El pintor y escultor figurativo Eduardo Arroyo, fallecido hoy en Madrid a los 81 años, es uno de los artistas más relevantes del arte español del siglo XX y el gran exponente de la llamada «figuración narrativa».
Eduardo Arroyo (Madrid, 1937) se exilió voluntariamente en París en 1958, donde permaneció hasta la llegada de la democracia a España a finales de los años setenta.
En la capital francesa comenzó su actividad como pintor, además de dedicarse al periodismo.
Artista autodidacta, pronto conectó con los círculos intelectuales y artísticos de vanguardia y desempeñó un importante papel dentro de los sectores progresistas de la cultura francesa.
En 1965 firmó, junto a Gilles Aillaud y Antonio Recalcati, el «Manifiesto Pictórico», en reacción contra el informalismo de la época.
La exposición colectiva presentada ese año en la Galería Greuze de París con el título «Vivir y dejar morir, o el fin trágico de Marcel Duchamp», fue un escándalo y un hito dentro de la figuración europea de los sesenta.
Como pintor, expuso regularmente en los principales centros artísticos de Europa y América. Sin embargo, en España fue prácticamente desconocido durante años.
Su primera exposición, en 1963, fue clausurada por la censura. Años después, al ser nombrado comisario de la Bienal de Valencia, fue detenido en esta ciudad española, y gracias a la presión internacional no ingresó en prisión, y solo fue expulsado de del país.
Ya en democracia, en España realizó diversas muestras, como la antológica de 1982 en la Biblioteca Nacional de Madrid.
Compaginó a lo largo de su carrera varias actividades artísticas, como la pintura, la escultura y la escenografía.
Entre sus trabajos de escenografía destacan «Off limits», de Adamov (1969 y 1972); Wozzeck», de Alan Berg (1971); «En la jungla de las ciudades», de Brech (1973) o «La vida es sueño», de Calderón, por la que recibió el premio de Teatro «El Espectador y la Crítica» a la mejor escenografía en 1981.
Arroyo diseñó las escenografías de la obra «Pálida madre, tierna hermana» de Jorge Semprúm en el Festival de las Artes de Weimar (Alemania) de 1995.
Realizó también la escenografía de la opera «La casa de los muertos», del checo Leos Janeck, que inauguró los Festivales de Salzburgo (Austria).
Premio Nacional de Artes Plásticas 1982, era caballero de las Artes y de las Letras, nombrado por el Gobierno francés.
En 1991 expuso una serie de grabados dentro de la muestra «El Prado visto por doce artistas contemporáneos».
Otra importante exposición antológica reunió en 1998 bajo el título «Orgullo y pasión» expuso en el Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid. En 2003, expuso en el Museo Ludwing de Arte Contemporáneo de Budapest 35 óleos de gran formato de los últimos veinticinco años.
Dos años después fue galardonado con el premio de la Fundación Simone et Cino del Duca-Instituto de Francia.
Arroyo no abandonó su vocación literaria y en 1874 publicó «Treinta y cinco años después», denuncia contra el régimen franquista. En 1986 estrenó en Munich su primer drama, «Bantam».
Su autobiografía, editada en Francia en 1989 bajo el título «Sardines a l’ huile», significó un nuevo escándalo, tanto en Francia como en España, por las acusaciones contra personajes de la vida política y cultural de ambos países.
En 1990 publicó la versión española del citado dietario «Sardinas en aceite» y en 2009 sacó su libro de memorias titulado, «Minuta de un testamento».
Entre sus últimas exposiciones se encuentra la reunida en París en octubre de 2015, una muestra sobre sus mejores retratos de los últimos cincuenta años de su vida.
Sin alejarse de Francia, en junio de 2017 el artista figurativo mostró parte de su obra, un repaso de medio siglo dedicado a la pintura y la escultura.
Con información de Notimex