De los maestros se dicen muchas cosas. Que son los encargados de la formación y educación de los niños del país, y en tal sentido, los responsables de las capacidades que logren desarrollar en la edad adulta. Tal vez por ello, les achacan muchos de los vicios del sistema educativo, sin embargo, en un país de desigualdades, es mucho más complejo que eso.
Los profesores de nuestro país encaran día con día un sinnúmero de desafíos: desde la carencia de infraestructura y equipo de trabajo, pasando por la falta de una formación que les permita sortear con las necesidades educativas actuales, hasta llegar a las situaciones de violencia, migración y pobreza que existen en todo nuestro territorio, y que contribuyen día a día con las cifras de deserción y abandono escolar, según se reconoce en un diagnóstico elaborado por Universia.
Los maestros son un grupo social aparte aunque representan la multiculturalidad del país. En México, un millón y medio de personas se dedican a enseñar; la mayor parte de los docentes trabaja en escuelas públicas y en zonas urbanas, como reflejo de la transición rural que vive el país.
En el ejercicio de la docencia predominan las mujeres, sobre todo en los primeros niveles del sistema educativo: en preescolar, 93% de los maestros son mujeres; en primaria, 67%; y en secundaria, 53%. En cambio, en las primarias indígenas y en media superior trabajan más hombres que mujeres (58 y 53%, respectivamente).
El perfil de los maestros en México también ha ido cambiando. La proporción de maestros de origen normalista ha disminuido; es posible suponer que esta tendencia continuará ya que, a partir de 2016, los egresados de las escuelas normales no tendrán prioridad para ingresar al servicio profesional docente, es decir, estarán en igualdad de condiciones que los aspirantes de otras instituciones de educación superior.
La docencia se ha convertido en una actividad de vocación y no de herencia. En la actualidad, para ingresar a este servicio es necesario participar en un concurso de oposición en el cual pueden tomar parte tanto egresados de las normales como de otras instituciones de educación superior. Para aquellos docentes que ya están en funciones, será necesario presentar evaluaciones periódicas sobre su desempeño a fin de definir su permanencia frente a grupo.
Tal vez por ello, la formación para la docencia está perdiendo atractivo, como ocurrió en los años ochenta del siglo pasado cuando la educación normal fue elevada a nivel terciario.
Existen indicios de que en los últimos dos ciclos, muy probablemente como consecuencia de la nueva legislación en materia docente, hay menos demanda por educación normal y se ha reducido su matrícula, ocupándose solamente 72.6% de los lugares disponibles. Esta situación se vuelve especialmente grave frente a las previsiones de la insuficiencia del egreso de las normales para cubrir las vacantes por jubilación.
Pero uno de los procesos de cambio más importantes se ha registrado en el sindicalismo magisterial. Paradójicamente, el debilitamiento del sindicato de maestros ha permitido que las condiciones laborales mejoren a favor de la mayoría; hoy no se privilegia la lealtad y la simpatía a la dirigencia sindical –lo que implicaba privilegios, favores y tolerancia fuera de toda norma-, sino los antecedentes y capacidades de los maestros.
Atrás quedó el servilismo sindical para dar paso a una nueva cultura del esfuerzo basado en una real meritocracia. Ganaron los maestros y perdieron los líderes sindicales, muchos de los cuáles ni siquiera se formaron como docentes, y menos aún, estuvieron al frente de grupo. Heredaron el cargo y la ignorancia.
Por eso es que debemos revalorar a nuestros maestros. No son quienes toman las calles y violentan la convivencia social; tampoco son aquéllos que con artilugios legales realizan carrera docente sin estar jamás frente a un grupo; tampoco son los responsables de sustituir el rol de los padres en la formación de valores. Pero sí son aquéllos que cada mañana, desde muy temprano, forman a nuestra sociedad mediante la difusión del conocimiento.
Particularmente, pertenezco a una familia de maestros y muchos de mis amigos se ganan la vida frente a un grupo de escolapios. Por ello conozco muchos de sus problemas y la forma en que han padecido la serie de reformas educativas que no acaban de aterrizar, y donde lo que se busca es responsabilizar a los maestros de los conflictos que han generado.
En todos reconozco una verdadera vocación. Les gusta lo que hacen. Realmente se sienten muy orgullosos con su trabajo, no así con la retribución que hace el gobierno a su esfuerzo, no sólo respecto al sueldo sino también a sus condiciones de trabajo en general. Pero saben diferenciar muy bien entre las deficiencias en las políticas públicas y la responsabilidad social que implica la formación de los niños y jóvenes de México. Y muy pocas profesiones lo hacen así.
Hoy que se celebra su día, sólo podemos decir: al maestro con cariño.
Las del estribo…
- En tres semanas, las eventuales derrotas priistas en Xalapa y Perote podrían modificar sustancialmente el escenario político con rumbo a la elección de 2018. Un descalabro abonaría muy poco a las aspiraciones por la dirigencia estatal o las candidaturas al Senado y a Gobernador.
- Morena sigue siendo un monstruo invisible. No se ve a sus simpatizantes ni a su estructura. La escasa convocatoria de los mítines de AMLO no corresponderá a lo que suceda en las urnas, a menos que la crónica del estiércol haya surtido efecto.