Expertos en la distracción mediática y la autocracia política, Andrés Manuel López Obrador y el Gobernador Miguel Ángel Yunes Linares han sostenido durante dos días una agria disputa epistolar –replicada profusamente por medios informativos nacionales- que sólo nos hace pensar que a los veracruzanos ¡ya nos cargó el payaso!
En efecto, ambos personajes nunca han simpatizado. Se asumen en el extremo opuesto de sus intereses, y por tanto, no tienen el menor pudor en tirar las formas políticas al drenaje. El candidato permanente a la presidencia de la República y el mandatario estatal mostraron todo el primitivismo político que habremos de padecer los veracruzanos en los próximos dos procesos electorales. No hay otra razón.
A su llegada a Veracruz, AMLO acusó al mandatario estatal de corrupto, de ser igual que Duarte y tratar de imponer una monarquía a través del empoderamiento de sus hijos, uno de ellos presidente municipal de Boca del Río y otro más, Senador de la República con licencia, aspirante a la Presidencia municipal del puerto de Veracruz. De piel sensible, la monarquía aldeana salió virulenta a responder.
“Es un loco y no le vamos a permitir que se meta con nosotros”; “Es un corrupto y bocón a quien Duarte le daba dinero”; “le preocupa que en el bodega encontrada en Córdoba haya información que involucre a Morena”, fueron sólo algunas de las linduras que el mandatario estatal y su prole le endilgaron al tabasqueño.
A lo largo del día, la disputa fue escalando. “Yunes se ha dedicado a dar ‘cinito’; es muy corrupto”; “no cumplirá lo que prometió en campaña porque es igual al que se fue (Duarte)”, dijo Andrés Manuel. Sin embargo, el mensaje que rescataron los medios veracruzanos fue el reto que lanzó a Yunes Linares para demostrar que sí había recibido dinero de Javier Duarte. De ser así, ofreció, renunciaría a la política; de lo contrario, Yunes Linares se tendría que ir.
Fue ya entrada la noche del miércoles cuando vino el revire: “Morena recibía 2.5 millones de pesos del gobierno de Duarte” como chantaje para evitar el cierre de la presa Yuribia; y señaló a la cuñada de Andrés Manuel como su operadora financiera, a través del cargo que ejercía en el SEV.
Este jueves se retaron a un debate para ventilar sus diferencias; el Peje declinó porque no quiere perder la cartera, excusó. Al final, como siempre, no pasó nada. Ni uno ni otro demostraron sus dichos; continuaron su guerra de declaraciones ante el fastidio y aburrimiento del respetable que observa un circo muy barato.
¿Y los medios? Las reiteradas menciones del Peje sobre el periodismo jarocho son tema aparte. Tachar a los periodistas de cerdos con pluma, cuyo alimento es precisamente el “maíz con gorgojo”, es uno más de sus ex abruptos, que abona a la certidumbre de que el principal enemigo de Andrés Manuel es él mismo.
Si no se siente cómodo con una entrevista, interrumpe, corrige a los reporteros, acusa. Si no le gusta lo que preguntan, descalifica. Y si sus desgastadas frases –la mafia del poder, la casa que no tiene ni Obama o las acusaciones de corrupción- no son la nota del día, entonces decide terminar cualquier entrevista. Olvida que no hay preguntas incómodas, sólo hay respuestas estúpidas y esta lo fue.
Lo mismo ha sucedido con Miguel Ángel Yunes. Como candidato, siempre rehusó a dar respuesta a entrevistas incisivas y cuestionamientos difíciles, acusando que se trataban de medios pagados por el gobierno de Duarte. Sólo entraba a ellos, en uso de su derecho de réplica, a enarbolar casi las mismas frases que el Peje, y cuando estas se agotaban, también daba por concluido cualquier diálogo público.
Ya como gobernador, la relación ha sido tirante, lejana. Ha establecido un monólogo en el que le importan más los medios nacionales que los del estado. Ha decidido prescindir –acto absolutamente válido-, de los medios tradicionales, multiplicando su presencia en redes sociales.
Con el proceso electoral en marcha, ambos buscan que la descalificación del adversario les reditúe simpatía electoral; las acusaciones lanzadas entre unos y otros podrían tener visos de verdad, aunque ninguno de los protagonistas aporte prueba alguna. Y cuando las hay, nunca llegan a las fiscalías sino, paradójicamente, a los medios que aborrecen.
Por eso, ¿Qué tal que descubrimos que los dos mienten, y en cumplimiento de su compromiso mediático, se van juntos de carnaval al rancho de AMLO? Desgraciadamente, no habrá más baraja electoral en estos dos años.
La del estribo…
- En revancha por un pleito en el que los veracruzanos somos simples y aburridos espectadores, Morena –la segunda bancada más importante del Congreso- ha dicho que no aprobará la reestructuración de la deuda. En efecto, ¡ya les cargó el payaso!
- La disculpa pública que pidió la CEAPP a López Obrador por sus dichos en contra de los periodistas veracruzanos no es más que una cándida ocurrencia. Los medios locales requieren de protección y no de disculpas. ¿Actuarán así también cuando la agresión provenga de las autoridades del estado?