Hacer una genealogía de los jarochos es una tarea complicada. Lo mismo nos podemos definir por nuestra frases –siempre dependiendo la región del estado, claro está-, por nuestras raíces o nuestras costumbres. Es cierto, entre los veracruzanos, aunque nos miramos con identidad, también reconocemos nuestras múltiples diferencias.
Hacia afuera, el resto del país nos ve muy parecidos. Para ellos, los de Pánuco o los de Coatzacoalcos son jarochos por definición. No entienden las diferencias entre el norte y el sur, o entre la costa, la sierra o las montañas. Menos dimensionan la gran cantidad de ciudades medias que existen, y lo diferentes que pueden ser entre ellas, sin importar su cercanía: Córdoba y Orizaba son un ejemplo.
Pero bueno, antes de la temporada de huracanes del duartismo fiel –nos azotaron dos de categoría cinco sin dar respiro-, para el resto del país solíamos ser un estado alegre y bullanguero, con paisanos desmadrosos y albureros, realmente despreocupados porque aquí lo teníamos todo para vivir bien. Se nos reconocía la bonhomía y el buen humor, gracias a aquél desafortunado estereotipo difundido por el IFE del “pero te peinas cuñao”.
Las cosas han cambiado. Quienes nos veían con sana envidia, ahora nos miran con preocupación. Somos para el resto del país un ejemplo de corrupción y de violencia. La gente no quiere traer su dinero a hacer negocios y muchos más, ni siquiera se asoman al estado en calidad de turistas, no les vaya a pasar algo.
Nuestra mala fama nos persigue a todas partes. Por ejemplo, en Campeche o en Cancún, viven muchos veracruzanos de malas artes que alimentan esa idea de que todos nos convertimos en malandros.
Toda esta reflexión viene a cuento porque precisamente, la naturaleza jarocha sigue siendo muy contradictoria: resulta que somos mochos y desmadrosos, y que en muchos sentidos, guardamos un profundo conservadurismo a la hora de hablar de los temas escabrosos como el aborto, el matrimonio de parejas del mismo sexo, entre otros.
Hace unos días cayó en mis manos una encuesta nacional elaborada por el Gabinete de Comunicación Estratégica, en la que se hacia una evaluación del desempeño de los gobernadores de los estados del país. En este mismo espacio ya comentados del tema de Veracruz y sus resultados.
Lo que no dejó de llamarme la atención fueron las respuestas que dieron mis paisanos sobre temas que en otras entidades han dejado de ser prohibidos. Me entero que a pesar de su carácter abierto y desenfadado, los veracruzanos mantenemos un conservadurismo oculto. Ahí les va.
A excepción del matrimonio igualitario, donde se empieza a avanzar de manera sistemática en las leyes de todo el país, temas como la interrupción del embarazado, el uso recreativo de la marihuana y la portación legal de armas de fuego siguen siendo tabúes.
En todos estos temas –a excepción de las armas de fuego-, la zona metropolitana de la ciudad de México es la más liberal de todo el país; en cambio, en estados del sureste, sigue habiendo una gran resistencia a aceptar y discutir estos asuntos.
En cuanto a matrimonios igualitarios –y conste que entre los milagros que nos cuelgan es precisamente la gran cantidad de homosexuales que habitan en nuestra aldea-, el 48 por ciento de los jarochos está de acuerdo y el 46 por ciento no lo está. A nivel nacional, exactamente la mitad de la población lo acepta sin ningún problema.
Y mientras la capital del país y el estado de México son los más liberales en este tema, los estados de Chiapas y Tabasco prefieren que ni se los mencionen. Lo que explicaría la necesidad política del Gobernador chiapaneco de contraer matrimonio, luego de que su fama de homosexual le pasara factura.
Según la encuesta la mayoría de los veracruzanos no está de acuerdo con la interrupción del embarazo (53%), el consumo recreativo de la marihuana (62%), ni el permiso para la portación legal de armas (59%). Este último punto llama la atención en un estado azotado por la violencia, en que los ciudadanos podrían optar por tener un arma para defenderse. Pues no, la mayoría piensa que portar un arma los hace sentir más inseguros.
Pero en todo caso, no hay mucho de qué espantarse. Los números que registra Veracruz son casi los mismos que se expresan a nivel nacional. Los estados más conservadores en estos temas siguen siendo Jalisco y Yucatán –en el tema del embarazo-, Zacatecas y Tabasco –por cuanto hace al consumo legal de la marihuana-, y finalmente, Yucatán y Quintana Roo en la portación legal de armas de fuego.
Como breviario cultural, ahí les dejo las palabras que distinguen a los jarochos: pachi, vaya rey, la flota, los mairos, cuñao, hacer iris, peer, a güiviri, quigua, kíkiri y bato. Si no las entendiste, entonces no eres jarocho.
La del estribo…
- ¿Por qué no, dependiendo de su intensidad, utilizan los nombres de Fidel, Javier, Karime, Gabriel, Erick, Adolfo, Alberto, Vicente o Arturo para bautizar a los huracanes que azotan a Veracruz? Así al menos entenderíamos mejor la escala de Saffir-Simpson y sabríamos a qué atenernos en cada caso. Además, tendríamos nombres suficientes para las siguientes diez temporadas de huracanes.
- De la crisis que vive Veracruz, Héctor Yunes ha dicho el huevo y quien lo puso: 25 mil empleos menos, –más los que faltan por el despido de burócratas-; un ejecutado cada tres horas y media en promedio; contratación de más de 11 mil millones de pesos en créditos en sólo cuatro meses, -y que resulte de la licitación de deuda-; y el estado con más pobres en el país. ¿Y aún así piensan que Beethoven es la solución?