Desde la mafia del poder hasta el avión que no tiene ni Obama, López Obrador ha sido un personaje de frases más que de ideas. Para nadie es un secreto que en las primeras oculta la ausencia de las segundas; y muchas veces, ha tenido que recomponer ante la evidente contradicción que entraña la mayoría de ellas.
Así, de acuerdo al momento y el interés, es capaz de defenestrar a cuanto personaje se atraviese en su camino –aunque no necesariamente sea su adversario-, o defender con pasión a quienes arrastran tras de sí una historia negra pero que con sólo expresar su apoyo a AMLO, es suficiente para gozar de esta especie de purificación bautismal.
Andrés Manuel no argumenta, descalifica; no debate, impone su verdad; no escucha, censura. Y para prueba, bastan apenas dos botones de muestra, los más recientes sobre lo que significa el populismo y la censura en tiempos de elecciones.
Así, mientras él puede usar libremente –ejerciendo un legítimo derecho de expresión- un arsenal de frases peyorativas, muchas veces sin fundamento, es sumamente violento a la crítica y los señalamientos a su proyecto. Puede referirse mil veces a la mafia del poder –a la que pertenecen sólo aquéllos que él decide- pero montar en cólera si los hombres de negocios cuestionan sus dichos.
Luego de la publicación de un desplegado titulado “¿Hasta cuándo?”, por parte del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, en el que se cuestiona que: “Ya son dos las elecciones presidenciales en las que los partidos que representan a las izquierdas alegan fraude porque el resultado fue contrario a sus intereses”, López volvió a mostrar signos de populismo y censura.
El candidato presidencial los acusó de financiar la «guerra sucia» en su contra y “no dar la cara”; de tener confiscadas a las instituciones y de rehén al gobierno y de no querer “dejar de robar ni perder el privilegio de mandar”. Y por si fuera poco, los calificó como una “minoría rapaz” que se sienten amos de México; y para cerrar la intestinal respuesta les dijo que son responsables, de la inseguridad y la violencia porque “se han dedicado a saquear y a robar y se abandonó al pueblo».
Después de la retahíla de calificativos, ¿acaso puede Andrés Manuel acusar censura? Eso sí, dijo que los buenos empresarios no tienen de qué preocuparse. ¿Quién va a decidir quiénes son buenos o malos? ¿Lo hará según su moderna tabla de Moisés escrita por él mismo?
A AMLO nadie lo censura, pero puede darse el gusto de censurar a quien le venga en gana. Si se trata de periodistas, por ejemplo, los llama maiceados sin siquiera conocerlos, como sucedió aquí mismo en Veracruz.
El segundo botón ha sido el intento de censura de la serie sobre el populismo, del que se dice víctima. La serie seguramente no será muy diferente del decálogo del Populismo que escribió el historiador Enrique Krauze y al que nos referimos en marzo pasado en este mismo espacio.
El productor de la serie “El populismo en América Latina”, donde se compara a Andrés Manuel López Obrador con Hugo Chávez, acusó al candidato de Morena de presionar para evitar su transmisión. “Los productores nos hemos hecho cargo de la objetividad histórica, la veracidad de los hechos reseñados y la pluralidad de las opiniones recogidas, así como los altos valores de la propia producción”, aseguraron en una carta enviada a la opinión pública.
El productor sostuvo que si el tabasqueño realmente fuera una demócrata permitiría la libertad de expresión, incluso comentó que le encantaría que López Obrador pudiera ver la serie para que se exprese de ella con conocimiento y se dé cuenta de su valor histórico. “La serie es del populismo más no de López Obrador”, aseguró.
Y para dar luz a este último debate, rescato dos rasgos del extraordinario ensayo de Krauze:
El populista no sólo usa y abusa de la palabra: se apodera de ella. La palabra es el vehículo específico de su carisma. El populista se siente el intérprete supremo de la verdad general y también la agencia de noticias del pueblo. Habla con el público de manera constante, atiza sus pasiones, “alumbra el camino”, y hace todo ello sin limitaciones ni intermediarios.
El populista alienta el odio de clases. Los populistas latinoamericanos corresponden a la definición clásica, con un matiz: hostigan a “los ricos” (a quienes acusan a menudo de ser “antinacionales”), pero atraen a los “empresarios patrióticos” que apoyan al régimen.
Si lidiamos con las expresiones de López Obrador –algunas ciertas y otras no- entonces tendrá que lidiar con nuestra libertad de ver lo que se nos pegue la gana.
Las del estribo…
- Las encuestas que dan amplia ventaja a Pepe Yunes en la búsqueda del gobierno de Veracruz no sólo son falsas; son un autoengaño que no debería permitir el propio candidato. La mentira sólo beneficia a sus adversarios que siguen peleando la punta. Si el abanderado priista aspira realmente a ganar, debe sacudirse las rémoras que sólo buscan sobrevivir.
- Este sábado, cuando el magnate y líder petrolero, Carlos Romero Deschamps se refería a limpiar la casa, ¿hablaba de limpiarla hasta no dejarle un centavo, como lo ha hecho en su sindicato? La limpia de la casa tricolor tendría que empezar, precisamente, por el impresentable personaje y su familia.