Martínez de la Torre, Ver.- Bajarse sueldo, no andar en camionetas lujosas, ni con guaruras, trabajar para el pueblo y mantener una administración austera fueron unas de las tantas promesas que no cumplió y que muy pronto olvidó la diputada local de MORENA, Adriana Esther Martínez Sánchez, a quien no sólo se ha olvidado de su distrito, sino que ahora anda por diversos municipios de Veracruz como cualquier servidor público “fifí”, presumiendo lo que jamás pensó tener.
Dice el refrán que “más pronto cae un hablador que un cojo”, aludiendo que no debemos hablar más de la cuenta, no decir mentiras, no ser fantoche, porque el día en que sepan la verdad te van a bajar de la nube, y así, tal cual, le está pasando a la legisladora, esa que vendió una imagen y que prometió austeridad y humildad, ahora anda igual o mejor que los diputados de la legislatura anterior.
Según el documento que aparece en el portal de transparencia del Congreso del Estado, la diputada Adriana Esther Martínez Sánchez recibe un monto de remuneración mensual bruta de $58,123.38 pesos (igual que los anteriores legisladores), más una dieta de $26,712.44 pesos; en total se embolsa alrededor de 85 mil pesos mensuales, sin contarle lo que factura a cuenta del erario público, aguinaldo y otros beneficios económicos que no se fiscalizan.
Pero por si eso no fuera poco, la “humilde” diputada ahora ya no circula en carritos comunes, sino que sus viajes de paseo, asistencias al Congreso e invitaciones a eventos de su partido los realiza en camionetas de lujo, como la Chevrolet Tahoe/Suburban/, color negro, placas YKS8453, en la que se le ha visto recientemente transitando por municipios que ni siquiera pertenecen a su distrito.
La unidad de lujo, que fue emplacada e inscrita al padrón vehicular -de Veracruz- a las 10:04:24 horas, del 23 de febrero del 2015 y actualizada el 16 de julio de ese mismo año, es decir que posiblemente debe tenencias, no es la única en la que viaja la legisladora, también ocupa otras que, o bien renta o ya son de su propiedad, pero que son para nada coherentes con las promesas de austeridad que hizo cuando buscó el voto popular.
La diputada Adriana Esther, criticada y cuestionada por muchos de sus paisanos del Distritito VII, que la ven como una improvisada, testaruda, cínica y sobre todo ignorante, se embolsa al año, sólo de “sueldito”, la cantidad de 1 millón 20 mil pesos, más lo que se le pueda agregar de aguinaldo y otras percepciones que no están en la plataforma de transparencia. Con ese dinero se podrían hacer mucho de lo que prometió y no cumplió, como apoyos a la salud, el campo, la educación y otros rubros.
Pero no sólo ella gana eso, sino también sus homólogos, esos que tanto criticaron a los gobiernos anteriores, porque gozaban de buenos salarios y de muchos beneficios, que hasta ahora no se han podido erradicar. Los diputados de hoy están peor, porque han quedado como habladores y traicioneros, gozan de buenos sueldos y, en el caso de la diputada Adriana, ya no le habla a muchos de los que la apoyaron, anda escoltada para todos lados y tiene todos esos privilegios que juró se quitarían.
Para rematar, y comprobar que el pueblo es lo que menos le interesa a la legisladora, su “Casa de enlace y gestión” en Martínez de la Torre es un simple parapeto, ya que nunca está ahí, y ni hablar de las peticiones que la gente le puede hacer a través de las redes sociales o de manera formal, la diputada anda en otros niveles y hace como que no escucha ni ve. Si alguien tiene dudas, que vaya y le pregunte a los Bomberos de Tlapacoyan si ya les cumplió.
De la maestra humilde, esa que no tenía en ocasiones ni para echarle gasolina a la vetusta unidad que la movía en su municipio, no ha quedado nada; ahora su vida se resume a viajar como los “fifís”, camionetas de lujo, ropita de marca, buenos restaurantes, andar posando en cuanto evento se pueda y escoltas hasta para ir al sanitario. Tal parece que eso que tanto criticaba era lo que más anhelada. Habrá que esperar a que termine esta legislatura, para ver si ese estilo de vida fresa de hoy lo puede mantener después.
Por: Gilberto Viveros