La libertad de expresión no es dádiva, no es concesión, no es privilegio. Es la palabra convertida en herramienta, en llave, puerta y travesía. La libertad es entorno y trayectoria, no es arma, no es discurso, apariencia o artificio. La libertad de expresión es compromiso, no es un convenio, no es un arreglo, una factura o un contrato. La libertad nos libra del poderoso, de sus ambiciones, necedades y egoísmos.
Ejercer nuestra libertad de expresión nos une, nos acerca, nos vincula, nos hace respetuosos, tolerantes, minuciosos. La libertad de expresión no se ejerce al aplaudir las coincidencias. Es mecanismo para superar discrepancias y dirimir desacuerdos. La libertad de expresión no precisa aduladores, estridentes, demagogos. La libertad de expresión no es ataque, no es agravio ni acechanza. Exige la participación del que dice, el que lee, el que escribe y el que escucha.
La libertad de expresión se respeta, incluso aquella que se practica desde la frustración, la envidia y el fracaso. Somos libres de decir lo que queramos, sin censura, sin chantajes, sin componendas, riendas, intimidaciones ni dobles intenciones. Somos libres para acusar, criticar, enjuiciar y reprobar, aunque sería más congruente hacerlo sin olvidar un pasado reciente de encubrimientos cómplices y silencios provechosos.
En Veracruz la libertad de expresión exige un ejercicio de memoria a aquellos que hoy vociferan, sentencian, acusan y señalan, y ayer acudían presurosos y expeditos a congraciarse con el gobernante en turno, su benefactor, su picaporte, su jefe político. Hoy, derrotados e incapaces de superar el resentimiento de saberse perdedores, pretenden ganar el porvenir apedreando el presente que surge de los escombros que ellos mismos consiguieron.
La libertad de expresión no es temporal ni selectiva, no es oportunista, cómplice ni cínica. La libertad no es arma partidista ni estrategia electoral. La libertad de expresión no usa palabras prestadas, no acata condiciones, dogmas ni dictados. La libertad se reivindica manifestando nuestros propios pensamientos, nuestras convicciones, ideales y propósitos.
La libertad de expresión es cotidiana, permanente. No sólo frente a opositores contendientes y adversarios, sino sobre todo ante aliados, compañeros y partidarios.
La libertad de expresión no es rehén, carcelero, juez ni condenado. La libertad es responsabilidad, es derecho, es virtud y obligación.
La libertad de expresión es confianza, es sociedad, transparencia y ciudadanía. La libertad arbitraria se convierte fácilmente en coartada, alcantarilla y madriguera.
La libertad no requiere necedades ni rudezas. La libertad es ventana de civilización, razonamiento y madurez. La libertad de expresión es enemiga de la ambigüedad, el cinismo y el mercantilismo.
La libertad de expresión se festeja y se celebra rindiéndole homenaje en la tribuna, en la prensa, en el gobierno, en los partidos, en las redes y en cada intercambio de opiniones, razonamientos y propuestas.
La libertad de expresión es la pregunta y la respuesta. Seamos sus exponentes, sus defensores, sus aliados. Seamos dignos de esta libertad. Así de simple, así de fácil y complejo.