El encuentro con el jazz, las vivencias en JazzUV y la historia de su primer proyecto, Blah, Blah! Trío, son los temas de esta segunda parte de la conversación con Abraham Díaz.

La señal es el jazz,/ ve dejando otros ritmos detrás

Por esas épocas conocí en Oaxaca a Renato [Domínguez], fue a tocar con Lucio [Sánchez] y con [Alejandro] Bustos a la Biblioteca Henestrosa, esa fue la primera vez que vi jazz en vivo, me acuerdo que vi a Renato y dije bueno, ¿qué cosas está haciendo este tipo?, suena increíble pero ni siquiera entiendo qué cosa es lo que hace, cómo le hace para salirse del tiempo y de ahí, de la nada, regresar, y todos caen y nunca se pierden, me acuerdo que me impresionó bastante.
De ahí fuimos a una jam y me acuerdo que Renato me decía súbete a tocar, pero yo ese día me sentía mal, estaba ahí por estar con él y verlo tocar pero ya me quería ir a mi casa. Renato me habló de JazzUV y me dejó un folleto que llevaba.
Decidí venirme a estudiar a JazzUV, para ese entonces yo ya estaba trabajando un poquito más en la cuestión musical, me acuerdo que dije me voy a poner a estudiar para mi examen de admisión, no sabía qué estudiar porque no tenía ni la menor idea de lo que era entrar a una escuela o hacer un examen pero me puse a estudiar lo mejor que podía con las herramientas que tenía. Me trajo mi hermano en su coche, no conocíamos la ciudad pero mi hermano es muy hábil para ubicarse y llegamos a JazzUV, quién sabe cómo pero llegamos (risas). Me quedé, hice el examen de admisión con Renato y con Tavo Bureau.

Voy a dejar las cosas que amé, / la tierra ideal que me vio nacer

Salieron los resultados, quedé y me vine para acá a los 18 años, me vine con mi mamá, mi hermano, ropa y ya, ni siquiera traía batería. El día que llegamos encontramos un cuarto, me compraron un mapa, me dijeron aquí está tu cuarto, aquí está tu mapa, que Dios te bendiga y échale ganas, y ese mismo día se regresaron. Yo estaba muy emocionado, estaba súper contento porque era el siguiente paso para mí, pasar de los cuadernos de mi casa a estudiar en una universidad para profesionalizarme en la música.
Entré a JazzUV e igual que cuando entré por primera vez a una escuela de música, me costó muchísimo trabajo. Yo nunca había estudiado jazz, mi maestro de batería era Renato, el de lectoescritura era Bustos y el de entrenamiento auditivo era Aleph [Castañeda], me daba terror porque los veía tocar y decía esta gente es increíble y me preguntaba si iba a tener un lugarcito dentro de todo ese movimiento que me impresionaba, me daba mucho miedo y a la vez me emocionaba porque decía ah, esos son mis maestros.
La sufrí un poco al principio porque me costaba mucho y no tenía batería, tuve que volver a los cuadernos (risas) y a lo que me pusieran enfrente para poder estudiar y hacer la tarea de Renato. Me esforzaba un montón y sufría porque pensaba que iba a reprobar con Renato, me preocupaba porque nos enseñan que hay que aprobar pero lo que más me angustiaba era no avanzar, pero le metí muchas ganas y al final yo fui el único que quedó, todos los demás desertaron, no me acuerdo ni quienes eran pero fui el único que se presentó al examen, además hice un compendio de todo lo que habíamos hecho, saqué todo y lo escribí. En el examen conocí a Sammy Mendoza y me felicitó, también me felicitó Renato. Creo que esa fue mi primera prueba, literal y metafóricamente, de ir creciendo, no solo en la música sino en la vida; ya vivía solo en una ciudad a la que en mi vida había venido y en la que no conocía a nadie, entonces, que me haya ido bien en ese examen significó bastante para mí, fue un punto en el que dije ah, de esto se trata.
Seguí en la escuela, fui conociendo gente, conocí a muchos que hasta ahora son mis amigos, son gente que siempre he admirado y quiero mucho: Fuensanta [Méndez], Silvana [Estrada Beverido], Santiago Von, Sebastián Madrigal, todos ellos. Nos conocimos en la escuela y fuimos creciendo juntos, éramos de la misma edad y nos volvimos súper cuates, íbamos a casa de Fuensanta, a casa de Silvana o a mi casa y nos la pasábamos tocando y platicando.

Aleph

Aleph también fue una figura súper importante, número uno, porque fue nuestro primer maestro de entrenamiento auditivo. También estaba Axel Velázquez, que es un tipo súper chistoso, nos sentábamos juntos y parecía clase de primaria porque el tipo estaba hable y hable y hable y nosotros nos moríamos de la risa y Aleph nos regañaba, me daba mucha pena porque se suponía que ya estábamos en una universidad y Aleph tenía que regañarnos. Yo le agradezco a Aleph que nos tuvo un montón de paciencia, no solo en eso, él fue uno de los primeros maestros con los que tuve la oportunidad de tocar y para mí todavía es el bajista con el que se sentía una cosa súper especial tocar, no se me olvida el hecho de que Aleph te hacía sentir que lo que estabas haciendo contribuía a lo que estaba sucediendo musicalmente y creo que eso, cuando uno está empezando, es un combustible.
No sé cómo lo hice la primera vez que toqué con él, realmente no me acuerdo pero ver en su cara que estaba disfrutando fue muy importante, también ahí se comportaba como maestro, estaba dirigiéndote y llevándote para que te soltaras y disfrutaras. Eso fue súper importante para mí porque me demostró que lo que yo hacía sí le llegaba a la gente que me estaba oyendo y a la gente con la que estaba tocando, que ellos podían disfrutar con lo que yo hacía. Esa es otra cosa que también fui aprendiendo con el jazz -porque yo nunca había tocado esa música-, que no era nada más un engrane de un todo mucho más grande, sino que que ese engrane también era muy importante y que alguien lo podía apreciar de manera genuina, entonces, ese sentimiento que tenía con Aleph al tocar me motivaba mucho. Obviamente yo me daba cuenta de mis carencias y de todo lo que me hacía falta -y me sigue haciendo falta- pero esa actitud tan positiva a la hora de la música hacía que si lo habías hecho así, pues te ibas a tu casa a estudiar el triple para hacerlo todavía mejor y que esa energía que se generaba, se multiplicara. Fueron súper positivos esos encuentros musicales con Aleph.

La suerte que, un día, para ti querías, me la das a mí

Cuando fui a mi primera jam aquí en Xalapa Renato me vio y me dijo pásale, pásale, yo entendí que pasara al lugar pero me decía que pasara a tocar la batería (risas). Cuando preguntaron ¿no hay bateristas?, él dijo aquí hay uno. Yo nunca había tocado, ni me acuerdo qué canción fue ni con quién toqué ni qué toqué, pero esa onda de empujarme al agua y ahí nádale o salte como puedas, creo que también fue súper positiva, fue el otro lado de la moneda, no es que esperas a estar preparado sino que tienes que estar preparándote para cuando llegue el momento, hacerlo. Ese fue mi primer jam y creo que me curó del susto Renato porque de ahí ya ¿cuál miedo? (risas).
El compromiso fue creciendo a más cosas, ahora me quiero subir a una jam, ahora quiero seguir tocando con Aleph, ahora ya no quiero que nada más me invite Aleph, quiero poder tocar con fulanito y zutanito. Mis metas eran cortas, no lo digo despreciando a las personas ni a los lugares, me refiero a que podía trabajar en ellas aquí y ahora. Decía quiero tocar con él, quiero tocar con aquel, quiero subirme al jam a tocar tal canción, esas eran mis metas e irlas cumpliendo era como ese chorrito de gasolina que le echaba al coche, que me hacía ir avanzando a empujoncitos. De repente el coche se te avería (risas) pero bajas y ves qué anda mal por ahí o te pones triste y estás medio día cabizbajo porque no salieron las cosas como tú planeabas, pero te las sacudes y a lo que sigue. Creo que esas metas chiquitas me ayudaron mucho y me siguen ayudando a avanzar en lo que quiero hacer y en todos los sueños, algunos guajiros, otros no tanto pero al final, poquito a poquito voy viendo cómo se van concretando.
Los amigos que te menciono nos juntábamos algunas veces para ensayar y tocar standards, luego dijimos ¿por qué no, en lugar de tocar y nada más estudiar vamos armando un «reper»? y como yo traía esa escuela de la iglesia de hacer arreglos y todo eso dije ¿por qué no hacemos arreglos, los ensayamos y presentamos nuestras versiones? Empezamos a trabajar en armar grupos y ponerles un nombre y ensayar y buscar tocadas y todo lo que conlleva tener un grupo.

Blah, Blah! Trío

De esa inquietud salió el Blah, Blah! Trío. Desde que nos conocimos, Santiago y yo hicimos súper buen click personal y musicalmente. Su familia hace teatro y tiene un hermano buenísimo que hace danza, vive en Alemania y venía a abrir un festival de danza en Córdoba, salió la idea de hacer un espectáculo multidisciplinario que incorporara teatro, danza y música, o sea, toda la familia. Santiago me habló con la idea de ir en cuarteto: sax, piano o guitarra, bajo y batería, pero al final no encontramos ni un pianista o guitarrista disponible y me dijo pues vámonos a trío. Fue un amigo que se llama David Alcaraz, que acaba de terminar JazzUV, a suplir al otro bajista que había mandado el otro bajista, fue una calamidad de músicos que no se concretaban.
Tocamos, nos gustó y dijimos oye, está padre este formato, entonces invitamos a Kevin Zabdiel y estuvimos tocando un tiempo con él, teníamos un hueso por los Berros en un lugar en el que vendían hamburguesas, la gente estaba cenando y nosotros tocando free jazz y todo eso (risas), la verdad es que le agradezco mucho al dueño de ese lugar que nunca nos haya limitado para tocar todo lo que queríamos, alguna vez nos dijo oigan, toquen boleros y canciones que le gustan a la gente, pero lo dijo en muy buena onda. Un día tocamos un bolero y nos salió horrible, ni siquiera lo terminamos y dijimos nunca más boleros (risas).
Kevin también es un chavo súper ocupado, estudió bajo en JazzUV, estudia guitarra clásica en la Facultad [de Música, UV], estudiaba ingeniería, también en la UV, además toca el arpa y las maracas y, bueno, mil cosas, entonces dijimos Kevin está muy ocupado, necesitamos alguien que, número uno, que esté súper metido en esta onda que queremos hacer y número dos, que no esté tan ocupado. Cuando entramos a la licenciatura llegó Érick [Quijivix] y dijimos él es porque le encantaba la onda de los tríos. Entró y fue cuando por fin cuajó la idea que teníamos nosotros.
Con Bla, Bla Trío viajamos bastante y que creo que al final logramos un sonido que ahora lo escucho y me gusta muchísimo, me hubiera gustado poder hacer más pero creo que ni siquiera nos dábamos cuenta bien de lo que estábamos haciendo, hacíamos música que tenía todo el compromiso musical y personal pero ni siquiera nos dábamos cuenta, como que nos adelantamos un poquito a nosotros mismos y entonces no entendíamos completamente lo que estábamos haciendo. Una vez llegué a una máster class de Tim Mayer pero no llegó nadie más, acabábamos de grabar unas canciones en la Casa de Nadie y las llevaba en mi celular. Tim me dijo:
-Bueno, no llegó nadie, ¿qué quieres hacer?
-Maestro, traigo una grabaciones, ¿las puede escuchar?
-Sí, sí, ponlas (después, Tim me contó que dijo ay, ¿qué me va a poner?)
Le puse una canción y se quedó pensando, y para mí era como sudar la gota fría (risas), pero no decía nada, se quedó serio y ni siquiera se movía, y de pronto me dijo:
-¿Quienes son?
-Adivine (risas)
-No sé
-Es mi grupo: Santiago, Érick y yo
Tim no es tan expresivo, solo me dijo ah, muy bien. Con eso ya me di por bien servido y dije bueno, ni estamos tan locos ni está tan disparatado lo que estamos haciendo.

Blah, Blah! Trío (Foto: Andrés Alafita)

Fuimos a Morelia a participar en el Concurso de grupos estudiantiles, dijimos todo el mundo va a ir a tocar su música original y vamos a escuchar qué están haciendo en otras escuelas, estábamos súper emocionados y resultó que todo mundo fue a tocar standards, entonces, nos sentíamos raros porque éramos el único grupo que estaba tocando música original y además, todo mundo iba con cuartetos, quintetos, sextetos y nosotros íbamos a sax trío, además con sax alto, que era raro.
Obviamente, no nos dieron el premio porque la onda era otra (risas). También había ido de aquí de JazzUV Mario Montes con su grupo que tocaba canciones de Charlie Parker y todo eso. Eran más grandes que nosotros y tenían mejor técnica, el repertorio era más fácil de conocer, era un poco más a lo que iba dirigido el concurso. Les dieron el primer lugar a ellos y a nosotros, una mención honorífica.
Ahí conocimos a Germán Palomares, el director de Horizonte, y a Antonio Malacara. Malacara nos felicitó mucho, a Germán Palomares le gustó mucho y nos dijo que como premio por la mención, nos iba a dar un par de fechas en el DF. De ahí fuimos a tocar a Jazzatlán, fuimos a tocar a Horizonte, fuimos al Convite, fuimos al Zinco, hicimos toda una gira por allá. Tocamos en el Festival JazzUV y ahí conocimos a Richard Sears, el pianista que originalmente iba a venir con Tootie Heath, pero Tootie tuvo una complicación médica y ya no vino.
Esa era otra de mis metas, poder tocar en un festival con un grupo mío y afortunadamente sucedió, entonces, para mí fue súper significativo. Nos hicimos buenos amigos de Richard, escuchó el grupo, nos felicitó y subió una foto a Internet con un texto muy bonito sobre el grupo.
Ahí, por fin nos fuimos dando cuenta de lo que andábamos haciendo, de que después de trabajar bastante en esa música que habíamos hecho, estábamos encontrando algo que representaba un poco de esas inquietudes que teníamos y toda esa música que escuchábamos y que nos gustaba.
También fuimos a la Superior de Música, la verdad es que estuvimos súper activos con ese grupo conforme iba avanzando el tiempo. Después hacíamos conciertos estelares e invitábamos a tocar a Tim, entonces ya era sax alto, sax tenor, contrabajo y batería, lo invitábamos a tocar tres o cuatro canciones pero hicimos un concierto completo así en Puebla y estuvo súper padre. Creo a Tim le gustaba, no sé, a nosotros nos encantaba que pudiera tocar nuestra música. Tim, con sus solos y con su forma de ver la música, hacía crecer al grupo.
Como sabes, la cuestión de invertir en un grupo no es fácil y más si son tres estudiantes, conseguir dinero para una grabación, para un video, para hacer una carpeta, para viajar, promoverse y todo eso no es fácil, además de que estábamos ocupados estudiando y, obviamente, esa era nuestra prioridad.
Santiago se regresó al DF, le empezó a ir súper bien allá y después se fue a estudiar a Holanda y el grupo se quedó en pausa, en ese momento andábamos planeando una grabación porque el último año hicimos muchísima música y ya no tuvimos la oportunidad de registrarla, entonces se quedó un poco pendiente el proyecto.

(CONTINÚA)

PRIMERA PARTE: Desde la iglesia a mi choza
TERCERA PARTE: Mariposa de mil soules


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