El astronauta japonés Norishige Kanai anunció este martes que había crecido nueve centímetros en el espacio durante sus tres semanas en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés). «Estoy un poco preocupado por si entraré en el asiento de la nave Soyuz cuando regrese», contó en su Twitter. Esta nave es la que lleva a los astronautas desde la Tierra hacia la ISS y viceversa, y sus asientos tienen un límite de altura. Pero este miércoles, después de que la noticia haya dado la vuelta al mundo, Kanai se ha disculpado por un error en la medición: realmente solo ha crecido dos centímetros.
Los astronautas crecen en el espacio entre dos y cinco centímetros. Esto se debe a la ausencia de gravedad, que hace que las vértebras se separen y que la columna se expanda. Pero al volver a la Tierra, en poco tiempo vuelven a su altura original. “Los discos son como esponjas”, explica el fundador y primer director del Museu de la Ciencia de Barcelona (actual CosmoCaixa), Rafael Clemente. Este ingeniero industrial y especialista en divulgación sobre astrofísica asegura que la columna vertebral no se alarga ilimitadamente: “Da lo mismo que estés en el espacio un mes que un año, llegará un momento en el que ya no crecerás más”.
Desde que los seres humanos llegaron al espacio, hace más de 50 años, se han realizado varios estudios médicos para determinar cómo afecta al cuerpo humano salir de la Tierra. Scott Kelly fue el primer estadounidense en pasar casi un año en el espacio a bordo de la Estación Espacial Internacional. La NASA estudió cómo el viaje afectó a su salud comparándola con la de su hermano gemelo, que se quedó en la Tierra.
Uno de los efectos más perjudiciales de viajar al espacio es que se pierde mucho calcio. Allí se flota, y moverse exige mucho menos esfuerzo. Mientras que una persona anciana en la Tierra puede perder un 1% de masa ósea al año, en el espacio esa cantidad se volatiliza en un mes. Además, dentro de la cápsula a los astronautas no les da el sol, una fuente importante de vitamina D. “Lo que le pasa es muy parecido a lo que les pasa a las personas mayores que están encamadas: sufren problemas de osteoporosis o de pérdida de calcio”, subraya Clemente. Para paliar este problema, tienen un programa de ejercicios muy intenso durante todo el día: pasan horas en la bicicleta estática o en el simulador de levantamiento de pesos.
La falta de gravedad produce también atrofia en los músculos y las extremidades pierden volumen. Para evitarlo, según señala Clemente, los rusos utilizaban hace años el traje de pingüino, formado por unos pantalones con tirantes elásticos hasta los pies que les forzaban a hacer esfuerzo con las piernas para mantenerlas estiradas. “Cuando aterrizan después de un viaje largo, prácticamente los tienen que sacar en brazos y enseguida los sientan en una silla, tardan días en volver a adquirir tono muscular”, explica.
Dos tercios de los astronautas regresan del espacio con miopía, a pesar de que muchos de ellos son pilotos que antes disfrutaban de una visión perfecta. Un estudio presentado en 2016 en la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Radiología revela que esto se debe a los cambios en el líquido cefalorraquídeo, el fluido del sistema nervioso central, por la falta de gravedad.
Despegar tampoco es siempre fácil. Hay astronautas que presentan mareos durante las primeras horas de viaje. Frank Borman, el comandante del Apolo 8 — primera misión en ir a la Luna — vomitó dos veces a la salida. A las 24 horas se recuperó y durante el resto de la misión no tuvo síntomas. Pero para la NASA, “el aspecto más peligroso de viajar a Marte es la radiación espacial”. Los astronautas en el espacio reciben hasta diez veces más radiación que en la Tierra. La exposición a la radiación puede aumentar su riesgo de padecer cáncer, causar enfermedades degenerativas como cataratas o enfermedades cardiacas y circulatorias.
Además de los problemas fisiológicos, también puede tener consecuencias psicológicas. Tener a cuatro personas metidas en una cápsula durante seis meses puede provocar incompatibilidades entre ellos. Por ello, los equipos de expedición son seleccionados cuidadosamente teniendo en cuenta que puedan trabajar eficazmente en equipo. “Los malentendidos pueden afectar al rendimiento y el éxito de la misión”, explica la NASA en su página web. A esto hay que sumar posibles trastornos del ritmo circadiano, ya que, según Clemente, «en una nave orbital puedes ver una salida y una puesta de sol cada 90 minutos. Por lo tanto, el ritmo de 24 horas se desmonta».
Conocer cómo reacciona el cuerpo humano a las condiciones del espacio resulta útil de cara a misiones futuras, cuando los viajes espaciales se midan en meses o años. Por ejemplo, en la superficie de Marte, se viviría en aproximadamente un tercio de la gravedad de la Tierra. Por ello, la NASA trabaja en la elaboración de un programa médico para compensar los efectos contraproducentes de la ingravidez.
Con información de El País