Este sábado se cumplen 25 años de la tragedia de Lomas Taurinas. El asesinato de quien ha sido el emblema de nuestra falsa aspiración de un país que nunca quisimos construir, de un partido político que nunca se transformó y que hasta ahora se resiste a hacerlo, de una clase política que implantó la cultura de los privilegios antes que la del esfuerzo, a la que él decía pertenecer. Al igual que Luis Donaldo Colosio, su proyecto de un país distinto murió por el impacto de una bala.
Nada nuevo hemos sabido de la muerte de Luis Donaldo en dos décadas. Acaso, en los últimos meses, el morbo nos tomó por sorpresa tras la decisión del Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI) de desclasificar los archivos de la investigación, en los que se incluyen videos de los interrogatorios del asesino material y de la necropsia realizada al ex candidato presidencial.
Ninguno de estos datos nos acerca a la verdad, si es que la hay. En todo caso, el gobierno de López Obrador se liberó deliberadamente de la carga histórica de contar la verdad.
Un cuarto de siglo después, la catarata de teorías del asesino solitario, del complot priista, del distanciamiento con Salinas, el narcotráfico, de la muerte presagiada por él mismo, sólo han servido para avivar el fuego de las leyendas urbanas y acaso, alejarnos del camino de una verdad que no conoceremos. Para el Estado, ya todo está dicho e investigado.
Según narra Héctor de Mauleón en la revista Nexos de enero de 2014, el último fiscal del caso, Luis Raúl González Pérez siguió 27 líneas de investigación e intentó desahogar más de 300 sospechas.
“El proceso incluyó casi dos mil declaraciones, repartidas a lo largo de 68 mil fojas. En un hecho inédito en la vida del país, en aquel proceso declararon un presidente en funciones, Ernesto Zedillo, y dos ex presidentes de la República: Carlos Salinas de Gortari y Luis Echeverría Álvarez (Salinas quedó registrado como el primer mandatario mexicano sometido a interrogatorio por parte de autoridades judiciales).”
“Aunque ciertos contenidos del expediente alimentaron columnas, reportajes y notas de prensa, los interrogatorios del fiscal y las declaraciones recabadas por éste no se publicaron jamás. Durante 20 años, aquellos miles de fojas quedaron en manos de abogados, testigos, declarantes y terceros. En ellos yace la novela no escrita sobre una clase política que arrojó al país a una de sus crisis más serias: un retrato completo de los usos y costumbres del priismo, realizado por él mismo.”
“Carlos Salinas declaró durante 12 horas y respondió 397 preguntas. Manuel Camacho dio respuesta a 111, Ernesto Zedillo a 35, Luis Echeverría a 15 y José Córdoba Montoya a 197.” Al final, la investigación judicial se convirtió en una colección de documentos históricos sobre el primer magnicidio cometido en México luego del asesinato en “La Bombilla”, en el lejano 1928, del presidente Álvaro Obregón, algunos de los cuáles han empezado a salir a la luz pública.
Sin embargo, hasta hoy, nada ni nadie logró variar la impresión de que el asesinato fue resultado de una disputa por el poder que, desde la designación de Colosio como candidato presidencial, había enfrentado a la clase gobernante. Esa ha sido la conclusión del imaginario de los mexicanos, desde donde se construyó la historia del mártir.
Ahora, el gobierno de la cuarta transformación ha encumbrado a dos protagonistas que aquéllos días aciagos: Alfonso Durazo, secretario particular de Luis Donaldo, y Marcelo Ebrard, el hombre más cercano a Manuel Camacho, el principal adversario político del sonorense.
La historia del homicidio los puso en bandos diferentes, pero igualmente víctimas políticas del magnicidio. La carrera de Durazo se truncó de golpe, casi al mismo tiempo que la de Ebrard al lado de Camacho; sin embargo, Marcelo logró reconstruirla junto a López Obrador en el gobierno de la Ciudad de México.
Adversarios políticos en la tragedia, hoy son compañeros del gabinete. Alfonso Durazo es el Secretario de Seguridad Pública y Marcelo Ebrard Secretario de Relaciones Exteriores. Por lo demás, Luis Donaldo Colosio sólo es parte de su historia personal.
Mañana, como cada año, los bustos abandonados y ennegrecidos por el paso del tiempo tendrán la fugaz visita de quienes aún intentan usufructuar su nombre. De aquéllos que tratan de ocultar su vergüenza antes que preservar su memoria. Escucharemos los mismos discursos, las mismas frases, la evocación hipócrita de un Colosio que no dejó más herencia que su condición de mártir.
Un cuarto de siglo después, el país ha cambiado radicalmente para seguir siendo el mismo.
Las del estribo…
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