La primera sesión de la LXV Legislatura se desarrolló en un clima de tersura. No hubo inconformidades, ni pataleos, ni impugnaciones a los nombramientos de presidente, vicepresidente y secretario de la Mesa Directiva. Acaso un ligero escarceo antes de la sesión con los panistas, pero leve. Todo se hizo como en los tiempos del PRI, nomás que en esta ocasión el protagonista fue Morena.
No fue sorpresa la nominación de José Manuel Pozos Castro como presidente de la Mesa Directiva porque su nombre sonaba desde la víspera. El problema estaría en la vicepresidencia donde el gobernador Miguel Ángel Yunes quiso jugar su última carta y mandó a Marijose Gamboa como su candidata. Pero los morenos la batearon.
“Nos corresponde por ley, los panistas somos la segunda mayoría” dijo Sergio Hernández. “Sí es cierto -le contestaron- pero ustedes fueron en alianza con MC y PRD, escojan de ahí a su candidato a la vicepresidencia, pero Marijose no va”. “Si va” insistió Sergio. “Oh chingá, que no va”. Y no fue Marijose que estuvo rumiando su ira toda la sesión.
Al final la mesa directiva quedó conformada por José Manuel Pozos Castro del Partido del Trabajo, como presidente; Alexis Sánchez García de Movimiento Ciudadano como vicepresidente y Jorge Moreno Salinas del PRI, que fue designado secretario.
Y todos contentos menos Marijose y Sergio Hernández que ahora se quejan de imposición y exclusión, mismos argumentos que les restregaron los morenos en la anterior Legislatura.
¿Por qué se escogió a Pozos Castro para la presidencia? La respuesta es muy sencilla; ninguno de los diputados de Morena tiene experiencia legislativa y el nacido en Plan de las Hayas ya fue diputado local y federal. Además, es bueno para cabildear y es conciliador.
A Pozos se le puede acusar de muchas cosas menos de desleal. Sabe ser agradecido y a Morena (léase López Obrador y Cuitláhuac García), les debe su resurgimiento político.
Aunque no lo dijeron abiertamente, los diputados de Morena tienen dos consignas: pedir que se audite la administración de Miguel Ángel Yunes y el trabajo de su ayudante el Fiscal Jorge Winckler. Y hay mucha tela de dónde cortar.
Sin duda el caso más sonado es la residencia valuada en 8 millones de pesos que le habrían decomisado a Adolfo Mota Hernández a cambio de no meterlo a la cárcel por bandido. Esta propiedad no fue integrada a la lista de objetos incautados a la banda de Duarte, y Winckler se la habría apropiado de la misma manera en que los ladrones se reparten un botín.
Yunes Linares salió a defender a su empleado y acusó de “ignorantes” a quienes descubrieron el presunto chanchuyo, pero su defensa fue tan pobre que hasta causó pena ajena.
Que el Fiscal Jorge Winckler, que se supone, es el abogado de los veracruzanos esté acusado de agandallarse una propiedad que no era de él, es un delito que deberá investigarse. Lo mismo que otras propiedades que adquirió en apenas dos años y que no empatan con el dinero que devenga como Fiscal.
Pero Jorge se defiende y asegura que cubrirá los siete años que le faltan de gestión. Hay quienes dicen que no lo pueden cesar porque el cese no está contemplado en la ley. Y es verdad, pero sí lo pueden obligar a que renuncie como el propio Jorge obligó a dimitir a su antecesor Luis Ángel Bravo Contreras.
Diga lo que diga, los días de Winckler como Fiscal están contados y su suerte está echada, lo mismo que la de Fiscal Anticorrupción Marcos Even Torres Zamudio, cuyo nombramiento fue más chueco que un plátano.
Falta saber qué va a pasar con el gobernador Miguel Ángel Yunes.
En su deseo de venganza y en la creencia de que gobernaría Veracruz al menos por otros seis años, Yunes cometió errores garrafales y ofendió a quien en tres semanas llevará las riendas de la nación.
Y esos errores se pagan y se pagan caro.
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