Se aproxima la calaca,
es inminente el velorio;
hay que hacer un gran jolgorio,
una fiesta dionisiaca
en la que, a bombo y matraca,
los vivos y los difuntos
gocen, canten, bailen juntos.
Hay que honrar a la Catrina
con una fiesta muy fina
para ahuyentar sus barruntos.

Para ahuyentar sus barruntos
y poder vivir en paz
con poemas y con jazz,
con ballets y con conjuntos,
con todos esos asuntos
que nos atan a la vida.
Que la muerte sea querida,
una invitada especial,
no mensajera del mal,
es la única salida.

Es la única salida
a la situación actual
en la que ya es muy normal
que quien sea que lo decida
nos ponga sal en la herida.
Sea la parca, alegoría,
venturosa fantasía,
no despiadado animal;
sea la muerte un carnaval,
portavoz de la alegría.

Portavoz de la alegría,
de toda buenaventura.
Sea la parca, travesura,
lúdica imaginería.
Ya se está acercando el día
en que llegue al camposanto
deslumbrando con su encanto.
Ya se acerca a este país
y se le nota feliz,
hasta acá se oye su canto.

Hasta acá se oye su canto,
se distingue su sonido,
¡México lindo y querido!
en su voz, es un encanto.
En noviembre no habrá llanto
pues toda la patria, unida,
le dará la bienvenida
a la entrañable Catrina
que hacia esta tierra camina
para celebrar la vida.

 

 

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