Dora Elizabeth Granados Ramos, profesora investigadora adscrita al Laboratorio de Psicobiología de la Facultad de Psicología de la Universidad Veracruzana (UV), explicó que las dificultades de aprendizaje, sensoriales y motrices es posible identificarlas, prevenirlas y atenderlas a temprana edad, pero normalmente se detectan en etapas preescolares o escolares.
La científica es conocida por el desarrollo de investigaciones sobre la evaluación neuropsicológica de pacientes con dificultades de aprendizaje. Sus proyectos vigentes son: “Desarrollo normal y patológico neuropsicológico y neurofisiológico en preescolares y escolares” y “Envejecimiento saludable”; los proyectos dirigidos de estudiantes de posgrado son: “Correlatos de la reserva cognitiva con la actividad eléctrica cerebral de adultos mayores”, “Algoritmo de análisis para electroencefalograma ante emociones en niños con trastorno del espectro autista”, “Promoción de la lectura en niños con trastorno del espectro autista” y “Desarrollo cognoscitivo y neurofisiológico de niños con riesgo perinatal”.
Granados Ramos es coordinadora de la línea de investigación “Desarrollo neuropsicológico y neurofisiológico en diferentes etapas de la vida”, adscrita al Laboratorio de Psicobiología, entidad universitaria fundada en 2003 por el connotado científico Víctor Manuel Alcaraz Romero.
En entrevista para Universo, explicó que la línea de investigación surge del interés por conocer más sobre el desarrollo en general; cómo se generan conductas muy precisas (como la prehensión del lápiz) u otras más gruesas o complejas (como el lenguaje, la escritura, memoria y percepción). Aclaró que es importante describirlos, pero también explicar las patologías que pueden presentarse en diferentes etapas del desarrollo, con miras a proponer de qué manera modificar el comportamiento, así como hacer programas o establecer las bases para que quienes trabajan directamente en la intervención propongan estrategias que favorezcan, si es muy tempranamente, en que no se establezca una secuela del desarrollo, o que disminuya la severidad de esa secuela.
Declaró también que ni la infraestructura ni los tiempos les permiten hacer una intervención directa, pero tienen vinculación con instituciones como la Unidad de Servicio de Apoyo a la Educación Regular (USAER) de la Secretaría de Educación Pública, el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) o el Centro de Rehabilitación e Inclusión Social de Veracruz (Crisver). “Hemos establecido varias colaboraciones con instituciones tanto públicas como privadas”.
En ese tenor, consideró que el desarrollo de ese tipo de proyectos dentro de la Facultad de Psicología es significativo, porque se trata de espacios para que los estudiantes se familiaricen con el desarrollo de investigaciones como bases biológicas del comportamiento. “El hecho de que los alumnos se den cuenta cómo se vincula la teoría con su práctica es importante, que no vean a la investigación como algo alejado, como ‘alguien que está haciendo cosas que no tienen que ver con la realidad’, sino que ciertamente esto permite que ellos aprendan a identificar una problemática y la resuelvan. Ésa es la posibilidad”, dijo.
Identifican los factores de riesgo en etapas tempranas
En uno de los proyectos vigentes hay un grupo de investigación denominado “Nidos”, que está abocado a la etapa temprana. Explicó que el interés es ver cómo pueden identificar los factores de riesgo en ésta y para ello se basan en el factor de riesgo perinatal (que comprende entre los 28 días antes de nacer y los 28 posteriores). “En ese tiempo crítico puede afectarse la función del sistema nervioso, llevarnos a tener un daño y poder desarrollar una secuela, que después vemos en escolares que no hablan bien, no escriben, no tienen motricidad adecuada, son hiperactivos o autistas”.
La evaluación de la interacción madre-hijo o la del cuidador principal-bebé ha resultado de mucha utilidad, pues les ha permitido ver cómo se comunican con el recién nacido, de qué manera se establecen límites e interactúan en una terapia de juego o en el proceso de alimentación.
Después de ésta, realizan una evaluación de desarrollo, que les ha permitido ver si el pequeño ha logrado las conductas esperadas para la edad, tanto en el área motriz como cognoscitiva; asimismo, documentan si hubo algún factor de riesgo perinatal, prenatal u evento que pudiera asociarse a que el menor tenga alguna problemática. También, realizan un electroencefalograma, lo que les permite hacer el análisis neurofisiológico y conductual.
Aclaró que no han identificado casos severos; no obstante, “la mayoría de los niños que hemos evaluado tienen desde riesgo perinatal medio a alto. La ventaja de poderlo detectar en esas etapas es que precisamente se puede establecer una intervención y esos niños tendrían la posibilidad de que, en una etapa preescolar o escolar, no tuvieran dificultades de tipo sensorial o motor, como sí las tienen aquellos niños a quienes no se les detectó a tiempo. Ahí tenemos una acción preventiva”.
En su opinión, la dificultad en una etapa tan temprana del ser humano es que la madre o el cuidador principal no se sensibilizan ni creen que una intervención temprana repercuta para su desarrollo posterior. “Hay que sensibilizar a la población y explicar porqué es tan importante que en esa edad se hagan estos estudios, para qué le van a servir. Por ejemplo, tendría menos probabilidad de presentar problemas de lenguaje, escritura o aprendizaje”.
La científica también señaló que en México las personas no acostumbran realizarse evaluaciones neuropsicológicas ni neurofisiológicas que permitan saber si el funcionamiento del cerebro es adecuado o no, el órgano más importante por ser el que regula todas las funciones del cuerpo. “Vamos sólo cuando nos falla algo, ese carácter preventivo que existe en los países de primer mundo no se tiene en nuestro país; por eso es una labor constante de concienciación la que tenemos que estar haciendo”.
Granados Ramos precisó que entre los trastornos que más han identificado al realizar las evaluaciones neuropsicológicas y neurofisiológicas está el autismo y el trastorno específico del lenguaje. “A etapas más tempranas tenemos más posibilidades de corregir una dificultad”, insistió.
Karina de la Paz Reyes Díaz/Prensa UV