La propuesta de amnistía para los narcos que hizo la semana anterior Andrés Manuel López Obrador, la propuso en Quechultenango, un municipio de la sierra de Guerrero que es la mera mata de “Los Ardillos”, delincuentes caracterizados por su crueldad y amos y señores de aquella región.

Apenas el pasado 23 de noviembre fue ejecutado en ese municipio el dirigente del partido Movimiento Ciudadano, Armando Arturo López Solano, que era aspirante a la alcaldía.

Desde entonces nadie quiere ser candidato de ningún partido a la presidencia municipal de Quechultenango. Y hasta allá fue López Obrador a “convencerlos” de que le entren al toro.

Y fue ahí donde dijo lo que causó tanto revuelo.

“Vamos a explorar todas las posibilidades, desde decretar una amnistía escuchando también a las víctimas”. ¿Esta amnistía alcanzaría a los líderes de los cárteles?, le preguntó un reportero y Andrés Manuel contestó: “Vamos a plantearlo; lo estoy analizando. Lo que sí les puedo decir es que ningún tema va a quedar sin ser abordado si se trata de garantizar la paz y la tranquilidad”.

Más adelante agregó que ha sido una estrategia equivocada el querer resolver el problema de la inseguridad y violencia con medidas coercitivas: “Con policías, soldados, marinos, cárceles, amenazas de mano dura, leyes más severas, masacres. Eso no sirve, ya lo estamos viendo, hay que cambiar la estrategia”.

Y en este último punto tiene razón porque más policías, más armas y más patrullas no han dado resultado.

Sacar al Ejército de los cuarteles no ha sido la mejor medida. De 10 años a la fecha se ha triplicado el número de ejecuciones y lo que también es muy grave; ha aumentado una barbaridad el tráfico de estupefacientes y el número de personas con problemas de drogadicción.

Pero pedirle al Ejército que abandone las calles y regrese a los cuarteles sería lo peor que podría pasar.

A raíz de su propuesta le llovió en su milpa a Andrés Manuel. Y es que salvo sus fieles seguidores que lo defienden a capa y espada, casi todo mundo reprobó su idea.

En Veracruz, donde las ejecuciones y desapariciones son por desgracia muy recurrentes, su proposición cayó como patada al estómago.

“¡Vaya con tamaña estupidez! Este sujeto quiere que perdonemos a quienes han secuestrado y asesinado a miles de personas inocentes” me dijo un amigo.

Otro agregó: “Los narcos no son como la mujer adúltera a la que Jesús le dijo ‘vete y no peques más’. Esos no tienen llenadera. Si así hacen lo que quieren, imagínatelos amnistiados. ¿O es que acaso el Peje piensa que con la amnistía esos señores van a renunciar a sus multimillonarias ganancias y se dedicarán a trabajar honestamente?

El periodista Raymundo Riva Palacio dice en su columna “La pax narca de Andrés Manuel”: La historia del perdón a criminales por parte de López Obrador no es nueva. La idea de cómo se puede trabajar desde el poder con el narcotráfico, tampoco.

Y en el último párrafo señala: López Obrador es el responsable de sus palabras, al ser el diseminador y promotor de esta propuesta y pensar incorporarla a su proyecto de nación. Bien se vería México de concretarla: el Ejército y la Marina a los cuarteles; los jefes de los cárteles de la droga, asesinos de militares y policías, a las calles. La pax narca renacería bajo su gobierno. A menos que rectifique la propuesta.

La pregunta es ¿rectificará el tabasqueño? Y la respuesta es no. En este mundo se equivocarán todos, menos él que siempre tiene la razón.

bernardogup@nullhotmail.com