Lo pondré aquí tal cual, aunque habrá muchos que no lo crean: la ruidosa alarma de la que me ocupé en la entrega de ayer, ubicada en el número 83 de la avenida Moscú, en el exclusivo Fraccionamiento Montemagno, estuvo sonando desde las 9 de la mañana y no paró sino hasta las 00:09 hs., sí, las 12 de la noche con 9 minutos, es decir, unas 15 horas corridas e ininterrumpidas de una tortura auditiva que no se le desea ni hasta al peor enemigo… vaya, ni hasta al depredador Javier Duarte y a sus cómplices… bueno, no, o sí, pero esa es otra historia.
Se sabe que varios vecinos sufrieron crisis nerviosas por el sonido traqueteante en que terminó convertido el suplicio sonoro, y muchos de ellos se preguntan cómo es posible que la autoridad no tenga leyes a la mano para evitar este tipo de tragedias del ruido. Porque es el caso que nadie atinó a ofrecer una solución desde el área gubernamental, ni del estado ni del municipio.
El Bando de Policía y Gobierno del Ayuntamiento de Xalapa ha normado al respecto y dice en su Artículo 51 que “Son infracciones que atentan contra el equilibrio ecológico y el medio ambiente:”
“VII.- Causar ruidos o sonidos que molesten, perjudiquen o afecten la tranquilidad de la comunidad. Igualmente aquellos producidos por estéreos, radios, radio- grabadoras, instrumentos musicales o aparatos de sonido que excedan el nivel de 65 decibeles, de las 6:00 a las 22:00 horas, y de 60 decibeles, de las 22:00 a las 6:00 horas del día siguiente”.
Pero nadie en el Gobierno del Estado y en la comuna supo qué hacer ante la insistencia de infinidad de afectados que estuvieron llamando a muchos teléfonos de emergencia inútiles: el 911, el de la Secretaría de Seguridad Pública, el de la Secretaría de Gobierno, el de la Secretaría de Protección Civil, y en el Ayuntamiento de Xalapa, el de protección civil municipal y hasta el de una regidora que resultó tener solamente la Comisión de parques y jardines, pero amablemente respondió a la llamada.
Bien podría el entrante alcalde Hipólito Rodríguez, tan lleno de inteligentes intenciones, sumar a sus propósitos el de instaurar un protocolo que permita a policías entrar a domicilios privados o a vehículos para apagar las alarmas inconvenientes.
Los vecinos de Montemagno no pueden creer que les haya ocurrido esa tortura de 15 horas, y esperan que cuando menos los culpables reciban una sanción de parte de la comuna. Un habitante indignado llegó a proponer que todos los colonos se unieran, sacaran a los propietarios de la vivienda estruendosa, los encueraran, los llenaran de chapopote y plumas, y así fueran paseados en sendos burros hasta el centro de la ciudad. La verdad es que a la mayoría de los que oyeron la propuesta se les hizo bastante buena la idea que, para resguardo de nuestra tradición de ciudad culta, quedó en el rango de la intención.
Pasado ese día atronador, quedó en el ambiente el grado de indefensión en que estamos los ciudadanos ante autoridades o legislaciones omisas, que terminan permitiendo cualquier transgresión a la tranquilidad pública.
En lugar de andar saltando de un grupo legislativo a otro, nuestros diputados locales podrían entretenerse buscando solución a esta falta de las leyes.
En verdad que se los reconoceríamos.
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