En México existen 3.2 millones de niños de cinco a 17 años que trabajan, es decir, 11 por ciento de los 29 millones de menores que se tienen contabilizados, según cifras de 2017 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Esa cifra se incrementó de manera considerable con respecto a 2015, cuando había casi 2.5 millones de niños, niñas y adolescentes que realizaban alguna actividad económica.
En las labores agrícolas, ganaderas, forestales, de caza y pesca se concentra más el trabajo infantil en México, con 30 por ciento del total, según las mediciones del organismo.
El trabajo infantil está presente en casi todo el territorio mexicano, pero es más visible en los estados de Oaxaca, Chiapas y Guerrero por el elevado rezago social y económico en que viven.
El campo mexicano, donde más niños trabajan
Es en las actividades agrícolas donde menos se respetan las regulaciones y los infantes acceden con mucha facilidad a estos puestos de trabajo, pues en algunos casos la mano infantil suele ser muy preciada.
Los datos del INEGI muestran que la tasa de trabajo infantil fue más alta en las áreas menos urbanizadas, con 13.6 por ciento, a diferencia de aquellas más urbanizadas, con 7.6 por ciento de los menores de 17 años de edad.
Las malas condiciones ponen en una situación de alta vulnerabilidad a los pequeños, porque hacen largas jornadas laborales y muchos reciben sólo una “paga simbólica” por las actividades que desempeñan, que incluso proviene de los propios familiares que buscan mayores ingresos.
Lo anterior se da debido a que a los adultos les pagan por destajo y ganan menos de dos salarios mínimos, lo que los obliga a trabajar gran parte del día y pagar a los niños con parte del dinero que reciben.
Unas 690 mil niñas, niños y adolescentes realizan algún tipo de trabajo en el campo en diferentes estados del país y 60 por ciento de ellos sólo han concluido educación inferior a la básica, según datos con los que se cuenta en el informe de la Red Nacional de Jornaleros Agrícolas.
A pesar de que el trabajo infantil no esté permitido, en el país se reconoce que esta dinámica sigue presente principalmente en estados donde no se regula de manera estricta el trabajo agrícola y la labor de niñas, niños y adolescentes.
Tan solo el nueve por ciento de las y los menores que realizan algún trabajo en el campo han concluido sus estudios de educación primaria.
De esos, el 15 por ciento han terminado educación secundaria, además de continuar con su trabajo.
Los niños, niñas y adolescentes se exponen en la misma medida que los adultos a factores medio ambientales y sociales, los cuales pueden tener un efecto mayor en su salud e integridad, pues apenas comienzan a desarrollarse física, sicológica y emocionalmente.