De repente nos enteramos que el kilo de longaniza amaneció a 16 mil pesos y que, en consecuencia, el único que puede darse el lujo de consumirla es la Presidencia de la República. Acusaron que se trató de una “fake news”, que son precios de referencia pero que no se ha gastado en ello, que es una lista que dejó la anterior administración de Peña Nieto; sin embargo, el Presidente jamás lo negó.
Por supuesto que hay que reconocer en el gobierno de López Obrador una apertura y transparencia que antes no hubo –aunque esta no es resultado de su voluntad personal sino de las leyes que se han emitido en los últimos años en materia de acceso a la información-, pero resulta muy grave que el precio de un kilo de longaniza sea un asunto de interés nacional.
Y lo es por muchas razones: porque se ha puesto en evidencia que los gastos personales de la alta burocracia siguen corriendo a cuenta de los contribuyentes; que los costos de las cosas más frívolas se siguen inflando artificialmente para obtener un beneficio económico, como siempre se ha hecho en el pasado; que el Presidente insiste en un discurso evasivo ante lo evidente; y que el pecado no es de quien comete la transa sino de quien la hace pública, como antaño.
A partir de la información sobre los gastos suntuarios de la oficina y casa presidencial de López Obrador –a quien “calienta” que lo comparen con sus antecesores, aunque sus excesos sean muy similares- las redes se llenaron de descalificaciones en contra de quienes compartieron tal información, tratando de poner a salvo a quienes pretendían (o pretenden) cometer la transa.
La única verdad que ha dicho el Presidente –y eso habría que verificarlo- es que él no come chorizo, que prefiere otras cosas; pero se refugió de la tormenta en lugares comunes: que hay mala fe en algunos medios para magnificar la información, que prefiere la butifarra y que la luna es de queso. Sin embargo, en su graciosa huida mediática, el Presidente no pudo pronunciar dos palabras que lo habrían salvado de la hoguera: “es falso”. Y si no lo dijo, es porque no lo es.
“Ahora sacaron de que aquí en Presidencia íbamos a comprar chorizos de no sé cuánto dinero. Yo no como chorizos, lo digo con todo respeto, o sea, creo que es un alimento muy bueno, o sea, extraordinario; yo soy más de la butifarra de allá de Xalpa, se las recomiendo. Ya tampoco me gusta la moronga azul, no soy de la moronga azul. Entonces, no nos confundan”, dijo en su conferencia matutina sin negar los datos que se volvieron virales en pocas horas.
Y no los negó porque resulta que la información es pública. Un documento sobre el Programa Anual de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios destapó los precios bastante elevados de algunos productos, entre los que destaca el gasto de más de 335 mil pesos para comprar 20 “unidades” de longaniza de primera.
En el documento también se incluyen precios desproporcionados con el mercado real: 3 mil pesos en un kilo de jamón de pavo, 10 mil pesos en helado de sabores fresa, vainilla y napolitano; y mil 296 pesos por una caja con 200 cerillos. Se contempla también la compra de 458 mil pesos de pescado blanco oriental, 125 mil pesos de papa blanca y 97 mil pesos de guayaba.
Los costos excesivos desataron una tormenta en redes sociales por lo que la oficina de la presidencia de la República aclaró que se trata de “una previsión de gasto elaborado en el gobierno anterior y que sólo se usó como referencia”. Si esto fue así, ¿por qué hicieron público un documento que no era más que una pueril recomendación?
En el ojo del huracán, quien hace el súper en Presidencia -Jael Hernández, director general de recursos materiales y servicios generales del gobierno federal-, sólo atinó a decir que este presupuesto puede ser modificado e incluso cancelado, que no es propiamente el presupuesto que se ejerce y justifica. Es decir, la información es verdadera, y por tanto, puede ser modificable, lo que a la fecha no ha sucedido.
El gobierno justifica que aún no se consumen esos productos y que se trata sólo de un programa de compras. Sin embargo, nadie dijo que se hayan adquirido, sino que el gobierno ha presupuestado tales cantidades, como lo señala el documento oficial. Eso es absolutamente cierto e irrefutable hasta para el Presidente.
Hoy nos enteramos que con un kilo de longaniza podemos becar a siete jóvenes de construyendo el futuro, a diez niños de educación primaria o entregar 5 becas Conacyt para madres solteras; y en algunos casos, hasta el sueldo mensual de dos médicos residentes.
¡Quién iba a decir que la longaniza nos sacaría de pobres!
Las del estribo…
- Por supuesto que la visita de Ricardo Ahued al Presidente no fue de cortesía; a dos meses de su nombramiento, ya presentó un diagnóstico de lo que encontró en la dirección de aduanas del SAT. Por eso el reconocimiento del primer mandatario. El empresario xalapeño está más vivo que nunca, no sólo en el futuro de Veracruz sino en el proyecto del Presidente.
- ¿Recuerdan que todos los partidos políticos peleaban por la autoría de la iniciativa de bajar sus prerrogativas a la mitad? Pues todo fue un embuste. Ayer, el Instituto Nacional Electoral aprobó la propuesta para que el próximo año se otorguen 5 mil 239 millones de pesos de financiamiento público -273 millones más que este año- a los siete partidos políticos nacionales. Hágase la austeridad en la yunta de mi compadre.