Tras la desaparición de Fermín Arroyo Ruiz, sus pequeños hijos sólo saben que “salió de viaje”.
Ese viaje lo ha alejado desde hace siete meses de su familia, que con un llanto escondido ruega por su regreso.
Su madre, María Elda Beatriz Ruiz Domínguez, recuerda a su hijo como un hombre honesto, trabajador, de esos “que se quitan el pan de la boca para dárselos a otros”.
“Era buen padre, responsable, trabajador, puedo hablarles maravillas de mi hijo, maravillas, se quitaba el pan de boca para dárselo al prójimo”.
Él fue levantado en su lugar de trabajo el pasado 8 de enero en la unidad habitacional La Florida, en el Puerto de Veracruz. Se dedicaba al comercio, vendía ropa, zapatos y demás mercancía.
Algunas personas vieron como varios desconocidos descendieron de una camioneta, lo golpearon, lo obligaron a subirse en el vehículo y partieron con la última imagen del joven de 33 años de edad, pero después de esto nadie de los testigos quiso aportar más datos.
“Por miedo puse una denuncia hasta mayo (cuatro meses después de su desaparición) he ido con esfuerzos, no me importa quedarme sin comer y me seguiré quedando hasta encontrarlo”.
Pese a los buenos augurios de las autoridades y las cifras que se empeñan en difundir sobre la disminución de los delitos en el estado, Fermín es ahora buscado por sus seres queridos.
Con un llanto que frena la plática, su madre de 59 años dice que ya no sabe qué más decirle a sus nietos, de cinco y ocho años, para explicar la ausencia de su papá.
Ya con siete meses de agonía, su cuerpo cansado y desgastado, logró encontrar refugio y apoyo con las madres de decenas de personas que también sufren la pérdida de sus familiares.
“Yo no busco culpables, ni nada, pido a mi hijo, son siete meses que mi único hijo varón no está, tengo dos hermosas mujeres pero él es mi niño”.
Hasta ahora, la Fiscalía General del estado (FGE) no ha avanzado en las investigaciones y con el paso del tiempo teme que los indicios de la ubicación de su hijo desaparezcan como él lo hizo.
Perla Sandoval/Avc