La casa color rojo quemado con el número marcado 70 de la calle Carlos Miguel Palacios quedó cerrada con una chapa nueva, para que la mujer con 88 años de edad, y que vivió ahí toda su vida, María Landero Becerra conocida popularmente como “Doña Luchita”, esté impedida a entrar, y esto la obligará a dormir en cualquier lado.
La construcción de 32 metros cuadrados localizada a un lado del campo deportivo “Cristóbal Colón” fue construida por Doña Luchita y su mamá, Manuela Becerra Falfán; entre las dos trabajaron para la compra de material y el pago de salarios a los albañiles.
Doña Luchita fue enfermera en el hoy Hospital Regional “Dr. Luis F. Nachón”, y ella y su mamá vendieron litros de petróleo a granel en los años 70´s y 80´s, a fin de obtener recursos, y sostener a la familia.
A 10 horas de haber sufrido el desalojo de su vivienda, ordenado por el juez del Tribunal Superior de Justicia del Estado (TSJE), Héctor Manuel Pérez Reyes; Doña Luchita refiere que no sabe qué pasará con ella, porque ni siquiera puede creer que su nieta, Beatriz Alicia Gea González, y su hijo, el empleado de ferrocarriles de la empresa “Kansas City”, David González Landero, la hayan sacado.
“No sé, no sé dónde (Voy a dormir). Ahorita estoy en casa de mi sobrina, que es como mi hija, porque se crió, y pasó el tiempo con nosotros. No sé si aquí o con una hija que tengo en Miguel Alemán, todavía no tengo idea de qué voy a decidir, porque me duele tanto esta situación y que mi familia propia me haya hecho estas acciones”, expuso.
Doña Luchita a sus 88 años, no puede caminar, es trasladada de un lugar a otro con la ayuda de una silla de ruedas, y esta mañana que fue sacada de su vivienda por los policías de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) estatal, su salud empeoró y fue trasladada a la clínica número 10 del IMSS con sede en esta ciudad.
“Me controlaron la presión, me tomaron la temperatura y todo lo que se debe hacer, y me hicieron un cambio de sonda que tengo vesical, y cuando vieron que estaba controlada de la presión, me dieron de alta”, señaló.
Doña Luchita es cuidada y alimentada por su hija, María de Lourdes Piedad González Landeros y su nieto, Luis Alfredo Reyes González, y por su edad, y estado de salud, no es una mujer económicamente activa, sino que necesita de ayuda para la compra de sus medicamentos.
Refiere que fue su hija Cecilia, acudió a verla tras el desalojo, y la invitó a vivir en su casa, cerca de la avenida Miguel Alemán, sin embargo, expone Luchita, “no sé qué hacer, no puedo pensar”.
Al cuestionarle ¿Quién es “Bola”? Doña Luchita se puso a llorar, porque es una perrita que ha sido su compañera en los últimos diez años, y ha funcionado como “el timbre de la casa, ella ladra cada vez que tocan o llega alguien a pararse a la puerta, es la que avisa, no sé que pasará con Bola, no sé nada, nada, y tengo un gatito”.
Finalmente la mujer que trabajó como enfermera en un hospital pública, pidió al gobernador Cuitláhuac García Jiménez que “me ayude con mi situación, claro que con tanto, yo, ya no quiero estar en esa casa, pero no tengo a dónde ir”.
AVC/Verónica Huerta
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