Algo grande se está preparando en la congregación Tronconal. Campesinos que atienden sus parcelas, amas de casa ocupadas en sus quehaceres y muchachas y jóvenes, quienes por la mañana asisten a clases, se transforman a las 19:00 horas en la Muerte, el Diablo, el Virrey, un panadero, un inquisidor o el mismo Dios…
Se trata de los ensayos de Macario, el cuento de Bruno Traven al que la comunidad da vida a través del teatro, bajo la dirección del maestro Tilo Hernández Pérez, de la Coordinación de Atención Ciudadana del Gobierno Municipal. La obra se estrenará durante la primera semana de noviembre.
“En 1988, en Tabasco, hubo un proyecto de teatro campesino al que tuvimos acceso y desde entonces quise montar algo así en Xalapa”, cuenta el maestro durante una entrevista que tiene lugar en la Casa de la Cultura; inmueble rescatado de la maleza y el abandono por quienes asumieron el compromiso de lanzarse a esta aventura.
Cuenta Tilo que escogió Tronconal por ser una comunidad que conoce y a la que está conectado desde hace tiempo: “Para Xalapa, donde hay demasiado teatro, hacer algo en la zona rural adquiere otra dimensión, porque de entrada mucha gente no sabe siquiera que tenemos una zona rural, que las congregaciones existen. Hacer teatro aquí implica que vengan a verlo”.
Macario es un campesino y leñador humilde, que vive obsesionado por la pobreza y el temor a la muerte. Su familia no tiene qué comer y anhela disfrutar de un banquete sin compartirlo con alguien. El plato principal es un guajolote que roba y comerá en el bosque, donde se encuentra con el Diablo, con Dios y con la Muerte, desencadenando una serie de circunstancias que combinan sueño, vigilia y magia.
“Todos recordamos la película protagonizada por Ignacio López Tarso, es un clásico. Pero hacerlo en el campo es un gran reto. El primer contacto fue con el agente municipal Pascasio Hernández, una persona sensible que inmediatamente apoyó el proyecto y nos contactó con Isidro, quien había dirigido algunas pastorelas en la comunidad”.
Habla de Isidro Mejía Hernández, encargado de la escenografía, quien también se dio a la tarea de reunir a las personas que habían participado en sus pastorelas. Gracias a su gestión logró rescatarse la Casa de la Cultura, donde hoy se observa las estructuras de bambú imaginadas y construidas por él y su hijo, quien también es parte de la obra.
Dice Tilo que invitaron a los miembros de una orquesta para que musicalizaran la obra, pero les interesó tanto que acabaron integrándose como actores: “Es un grupo de chavos que están muy metidos en sus personajes. Su maestro incluso compuso una marcha fúnebre para una escena, aunque tendremos música en varias”.
Luego, se invitó a las personas del grupo que ejecuta la Danza del Caballito del Señor Santiago en la congregación Chiltoyac y también estarán en la obra, como parte de los habitantes del pueblo de Macario.
“Hay una escena sobre una fiesta en el pueblo y ellos serán los vendedores de la plaza. Estamos muy sorprendidos porque de bailar, ahora son actores. Y a los niños que vienen con ellos los pusimos también en una ronda tradicional mexicana”.
Iniciaron la conformación del reparto con una decena de personas, pero son casi 40 habitantes de la congregación los que participan en la obra. De acuerdo con Tilo, su carrera lo ha llevado a hacer teatro en colonias populares, con gente sin experiencia o contacto alguno con este arte, “pero aquí es distinto, porque es el campo. Es otra dinámica… ¡tendremos un caballo, antorchas; construiremos una cabaña!”.
Sobre cómo ha logrado juntar a toda esta gente, narra que, por ejemplo, un niño venía a los ensayos y lo traía su papá, quien se interesó y luego pidió estar en la obra: “Hay familias completas: esposo, esposa y los hijos. Esto habla de cómo se van enganchando y la propia comunidad se va integrando. Niños de seis, nueve, doce años, que después enamoran a sus familiares… Esto transforma, el arte y la cultura reforman el tejido social y aquí lo vemos de manera clara, contundente”.
AVC