Alojado en el tercer lugar desde el inicio del proceso electoral –tanto en la elección a Presidente como en la de Gobernador-, el Partido Revolucionario Institucional está en la víspera de lo que podría ser la derrota más estruendosa de su historia. Si hace un par de años perdió la gubernatura y hace algunos meses las principales presidencias municipales, en esta ocasión podría perderlo todo.
Y no se trata de una predicción catastrofista sino del cáncer que aloja en su propio organismo. Nadie ha hecho más por desaparecer al PRI en Veracruz como su dirigencia nacional y el duartismo fiel, quienes se preparan para darle la última estocada ante la mirada complaciente del gobernador Miguel Ángel Yunes Linares. El mandatario no ha tenido que mover un dedo para lograr su objetivo porque de eso se encargaron los propios priistas.
En realidad lo que está en juego en esta elección, al menos en la aldea, es la prevalencia de las dos corrientes históricas: la de Fidel Herrera Beltrán y Miguel Ángel Yunes Linares. Los partidos políticos sólo han sido el instrumento para continuar en esta soterrada disputa personal que tanto ha lastimado y empobrecido a los veracruzanos. Pero por ahora, no hay otra alternativa.
El caso del PRI es dramático. Por más que su candidato al gobierno estatal, José Francisco Yunes Zorrilla, insista en que la Gubernatura no ha sido negociada entre el gobierno federal y Miguel Ángel Yunes –algo que se mantiene en la opinión pública desde la derrota de Héctor Yunes en 2016-, las señales parecen ir en contrario.
Desde hace un par de años, el CEN del PRI decretó un completo abandono del partido en Veracruz. Frente al descrédito de la corriente de Fidel Herrera y Javier Duarte no hubo una acción contundente. Por el contrario, se enviaron delegados que se encargaron de mantener a buen resguardo los intereses de la fidelidad, entregando candidaturas que resultaron un fracaso, acaso de manera intencionada, para abonar al crecimiento del Partido Verde, la nueva franquicia del proyecto fiel.
El resultado está a la vista. El PRI perdió la gubernatura, y un año después, las principales ciudades del estado, incluyendo la capital y el puerto de Veracruz. Hoy se gobierna a la minoría y se tiene una nula representación legislativa. A pesar de su responsabilidad en las derrotas, los fidelistas aseguran que estas se originaron por prescindir de ellos, que por eso se tuvieron que refugiar en el Partido Verde, desde donde buscarán enfrentar a su enemigo histórico.
Así, para esta elección Fidel se hecho de los despojos del PRI y ha cooptado por completo al Partido Verde, con la complacencia obligada del candidato al gobierno del estado. Seguramente Pepe Yunes entiende que con Fidel como un aliado público difícilmente ganará la gubernatura, pero con él en contra en la oscuridad, es casi seguro que la pierda. Por si eso llegara a pasar, el propio ex gobernador ya ha tendido los puentes necesarios –incluso desde el gobierno de Javier Duarte-, con el candidato presidencial de Morena.
Hace tiempo que Fidel no es fanático de la idea de un priista en la Presidencia de la República. Sabe que la verdadera fuerza de un gobernador radica en su independencia respecto del Presidente; a él le fue muy bien con Vicente Fox y pudo enfrentar con éxito los embates de Felipe Calderón; en cambio, en la administración de Enrique Peña fue desterrado aunque no perseguido. Que haya un Presidente de oposición es una de sus apuestas más fuertes.
Tal vez por eso el pasado proceso para la selección de candidatos a senadores, diputados federales y locales, mostró el escepticismo de los propios priistas sobre su futuro inmediato. Ante la estrategia de romper la alianza entre el PRI y el Partido Verde, muchos aspirantes decidieron no inscribirse, como fue el caso de la delegada de la sedesol Anilú Ingram. Ir a una campaña sin estructura ni dinero para competir en contra de los candidatos de Fidel Herrera en el Partido Verde lo consideraron como un acto suicida.
Al final, Fidel Herrera quiere lo mismo que Miguel Ángel Yunes: que su hijo sea Gobernador de Veracruz. Sabe que no será posible en este momento, pero está sembrando el terreno para que lo sea en seis años; y para ello, necesita deshacerse de la marca del PRI que ya no le sirve. Ya una vez, con la intención de que Javier Duarte no tuviera competidor en la candidatura al gobierno del estado, hizo perder a Pepe Yunes, mandándolo a un tercer lugar que le negaba el acceso a la Cámara de Senadores. Esta vez la historia se podría repetir, buscando que su hijo de sangre haga lo que Duarte no pudo: continuar el proyecto transexenal.
Hoy el PRI no tiene estructura y sus principales operadores han cambiado de bando. En la pasada elección municipal, las planillas del Partido Verde se armaron en la oficina de la delegada del CEN, Lorena Martínez, amiga personal y aliada política de Fidel Herrera. Tampoco tiene recursos y debe enfrentar un creciente descrédito ante la opinión pública por el gobierno de Javier Duarte.
Este es el escenario que enfrenta actualmente el PRI y su candidato. En otras circunstancias, el triunfo de Pepe Yunes podía estar garantizado, sin embargo, otra vez Fidel Herrera se ha cruzado en su camino. La buena imagen del candidato y el pésimo desempeño del gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares no serán suficientes para evitar lo que parece ser la crónica de una derrota anunciada.
La del estribo…
- Cobra fuerza la especie de que Duarte podría ser liberado ante las deficiencias –reales o pactadas- en la investigación realizada por la Procuraduría General de Justicia en su contra. ¿A quién le interesa que Javier Duarte deje la cárcel? ¿Cuál sería el propósito? ¿Quién se beneficia de que corra esa versión? Todas las respuestas pasan por la elección de julio próximo.
- Hace algunos días, Pepe Yunes se reunió con periodistas. Ni fueron todos los que son, ni lo son todos los que fueron. Lo están llevando al mismo error del Duartismo: dividir al gremio entre aliados y adversarios a partir del interés personal de sus voceros y no del suyo propio. La desesperación por sobrevivir es mala consejera.