Pues sí, me quedé corto en mis apreciaciones de ayer sobre el acoso telefónico que ejercen los bancos sobre los usuarios de tarjetas de crédito y de cualquier tipo de débito en general.
Mi estimado amigo y buen lector Hugo Vega Morales, me hace una atinada apreciación sobre el tema, y le dejo la palabra:
“¡Excelente texto, compadrito!
“Además de las llamadas que mencionas, también hacen una más, cuando aun estando al corriente de tus pagos, te llaman para ‘recordarte’ qué tal día se vencerá tu mensualidad. Desafortunadamente, para el usuario no existe ninguna autoridad que intervenga para evitar este acoso telefónico. La Condusef es un cero a la izquierda.
“Te mando un fuerte abrazo.”
Y sí, si ya es exagerado que te llamen a deshoras para cobrarte cuando te atrasaste en algún pago, es el colmo del suplicio que te marque un desconocido para invitarte a que hagas un pago que tienes pendiente con el banco, y que se vence ¡dentro de una semana!
Pero eso sí, los telefonistas al servicio de los banqueros y en contra de la tranquilidad de los usuarios insisten en que no te están cobrando (lo que está prohibido por ley), sino que sólo te invitan a que pagues.
Los asesores jurídicos que tienen esas instituciones financieras piensan que con ese brinco de la semántica pueden saltarse la normatividad, pero cualquier lingüista les podría decir que, en esencia, es lo mismo “cobrar” que “invitar a que pagues”. Uno y otro mensaje son iguales y deberían ser sancionados igualmente por cualquier juez, a menos que esté vendido a la causa de los bancos.
Y además resulta que nuestras legislaciones en defensa de los usuarios de cualquier tipo de servicio -público o privado- son demasiado ligeras, superficiales, hasta frívolas diría yo, porque nunca pueden dar una respuesta contundente a favor cuando algún ciudadano presenta una reclamación.
Oficinas como la Profeco (Procuraduría Federal del Consumidor) o la Condusef (Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros) terminan siendo simples oficialías de partes en donde solamente queda consignado el abuso en contra de ciudadanos indefensos, pero casi nunca ofrecen respuestas útiles, justas y pertinentes.
Pareciera que los funcionarios y empleados de esas dependencias están muy bien capacitados, pero para dar excusas ante el hecho de que nunca pueden actuar contra empresas y oficinas gubernamentales que no cumplen con lo que ofrecen a sus usuarios.
Llame usted a la Condusef, por ejemplo, al 01 800 999 80 80, y quéjese del acoso telefónico de los bancos que estamos consignando aquí. Le aseguro que -si le contestan- tendrá por respuesta una serie de pretextos por los cuales la Comisión no puede actuar en auxilio de quien sea víctima de un exceso bancario.
¿Para qué sirven esas dependencias que no pueden resolver nada? Pues para dar sueldos jugosos a sus titulares y para simular que la autoridad hace algo en defensa de la población civil.
Bueno, ese orden de cosas no debe ser obstáculo para que como ciudadanos sigamos denunciando ante todas las instancias posibles el acoso telefónico y psicológico de que solemos ser víctimas de parte de los bancos instalados en México (casi todos son de capitales extranjeros).
Insistamos, en una de ésas se nos hace posible la justicia.
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