Casi 32 años después de la catástrofe nuclear que dejó inhabitable la región circundante a la central soviética de Chernóbil (Ucrania), están a punto de finalizar la labores para instalar en la zona una enorme planta solar (3 mil 800 paneles fotovoltaicos dispuestos a lo largo de 25 kilómetros cuadrados), capaz de proporcionar un megavatio de energía renovable para la red eléctrica local.
Esta nueva planta se encuentra situada a tan sólo 100 metros de distancia del Sárcofago, la cúpula metálica que evita nuevas fugas de radiación procedente de las ruinas de la antigua central. La explosión de su cuarto reactor, el 26 de abril de 1986, constituye todavía uno de los más graves accidentes nucleares de la historia, clasificado como de nivel 7 (el mismo que la catástrofe de Fukushima) y causante de la muerte de 31 personas y de la contaminación (en diversos grados) de otros 4 millones.
Una vez que la planta esté terminada, no sólo será un logro para el ministerio de Energía ucraniano (según Yevgen Varyagin, jefe del proyecto, “esta planta de energía solar puede cubrir las necesidades de una población de tamaño medio“), constituye también toda una victoria simbólica, al permitir que un enclave como Chernóbil pueda empezar a vincularse a partir de ahora con el cuidado al planeta. Además, se estima que en el futuro se podría ampliar la planta para producir hasta 100 veces más energía.
Al fin y al cabo, no hay muchas más aplicaciones que se puedan dar al terreno. No al menos por un tiempo: según las estimaciones del gobierno ucraniano, aún deberán pasar 24 mil años antes de que resulte seguro que los humanos vuelvan a establecerse allí, a causa de la alta contaminación del suelo. De hecho, a causa de la prohibición de perforar o excavar en el mismo, los paneles fotovoltaicos de la central se han fijado a losas de cemento y no directamente al suelo.
Con información de Sin Embargo