El cardenal Sergio Obeso Rivera aseguró que el secreto de la “paga” a su servicio radica en que durante varias décadas sirvió al Señor y no en los logros que pudo acumular.
Durante la Eucaristía de su recepción, realizada en la Catedral Metropolitana, usó como base la parábola bíblica sobre los trabajadores de la viña a quienes se les pagó la misma cantidad sin importar si llegaron o no al mismo tiempo.
Señaló que tras más de 47 años de servicio, ha comprendido que basados en el servicio, quienes llegaron a última hora recibieron una exigua compensación, comparada con quienes llegaron a primera hora, que recibieron una paga mucho superior pues sirvieron durante más tiempo.
“Yo me siento representado entre los que llegaron a primera hora, pues debo confesarles que ingresé al Seminario en circunstancias muy especiales que omito: cuando aún no cumplía 13 años. Actualmente estoy por cumplir 87 si el Señor es servido. El secreto que nos abre la puerta a la inteligencia de la célebre parábola, estriba en entender que, sirviendo al Señor, la paga está en el mismo hecho de servirle: quien le sirve más tiempo, recibe una paga mayor a la paga del que acaba de entrar”.
Dijo que el sentido de su vida ha sido ocupando el sacerdocio que recibió a los 23 años y que la paga ha sido tan abundante como la suma de sus años.
“Esto significa para mí el que el Señor se haya fijado en mi insignificancia, para dar la última nota de grandeza a esta espléndida sinfonía que suena en Su servicio”.
Recordó que fue ordenado presbítero de su Iglesia cuando contaba con 23 años y que transcurrieron 17 para que fuera llamado obispo, tras lo cual han sumado 47 años de servicio
“Gracias por 17 años que me concediste la grave responsabilidad de colaborar en la formación de los sacerdotes, gracias por los tres años privilegiados en que me desposaste con una bella novia que fue la Diócesis de Papantla, gracias por la confianza que pusiste en mis manos como formador del Seminario y, gracias Señor por estos 47 años de Obispo en que me colmaste de regalos al ponerme al servicio de tu pueblo en Xalapa”.
Y pidió tener el don de comprender a sus semejantes, de saber dialogar con ellos, y poder hacer convertirlas ahora en programa para los años que le restan.
“Gracias Señor porque a lo largo de toda mi vida, me has recompensado con un sueldo extraordinario, no de última hora, sino muy por encima de lo merecido: vivir a tu servicio”.
Perla Sandoval/Avc