En su atinada idea de meterle ganas a la remodelación o reconstrucción o embellecimiento o ampliación peatonal del centro de la ciudad, el Presidente Municipal de Xalapa, Américo Zúñiga, ha cometido pifias -para algunos- y aciertos -para otros- porque en esa zona convergen los intereses, los recuerdos y las necesidades de todos los ciudadanos.
Meterse con el centro de la capital de todos los veracruzanos, es tocar fibras sensibles de la emoción, de la historia y de la economía capitalinas. Por eso los alcaldes que han discurrido por Xalapa le han pensado dos veces a la hora de emprender obras o acciones que modifiquen el escenario en el que transcurre la vida cotidiana y en el que se asienta su corazón político y económico.
Político, porque no obstante que muchas oficinas de la administración estatal y municipal ya están ubicadas en otras zonas de la ciudad y hasta del estado, ahí siguen los dos palacios simbólicos, que son el asiento oficial de las oficinas del Gobernador y del alcalde.
Económico, porque de ahí han salido las grandes fortunas que empezaron en modestos comercios y que lograron crecen hasta llegar a verdaderos emporios locales, estatales, nacionales y hasta internacionales. Obvio, los Chedraui son el paradigma y el orgullo local del éxito en los negocios.
Bien, por esas razones digo que los alcaldes siempre le han pensado cuando alguno de sus colaboradores le propone algún proyecto que tenga que ver con cualquier cambio en el centro.
(Aquí debo aclarar que cuando digo que los alcaldes le han pensado, me refiero a los munícipes que han tenido dos dedos de frente y un IQ aceptable, porque hemos tenidos uno o dos casos que no tienen remedio, y ésos quedan fuera de cualquier análisis o consideración).
Recuerde la citadina lectora, rememore el suburbano lector cómo le fue a Manuel Fernández Ávila cuando se le ocurrió vestir con marmolina las banquetas de la calle Enríquez, que se veían muy bonitas pero hacían imposible que las damas caminaran con zapatos de tacón, que tanto se usan en esa parte de la ciudad, y propiciaban unos charcos enormes que hacían resbaladizo el paso, antes tan seguro en las calles de cemento.
O los adefesios que nos recetó Elízabeth Morales (ay, Elízabeth, cómo nos acordamos de ti), primero con los horrendos murales del viaducto del Parque Juárez, y luego con los jardines verticales y la fallida construcción de un corredor cultural al que se le puso el nombre de Carlos Fuentes, un escritor que quiso mucho a Xalapa y se consideraba oriundo de esta ciudad, pero que hubiera estado totalmente en desacuerdo con el pésimo resultado arquitectónico y urbano de esa iniciativa.
Y ya no se diga de la serpiente-nauyaca que destruyó el concepto original del Parque Juárez.
Américo Zúñiga es entrón como autoridad, y por eso se aventó a hacer un programa de mejoramiento urbano en Lucio, la Plaza Lerdo y el inicio de Revolución.
Y después no tuvo contemplaciones al autorizar la remodelación integral de la calle Zaragoza -que no le gustó a muchos xalapeños, qué le vamos a hacer-; remodelación que después de algunos meses de molestias ahora abona cotidianamente a la mejoría de la vialidad.
Y bueno, la cosa no para ahí, y está anunciando que el remozamiento del centro xalapeño seguirá en calles como Primo Verdad y Carrillo Puerto.
Seguramente cuando termine su obra, Américo Zúñiga pasará a la historia como un alcalde eficiente, ordenado, sensible; tal vez como el mejor alcalde que ha tenido Xalapa (en el siglo XXI, maestro Guillermo).
Y en una de ésas sus paisanos terminarán por entender, aceptar y apreciar el enorme esfuerzo que se ha echado a cuestas en el nuevo centro.
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