es actualmente- la base electoral del partido en el gobierno.
La propuesta de Enrique Alfaro de Jalisco; Miguel Ángel Riquelme de Coahuila; Jaime Rodríguez Calderón, el Bronco, de Nuevo León y Francisco García Cabeza de Vaca, de Tamaulipas no es nueva, pues en otras ocasiones ya se había planteado el analizar el pacto fiscal, principalmente con el reparto del Presupuesto de 2020.
La inconformidad de algunos gobernadores radica en que el año pasado casi el 50 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) nacional fue aportado por sólo seis entidades federativas: la Ciudad de México (16.4%), Estado de México (8.8%), Nuevo León (7.6%), Jalisco (7.1%), Veracruz (4.5%) y Guanajuato (4.4%). En contraste, Tabasco –la tierra del Presidente- tuvo una caída abismal del -8.2 por ciento; y Chiapas, con -2.1 por ciento.
El planteamiento es simple: ¿porqué el estado de México o Nuevo León, por ejemplo, deben absorber el pésimo desempeño económico de estado como Tabasco y Chiapas? Los estados reclaman que sus participaciones correspondan a su aportación al PIB y los recursos del gobierno federal.
Esta es la razón por la que dos de los estados protagonistas, Ciudad de México y Veracruz –ambos de Morena-, han salido en defensa del federalismo que permite al Presidente el enorme gasto público en programas sociales.
El problema es que esta inequidad se ha hecho más evidente durante la emergencia sanitaria que vive el país. Esta misma semana, los gobernadores Jaime Bonilla en Baja California y Miguel Barbosa en Puebla, ambos hombres cercanos al presidente, han hecho serias acusaciones sobre el abandono que sufren las entidades federativas por parte del gobierno federal.
Mientras Bonilla dijo que en Baja California los médicos “caen como moscas” por falta de equipo de protección, en Puebla Barbosa aseguró que los aviones que vienen de China con equipo y material médico son sólo una leyenda urbana, ya que lo único que ha entregado el gobierno federal a la entidad son “dos cajitas” con 2 mil cubrebocas, guantes de látex y gel antibacterial.
Los gobernadores se le salen del huacal al Presidente. Después de la pandemia, López Obrador no sólo tendrá que reconstruir al país, sino también su Presidencia. Por eso su desesperación por volver a aparecer en las boletas del 2021.
Las del estribo…
- Ayer, en un gesto francamente desesperado, el Presidente propuso que la revocación de su mandato se someta a las urnas el próximo año y no hasta 2021 como ya lo aprobó el Congreso. Es lamentable que el Presidente esté pensando en las urnas cuando estamos por vivir la peor crisis sanitaria y económica en el país en la historia del país. Su aprobación cae, Morena se derrumba y el país se le va de las manos. Vamos mal y viene lo peor.
- Al interior de la Secretaría de Salud hay verdadera alarma por lo que está sucediendo con la pandemia en Veracruz. Los números oficiales no cuadran con la realidad y el contagio en hospitales podría ser peor de lo que se supone. Esta tarde habrá sesión del Consejo Estatal de Salud (Coesa), sin embargo, no habrá noticia relevante más allá del alineamiento que hay con el gobierno federal y que podría costar la vida de muchos veracruzanos.