Ante las versiones que circulaban con relación a un supuesto acuerdo entre la Secretaría de Educación de Veracruz y el poderoso grupo empresarial GEPP, que controla a la refresquera Pepsico, el titular de la dependencia estatal, Zenyazen Escobar García, se vio obligado a emitir una declaración.
Diversas voces se habían pronunciado al respecto, dado que consideran que la medida significará un lamentable retroceso en cuanto a temas de nutrición.
El secretario Escobar García no lo considera así; dice que la empresa, que tiene como una de sus marcas estrella a Pepsi Cola, invertirá 4 millones de pesos que serán canalizados a las escuelas, y otros dos millones en imagen.
Argumentó además que la Secretaría cuenta con programas permanentes contra la obesidad, como el denominado Estilo de Vida Saludable.
No es un asunto menor. El tema ha permanecido vigente desde hace un par de décadas, cuando comenzaron las protestas de padres de familia que consideraban que las instituciones educativas se prestaban a promover el consumo de bebidas con altísimos contenidos calóricos.
El 2005, incluso, las refresqueras más poderosas, las que controlan el mercado de las bebidas azucaradas, decidieron retirar sus productos de las escuelas; sin embargo, volvieron años más tarde con más fuerza.
En 2013 fue prohibida la venta de comida chatarra en escuelas, pero en la práctica ha prevalecido la permisividad. Por un tiempo se impidió la comercialización de refrescos, pero se toleró tanto el té helado como el jugo procesado, a pesar de que dichos productos contienen hasta 12 cucharadas de azúcar o incluso más.
Sobre dicho asunto han surgido voces encontradas; unos afirman que eliminar la venta de refrescos en escuelas puede servir para contrarrestar el fenómeno de la obesidad infantil, problema en el que México es líder mundial; es decir, plantean no poner esas bebidas al alcance de los menores; otros apuntan que no existe una relación directa entre la disponibilidad del refresco y los índices de obesidad.
Por otro lado, hay evidencias en el sentido de que el refresco en las escuelas sustituye al consumo que de cualquier manera harían los estudiantes fuera de sus planteles; en ese sentido, si no compran las bebidas azucaradas dentro, lo hacen fuera de los colegios.
La obesidad es un problema mucho más complejo que la venta de refrescos; y por supuesto no se puede reducir el tema a un solo factor.
Lo cierto es que de acuerdo con estadísticas oficiales, Secretaría de Salud, 4 de cada 10 estudiantes mexicanos enfrentan algún nivel de obesidad y se espera que la tendencia aumente.
En los últimos 40 años, el índice de obesidad en menores pasó de cerca de 2 al 16 por ciento. Se estima que 4 millones de niños mexicanos en edad escolar padecen este problema, que puede ocasionar padecimientos como diabetes, insuficiencia renal y males cardiovasculares.
Impedir la venta de refrescos en escuelas podría ser una medida, pero si no se acompaña con una verdadera educación nutricional y con la promoción de hábitos saludables, como el ejercicio frecuente por ejemplo, de poco servirá; y nuestro país seguirá como el que registra los mayores índices de obesidad infantil en el mundo. @luisromero85