Primero fue la petición de un colchón, un ventilador, una lámpara y convivir con los demás internos. Luego soltó las quejas: “Los guardias me acosan, me amenazan y me tiran los alimentos”.

Y de inmediato vino el ácido revire: “Este es el primer paso de Javier Duarte para corromper al sistema penitenciario de Guatemala. Si le cumplen sus caprichos al rato va a soltar dinero para un spa, buenas comidas, vinos y hasta unas nenas que hagan más soportable su encierro. Pero ojalá siga padeciendo las estrecheces que padecen por su culpa más de la mitad de los veracruzanos. ¡Ojalá se pudra!” me dijo un maestro universitario.

He sabido de criminales que con el tiempo despiertan la conmiseración de sus víctimas, pero con Javier Duarte no sucede así. Hasta los ciudadanos más recatados, esos que van a misa los domingos y son incapaces de odiar o decir malas palabras estallan de ira al conjuro de su nombre: “¡Que no le den ni agua! ¡Que se joda y que se pudra!”

Cuando se trata de Javier Duarte nadie habla de justicia en Veracruz, todos quieren venganza. Venganza contra quien los saqueó, humilló, les quitó su empleo, sus medicinas, sus becas. Contra quien los hizo más pobres y los dejó a merced del hampa y la inseguridad.

Venganza contra quien dejó sin presupuesto a la Universidad Veracruzana, contra quien se robó las colectas de la Cruz Roja, contra quien creó empresas fantasma por donde se colaron miles de millones de pesos que cayeron directamente a sus alforjas de ladrón.

Venganza contra quien dejó hospitales maltrechos, carreteras intransitables, escuelas abandonadas, poblaciones sin energía eléctrica y se robó casi todo, hasta la felicidad.

Nadie quiere a Javier.

En su misiva enviada al director del Sistema Penitenciario guatemalteco, el ex gobernador apela a los convenios internacionales y a la Constitución de Guatemala para que le den el trato igualitario que se da a los demás presos.

Y esto irrita aún más a los veracruzanos que no fueron defendidos por ninguna autoridad nacional o convenio internacional mientras los saqueaban.

Si piensas que exagero, te invito lector a que preguntes al maestro, al bolero, al burócrata, al albañil, al empresario, al panadero, al taxista, a tus cuates en el bar, la escuela o la chamba ¿qué quieren en el caso de Javier Duarte, justicia o venganza? Y te espantará el número de los que se irán por la segunda opción. Como te espantará saber también, el número de los que quieren que se pudra en la cárcel.

Y es que el rencor, el odio y la ira hacia este sujeto están a todo lo que dan.

Y ese encono se extiende a su esposa, suegros, cuñados; a su madre y hermanos. Y también abarca a los políticos que lo ayudaron en el saqueo por un solo motivo: porque todos siguen libres.

Es por eso que ningún veracruzano quiere un colchón, un ventilador y una lámpara para Duarte. Desean que siga durmiendo en una losa de cemento, que continúe comiendo del rancho que cuesta 30 pesos diarios, que su celda se mantenga a oscuras y que los policías lo sigan jodiendo todos los días. Y si se puede, todas las noches.

bernardogup@nullhotmail.com