Luego del desastre electoral que sufrió el Partido Revolucionario Institucional en el pasado proceso veracruzano, al interior del tricolor han surgido voces que plantean la necesidad de una nueva dirigencia en el Comité Directivo Estatal, a fin de encarar con mejores posibilidades, al menos con una guía clara, los comicios de 2018, cuando se elegirá presidente de la República, senadores, diputados federales, gobernador y diputados locales.

El PRI de Renato Alarcón Guevara se convirtió en un cascarón sin contenido. Incapaz de convocar a la unidad priista e, incluso, de sacar con éxito un proceso interno de candidatos a las alcaldías, el partido subsiste, pero cada vez tiene menos fuerza político electoral.

Lo peor para la causa priista es que el desprestigio por los actos de corrupción de la última década en Veracruz han minado la credibilidad; debido a ello, en el reciente proceso municipal fueron muchos los priistas que optaron por buscar candidaturas por otros partidos; y los que contendieron por el PRI, lo hicieron enarbolando más la bandera del Partido Verde, reduciendo a su mínima expresión el logo tricolor.

En el contexto de la necesidad de una renovación se han extendido los comentarios que encartan, como próximo presidente del PRI estatal al actual alcalde de Xalapa, Américo Zúñiga Martínez, quien cuenta con trayectoria y capital político.

El punto es que si el actual munícipe deja la presidencia municipal de Xalapa y se va a la dirigencia estatal del PRI a principios de julio, como se ha mencionado con insistencia en los corrillos políticos, la señal será muy clara: el candidato a la gubernatura sería el senador José Francisco Yunes Zorrilla, dejando en el camino a su homólogo, Héctor Yunes Landa, quien ha opinado que en el CDE del partido no debe haber cambios.

De esa manera, si los tiempos se alargan significará que a pesar de la andanada política que está recibiendo Héctor Yunes, con audios, cartas, filtraciones y periodicazos, el de Soledad de Doblado podría seguir en el ánimo del altiplano para librar nuevamente la batalla sucesoria en Veracruz.

La moneda, como dicen los clásicos del lugar común, está en el aire.

Nada está definido aún y quizá Américo Zúñiga termine su periodo constitucional en la alcaldía de Xalapa el 31 de diciembre de 2017.

En lo que se está cierto, y así se ha dejado sentir en el colectivo político local y estatal, es que el alcalde xalapeño es uno de los pocos políticos que podrían unificar, sí en torno a la figura de Pepe Yunes, pero también por su capacidad, convocatoria y tablas políticas, a la vapuleada clase priísta.

Américo Zúñiga ha realizado una importante obra pública social y cultural en la capital del Estado, que es referencia estatal y nacional. Desde el primer día puso en orden la administración pública, se apretó el cinturón, hizo una reingeniería y se propuso trabajar sin deudas y pagando las contraídas por los anteriores alcaldes.

En lo político, Zúñiga Martínez ha mantenido buenas relaciones en el altiplano, con figuras de todos los partidos políticos. Desde la Federación Nacional de Municipios de México, tejió una red de amigos y compañeros alcaldes en todo el país. Aquí, desde la entidad y también en la ciudad de México, encabezó el movimiento municipalista para exigir al gobierno saliente, de Flavino Ríos Alvarado, y al entrante de Miguel Ángel Yunes Linares, el pago de los adeudos heredados por Javier Duarte de Ochoa.

Por ese trabajo en el ayuntamiento y por su pertenencia al grupo que encabeza Yunes Zorrilla, no extraña que al alcalde xalapeño se le mencione como una posibilidad para la dirigencia estatal priista. Su llegada al cargo que actualmente ocupa Renato Alarcón, dejaría suficientemente claro el tema del candidato del PRI rumbo a 2018. @luisromero85