Como si mantener durante tres años a una caterva de legisladores haraganes e ignorantes –con sus honrosas excepciones, claro está- que sólo representan a sus intereses y los de quien los puso, ahora nos tenemos que fastidiar ante la posibilidad auto infringida de que sean reelectos.
Hace un par de semanas, los legisladores se hicieron un traje a la medida para dar salida a la disposición constitucional de que puedan volver a ocupar el cargo de manera inmediata. Con la mirada inútil y complaciente de la autoridad electoral, los legisladores establecieron las reglas de cómo podrán seguir postrados en la curul sin tener que morir en el intento.
Los razonamientos expuestos fueron poco menos que absurdos y gandallas. Explicarle a la víctima que el delito se comete por su bien, no es más que el reflejo de una sociedad que está tan harta que se ha dejado de ocupar de los asuntos públicos, extendiendo un cheque en blanco a favor precisamente de quienes más detesta.
Así, arropados por el eufemismo de que se trata de precisar disposiciones relativas a su propia reelección, los diputados se autoimpusieron reglas que sólo garantizan eternizar la inmundicia.
En lo que fue un verdadero “domingazo”, los diputados se aseguraron la chuleta. Resulta que según la reforma aprobada, “tratándose de la reelección de diputados, habiéndose separado del cargo y terminado el proceso electoral, podrán reincorporarse al mismo, sin que se entienda haber renunciado al otro cargo, en caso de haber resultado electo.”
Dicho en español. Si piden licencia para volver a competir por el cargo de elección, y ganan, podrán regresar a su curul para seguir cobrando hasta que concluya la Legislatura. Por supuesto, si pierden, también lo pueden hacer. La cosa es que la catorcena esté segura, más allá del resultado electoral.
Agárrese amable lector. “Los diputados al Congreso del Estado podrán ser elegidos ¡hasta por cuatro periodos de manera consecutiva! Bendito Dios (Rudecindo Caldeiro dixit). Y la postulación sólo podrá ser realizada por el mismo partido o por cualquiera de los partidos integrantes de la coalición que los hubiere postulado, salvo que hayan renunciado o perdido su militancia antes de la mitad de su mandato.”
Es decir, si al diputado le cuadra seguir jugando por el partido que lo llevó al Congreso, lo puede hacer. Si quiere cambiar de partido según sus intereses, también lo puede hacer a la mitad del camino. Es síntesis, puede hacer lo que le venga en gana, si lo hace a tiempo. Además, podrán ser sujetos a elección consecutiva los diputados que hayan ejercido el cargo, independientemente de su carácter de propietario o suplente. Que haya para todos.
Pero el agandalle legislativo no termina ahí. Resulta que los diputados que pretendan reelegirse deberán separarse del cargo “a más tardar el día anterior al inicio de la campaña respectiva. Una vez concluida la jornada electoral, o en su caso, recibida la constancia de mayoría o asignación, según se trate, podrán reincorporarse al mismo.”
Es de un cinismo diáfano. Significa que pueden llevar todo el proceso interno de su partido cobrando como diputados y renunciar en la víspera de la campaña electoral. Y en lo que resulta una verdadera burla, se imponen un candado de papel: “previo a la separación del cargo, los diputados deberán observar las reglas que emitan las autoridades electorales competentes para salvaguardar el principio de equidad en la contienda”.
¿Salvaguardar el principio de equidad de la contienda? Por favor. ¿Cómo puede haber equidad cuando un legislador que lleva tres años haciendo gestiones, obras y hasta tráfico de influencias con dinero público, compite con un ciudadano común que no tiene tras de sí más que su buen nombre?
Así, los diputados trabajarán todo su periodo legislativo para asegurar su reelección, no las leyes, mientras que el resto de los candidatos tendrán que participar en una abierta y absurda desventaja que difícilmente podrán remontar. Y en eso, la autoridad electoral está de acuerdo. Un verdadero atraco en este remedo de democracia.
Y una perla más. “Los diputados electos por el principio de representación proporcional, que pretendan la reelección, podrán ser postulados tanto por el principio de mayoría relativa como por el de representación proporcional, del partido que corresponda.” Lo que la reforma quiso decir es que quien tuvo la fortuna de recibir la franquicia una diputación plurinominal, no necesita acudir a las urnas para renovarla. Basta con tener el salvoconducto de su partido.
En el caso de diputados electos como candidatos independientes, sólo podrán postularse para la reelección con la misma calidad de candidato independiente, cumpliendo con las etapas previstas en la ley electoral. Pero hay una salvedad: que se afilie y demuestre su militancia en un partido político antes de la mitad de su mandato, caso en el que podrá postularse para reelección por dicho partido, bajo el principio de mayoría relativa o el de representación proporcional. Otra vez, no es un asunto de ideología sino de intereses.
Es cierto, muchas veces las sociedades tienen los gobiernos que se merecen. Y lamentablemente, en Veracruz este parece ser el caso. Seguiremos manteniendo irremediablemente a esta nueva clase política cínica y rapaz que prometió un cambio.
La del estribo…
- Hace un par de años, cada visita de Beatriz Paredes a Veracruz nos salía en un ojo de la cara. La beca que cobraba con Javier Duarte no la tenía ni Obama. Pero el exilio diplomático le pasó factura, tanto que a la conferencia magistral que ofreció ayer al inaugurar la licenciatura en Ciencias Políticas de la UV, apenas y acudieron uno que otro de sus antiguos aliados. No obstante, la veremos de diputada otra vez.
- Por cierto, la relación entre la Universidad Veracruzana y el gobierno del estado se asemeja más bien a un matrimonio en problemas. Durante el tiempo que el galán cortejó a la novia prometió la luna y las estrellas –al menos saldar la deuda y ampliar el presupuesto-. Hoy, al parecer, sólo hay violencia doméstica.