En los próximos días se estarán presentando el Plan Veracruzano de Desarrollo y el Plan Nacional de Desarrollo, los cuales representan una visión que plasma los diagnósticos, ideas y propuestas de los nuevos gobiernos. En teoría estos planes y sus programas sectoriales son la culminación del proceso democrático y participativo donde se conjuntan, por un lado, los planteamientos de los que van a gobernar y, por el otro, los que impulsan y promueven temas, intereses, proyectos, propuestas desde la sociedad.

Sin embargo, ante las nuevas tecnologías y avances en las redes sociales de comunicación, hoy en día se abren nuevas formas de participación social y comunitaria que están provocando que nos replanteemos las formas y funcionamiento de la democracia.

David Hume, uno de los filósofos políticos más destacados de todos los tiempos, decía que el gobierno sirve para detener nuestros deseos e impulsos egoístas, y promover el bienestar e intereses de largo plazo. Sin embargo, la tendencia en acción política o de gobierno es la mirada de corto plazo. No se puede ver más allá de la siguiente elección o administración. O aún peor, los políticos o gobernantes sólo se preocupan por la opinión pública de corto plazo o por el último tweet. A ello los politólogos le llaman miopía de la democracia contemporánea.

Esta mirada de corto plazo también afecta o impacta el diseño y ejecución de las políticas públicas. La visión cortoplacista se debe a la presión de los medios y de las redes sociales, a los ciclos electorales y a la presión de los grupos de interés que quieren resultados o beneficios inmediatos o de corto plazo, sin preocuparse por el futuro en un mediano o largo plazo. Los costos de ello se pasan a la sociedad y a las futuras generaciones.

Las políticas públicas de largo plazo de sacan de la planeación o se ignoran, por los intereses políticos secuestrados por los grupos de interés o corporativos. Se ignora el interés de las personas del futuro y no se planea con base en los derechos de los ciudadanos del futuro. De esa forma se podría concluir que los habitantes de las futuras generaciones no tienen derechos o por lo menos esos derechos no son considerados en las políticas públicas del presente.

El reto de la democracia y de la planeación es terminar con el cortoplacismo y mirar las deudas intergeneracionales.

Hay ya ejemplos de esto en el mundo. Finlandia creó una “Comisión Parlamentaria para el Futuro” que revisa la legislación en su impacto en generaciones futuras. Israel tuvo un “Defensor de derechos humanos para las futuras generaciones”. Gales, en Reino Unido, tiene un “Comisionado de Generaciones Futuras” que se encarga de que las dependencias de gobierno hagan política pública mirando por lo menos 30 años a futuro.

Japón ha implementado en los gobiernos municipales el “Diseño de Futuro” en asambleas ciudadanas en cada localidad donde un grupo se pone en la posición de los ciudadanos actuales y otro en la de los del futuro del 2060. Incluso hacen una especie de performance con vestimenta imaginada del futuro. En esos ejercicios, se ha comprobado que los que representan el futuro se comprometen con unas políticas y planeación más radicales y progresistas, comparadas con las que plantean los que se ponen en la posición del presente. Ahora en Japón ya se habla de una “Secretaría (Ministerio) del Futuro”, para el diseño de políticas públicas.

Todo esto demuestra que la democracia puede tomar nuevas formas y reinventarse. Otra forma de ello es lo que está sucediendo en países de Asia del Este como Taiwan o Singapur, donde comunidades cívicas tecnológicas están trabajando en plataformas ciudadanas de participación por internet, redes sociales, encuestas, políticas públicas, a través de foros y votaciones en línea. Por ejemplo como es en este sitio: http://g0v.asia/ donde los ciudadanos de Taiwan participan en el debate público y en la toma de decisiones públicas.

Este uso de nuevas tecnologías y de las redes sociales por internet abre un nuevo mundo de formas de participación, de diseño de políticas públicas y hasta de toma de decisiones en el interés del bien público, y permiten a los ciudadanos acceso a información y poder de decisión para conformar una opinión pública e incidir en la acción de gobierno, lo cual está cambiando las formas del gobierno tradicional.

En este escenario y plataformas de comunidades descentralizadas cada participante propone y decide sobre qué trabajar, los proyectos son abiertos y espontáneos, y los participantes pueden entrar y salir. Aquí en México se ha venido popularizando la plataforma Change.org aunque limitada hasta ahora a que los ciudadanos firmen peticiones para hacer llegar a autoridades u organismos. Pero las nuevas plataformas están yendo más allá de firmar sobre un tema, están abriendo el espacio para votaciones y participaciones en línea lo que podría significar el futuro de formas democráticas más directas en diversos temas y ámbitos, por ejemplo en presupuestos gubernamentales, en temas de acceso a la información y de transparencia, en educación, o en legislación.

Por ejemplo, en Singapur hay una plataforma llamada RadicalxChange http://radicalmarkets.com/ que se plantea también estas nuevas formas de participación y decisión, pero radicaliza su postura al plantear un desenrutamiento del capitalismo y la democracia para una sociedad justa. Propone caminos radicales para restructurar temas de política pública en economía, votaciones, migración, antimonopolios, información y transparencia.

Estas plataformas trabajan colaborativamente para brindar recursos y discusión a la comunidad. Son profesionistas que se comprometen con el diseño de política pública social y económica, y lo hacen a través de reuniones virtuales, laboratorios, blogs de discusión, que dirigen gerentes, desarrolladores, diseñadores, etc. para proyectos abiertos que les llaman “Democracia Radical” que se proponen como alternativas a la democracia tradicional dominada por la lógica de las mayorías partidistas y de los grupos de interés, y plantean abrir la voz y el voto a las minorías políticas a través de estas plataformas y votos electrónicos en temas de interés público.

Les platico todo esto porque me parece que la planeación democrática y la elaboración de planes de desarrollo tiene que pasar a formas novedosas en las que se incorporen estas nuevas tendencias, tecnologías, plataformas participativas ciudadanas y comunitarias en todos los niveles de gobierno y en diversos ámbitos del diseño, creación y seguimiento de la legislación, el proceso legislativos, las políticas públicas y la toma de decisiones en temas de interés o de debate público.

Un amigo naturalizado xalapeño, Luis Leñero, recientemente me mostró un juego virtual diseñado por él, donde las personas se ponen en la posición de diseñadores de políticas y de presupuestos de gobierno, y juegan con todas las posibilidades de toma de decisiones que afectan los resultados de desarrollo, crecimiento, etc. Me parece que a genios como Luis y otros muchos que hay ahí afuera, debería apoyárseles para que desde la sociedad civil entremos de lleno a una era de nuevas formas de democracia y de ejercerla.

Quiero agradecer a mi hijo tocayo Arturo Márquez Flores, estudiante de la Maestría en Inteligencia Artificial de la Universidad Veracruzana, quien me ha ilustrado mucho para escribir este artículo y quien es un ejemplo de los nuevos profesionistas y especialistas que están en un futuro próximo marcando la diferencia en estos y otros campos. Es un gusto platicar con él, aprendo y los disfruto.