Pues parece que al frenético sentimiento anti estadunidense se le descompuso el vibrador. Resulta que la tan anunciada marcha “Vibra México”, convocada ayer domingo para demostrarle a Donald Trump lo encabritados que estamos por sus desafiantes y absurdas iniciativas, no quedó más que en un tímido y escaso paseo dominical donde los organizadores no lograron llenar un vocho.
En las principales ciudades del país, los manifestantes –esos a los que el nacionalismo invocaba a la sublevación- apenas lograron sumar un puñado. Acaso en la capital del país, las autoridades contabilizaron poco más de 20 mil personas alrededor del Ángel de la Independencia, el mismo que ha sido testigo de la euforia desbordaba de decenas de miles cuando la selección mexicana de futbol logra un pingüe resultado internacional.
En ciudades como Pachuca (100), Puebla (300), Villahermosa (900), Sonora o Aguascalientes (100), no logramos juntarnos ni para armar la reta en una cascarita barriera de futbol. Con una población superior a los 110 millones de habitantes, haber reunido a lo largo del país a poco más de 23 mil personas es algo que debería darnos vergüenza; esta vez, sin siquiera estar enterado del tema, Donald Trump logró una victoria política apabullante.
Lo que ayer quedó demostrado es que el país está fracturado. Los mexicanos no tenemos ni abrazamos causas. No entendemos razones y tampoco luchamos por actos de justicia. Nos hemos vuelto un país de indolentes y desconfiados que sólo se ocupa de su supervivencia individual. Para los casi 35 millones de mexicanos –o de origen mexicano- que viven en Estados Unidos, las marchas de ayer debió ser la confirmación de que estarán solos en esta lucha racial y política; muchos hoy pensarán que hicieron lo correcto al irse de aquí.
¿Cuál era la causa que debimos defender ayer? Ahí les va. La población hispana de origen mexicano en Estados Unidos ya llegó a los 34.6 millones de personas, de acuerdo con un análisis del Pew Research Center, basado en la Encuesta sobre la Comunidad de la Oficina Nacional del Censo.
El informe dice que los mexicanos representan la mayor población de hispana viviendo en los Estados Unidos: casi dos tercios o el 64.1 por ciento a 2013. Desde 1980, dice el Pew, la población de origen mexicano casi se ha cuadruplicado, creciendo de 8 millones 800 mil personas a 34 millones 600 mil con datos hasta el año 2013. Al mismo tiempo, la población nacida en el extranjero, pero de origen mexicano que vive en EU, creció más de 400 por ciento, pasando de 2.2 millones a 11.5 millones en el mismo lapso.
El Pew Research Center analizó que un tercio de los mexicanos en los Estados Unidos son nacidos en el extranjero, en comparación con el 35 por ciento de los hispanos y el 13 por ciento del total de la población de Estados Unidos. Señala que alrededor del 42 por ciento de los inmigrantes de México han vivido en Estados Unidos por más de 20 años y alrededor de una cuarta parte de los inmigrantes mexicanos (26 por ciento) son ciudadanos de ese país.
Por otra parte, los ingresos personales anuales en promedio para los mexicanos de 16 años o más, fue de 20 mil 800 dólares en el año anterior a la encuesta, inferior a la media de ingresos para la población de Estados Unidos (30 mil). Muchos mexicanos que viven precisamente de las remesas, ayer hicieron mutis.
Pero México siempre ha sido un país sin causas. Hace tres décadas, cuando en Veracruz la planta nucleoeléctrica de Laguna Verde estaba en su apogeo, de tiempo en tiempo, grupos ambientalistas organizaban caminatas de protesta que iban de la población de Palma Sola a las instalaciones de la nucleoeléctrica.
Se hacían llamar “marchas nacionales” a las que asistían apenas unas dos mil personas; había discursos que llamaban a la conciencia medioambiental, niños que se encadenaban simbólicamente a la entrada principal y arengas que se repetían sin cesar. Nada pasó. Laguna Verde ha cumplido su ciclo de vida útil y sigue ahí, amenazante como la planta del señor Burns en Springfield.
En su libro El laberinto de la soledad, Octavio Paz escribe que el mexicano percibe la vida como “una posibilidad de chingar o ser chingado” (Paz 215-216). Son, dice el nobel de Literatura, hombres que prefieren ser Ninguno a ser Alguien. Hombres que tienen el calendario más lleno de fiestas a pesar de su pobreza.
Ayer, los mexicanos decidimos aceptar la posibilidad de “ser chingados” por un gobierno norteamericano ignorante y soberbio. Preferimos ser Ninguno antes de construir un movimiento nacional –que no nacionalista- para decirles a nuestros paisanos de allá que el país tiene soberanía y dignidad. Pero no fue así. Tal vez por eso, tenemos el gobierno que merecemos.
Ojalá que mañana, tan dados como somos a las celebraciones, el vibrador ahora sí funcione.
La del estribo…
Prácticamente todos los candidatos a la alcaldía de Xalapa vienen del sector privado. Curioso ver a los políticos tradicionales replegarse y a la izquierda tomar a empresarios como candidatos. Lo dicho, ya no se privilegian las causas sino la urgencia de sobrevivir