¿Alguien sabe de lo que respondió la madre tierra a la solicitud del gobierno federal por construir su tren Maya? ¿Lo hizo por oficio, por whatsapp o mediante columna de humo? ¿Puso condiciones de preservar su naturaleza o de plano les dio un cheque en blanco para que fastidien el hábitat y la selva?
Hace algunos años, siendo estudiante universitario, una compañera de clase –hoy una destacada activista por los Derechos Humanos de la comunidad mexicana en Estados Unidos- se fue a estudiar a Suecia durante un semestre. Justo en aquél viaje, en México vivíamos episodio de la investigación de la PGR sobre el homicidio de José Francisco Ruiz Massieu.
Para los suecos, platicaba, era inverosímil que la principal institución de procuración de justicia del país utilizara a una vidente para investigar el homicidio del cuñado del ex presidente de la República y uno de los políticos más importantes del país. No lograban entender nuestra incapacidad para realizar una indagatoria policial y que en su lugar se utilizara un rito para resolver el caso.
Preguntaban con asombro a mi avergonzada compañera de clase, si México era igual o más pequeño que Haití, dónde se encontraba en el continente y porqué se utilizaban a brujos para resolver temas tan importantes. A partir de ese episodio –entonces era lo que más se decía de México en Europa- pasamos a ser un país comparable a cualquier aldea de chamanes.
Hoy no estamos tan lejos. Ya me imagino la expresión de Donald Trump y Justin Trudeau cuando se enteraron que su segundo socio comercial inauguró una obra de miles de millones de dólares pidiendo permiso a la madre tierra. Porque, en efecto, una cosa es que se respeten las tradiciones de las culturas originarias del país, y otra que las políticas públicas –donde también están involucrados inversionistas extranjeros- se realicen al amparo de actos que no están previstos en las leyes, y aquéllos que sí lo están, sean ignorados deliberadamente.
Hasta ahora nada sabemos del estudio de impacto ambiental, de la consulta a los pueblos indígenas –la que está considerada como obligación del derecho internacional y no como una ceremonia ancestral-, ni de las licitaciones para los trabajos que habrán de realizarse. De hecho, a pesar de que este fin de semana iniciaron las obras, no hay una idea realista sobre el costo final del proyecto.
Aquéllos que defendieron la cancelación del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México por el riesgo ambiental que representaba al lago de Texcoco, hoy han guardado un silencio cómplice ante los riesgos que implica el Tren Maya.
El proyecto de infraestructura Tren Maya, que se inició este sábado en Palenque, Chiapas, tiene el potencial riesgo de desaparecer ecosistemas completos, provocar una tragedia en comunidades cercanas a la obra y empujar a la desaparición a especies en peligro de extinción, aseguraron tres expertos consultados por el HuffPost México.
A los tres especialistas –un biólogo, un hidrogeólogo y una agrónoma—les preocupan distintos temas, pero coincidieron en una misma inquietud: el ambicioso proyecto de mil 500 kilómetros que atravesaría Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo será realizado sin que se conozca el impacto ambiental de la obra, luego de que el propio gobierno aseguró que estará listo hasta el 2019. Y si no se conocen los riesgos, tampoco existen planes para mitigarlos.
Por ejemplo, según especialistas, un total de dos mil jaguares, de los cuales mil habitan en la reserva de la biósfera de Calakmul, se encuentran en riesgo por la construcción del Tren Maya. Por ello la planeación del proyecto bajo ninguna circunstancia deberá impactar las zonas núcleo y de amortiguamiento de las áreas naturales protegidas de la península de Yucatán. Pero eso tampoco se sabe.
La referencia a la Paca no es una reflexión mal intencionada. Es la muestra de las consecuencias –internas y externas- de un Estado debilitado por la voluntad unipersonal de sus gobernantes. El gobierno debe demostrar que el proyecto del Tren Maya es social, económica y ambientalmente sustentable, y en consecuencia, capaz de cumplir con las leyes que exigen su construcción, evitando hacer propaganda con los pueblos originarios.
Pero si el gobierno federal considera que con ofrecer aguardiente pollo y tortillas a la madre tierra es suficiente, entonces no cabe duda que iniciamos una vertiginosa regresión a la figura del tlatoani.
Las del estribo…
- Se comentó en este mismo espacio: la única forma de abrir las universidades prometidas por el Presidente era restándole recursos a las ya existentes. La UNAM, la segunda más importante de América Latina podría tener un recorte de mil millones de pesos; el IPN y la UAM otros 450. Sin educación de calidad, el país camina al precipicio.
- Si la regla para trabajar en el gobierno de Cuitláhuac era no haber sido parte de la administración yunista, Enrique Nachón es la excepción. Protegido por el priismo de Fidel Herrera y Javier Duarte –donde fue delegado federal de Infonavit y gerente de Invivienda-, consentido del gobierno de Miguel Ángel Yunes –quien lo ratificó en el cargo-, ahora es el flamante Subsecretario de promoción y apoyo a la industria en el gobierno de Morena, gracias a los buenos oficios de su tía la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero. Su paso por las administraciones de todos los colores responde más a su historia de traiciones que a su capacidad profesional. Sus socios deben estar felices.