En enero del 2018, y quizá para conmemorar ruidosamente su primer aniversario como presidente de los Estados Unidos, Donald Trump volvió a tundir a México y a su gobierno, pero esta vez hubo alguien que le respondió. El candidato Andrés Manuel López Obrador le advirtió al belicoso güero, cómo sería el trato cuando él llegara a la presidencia y de paso le dio un llegue al presidente Enrique Peña.
“Peña no contesta (a los insultos), a Peña lo asustó Trump desde que le habló por teléfono. Le alzó la voz, lo cayó, pero con nosotros será distinto… lo vamos a poner en su sitio, lo vamos a hacer entrar en razón” dijo el tabasqueño.
“Vamos a respetar al presidente Donald Trump, pero va a tener que respetarnos. No va a agarrarnos siempre de escarnio. Cuando diga algo va a tener una respuesta”. Y en pleno vuelo dijo que no usaría al canciller para mandarle recados, sino que él personalmente le contestaría por las redes sociales.
Y la raza de bronce aplaudió con delirio.
Un año y seis meses después de aquella advertencia, Trump sigue agarrando de puching bag a México y a su gobierno lo ha puesto del asco. En contrapunto, el presidente López Obrador no sólo no ha contestado ninguno de sus tuits, sino que ha mandado en más de una ocasión a su canciller Marcelo Ebrard a Washington a tratar de apaciguarlo.
Se acabó el AMLO echado pa delante, ese que pensó que abrir la frontera sur sería coser y cantar y jamás, “y esto me gustaría dejarlo muy claro”, mandaría al ejército a “reprimir al pueblo”.
En su lugar quedó un tipo timorato y medroso al que le bastaron poco más de 180 días para echarle el ejército a los migrantes, que también son pueblo, y cerrarles la frontera.
Y es que así se lo ordenaron de allá arriba.
Gracias a esa orden el gobierno de México tendrá que dar techo, alimento y empleo a miles de migrantes (que no sólo vienen de Centroamérica sino de África y Asia), en detrimento de cientos de miles de jodidos mexicanos; militarizará la frontera sur y comprará lo que nos manden los agricultores norteamericanos.
Es decir, gracias a sus ocurrencias populistas y populacheras quedó entrampado y nos dejó entrampados a todos.
Esa jalada que organizó en Tijuana llamada kilométricamente “Acto de Unidad en Defensa de la Dignidad de México y a favor de la Amistad con el Pueblo de los Estados Unidos”, nunca debió efectuarse cuando México (gracias a su medroso presidente) está a lo que diga Donald Trump y porque la dignidad del país quedó como trapeador.
Lo que no deja de ser paradójico es que haya convocado a esa “unidad” quien por años se ha dedicado a polarizar y dividir a los mexicanos en pueblo bueno (los fregados) y corruptos malos (los ricos); quien llama fifí a los medios que lo critican, y se aprovecha del poder presidencial para destruir honras de personas decentes cuyo único delito ha sido discernir de lo que él piensa.
¿Que hubo negociación con Estados Unidos? Por Dios, hubo sometimiento e inclinación de la cerviz. ¿Qué pensarían Cárdenas, Morelos, Zapata y Madero si vivieran? ¿Qué pensaría don Benito?
¿Y este hombre que ahora ocupa la presidencia es el que iba a poner en su sitio y hacer entrar en razón a Donald Trump?
Circula en redes un texto que dice más o menos así: “Cómo extraño al opositor Andrés Manuel López Obrador, ¿dónde estará? Seguramente muy lejos, porque si estuviera en México tiene rato que estaría tundiendo verbalmente al pendejo que tenemos como presidente”.
Gran verdad.