El lunes por la tarde-noche, Amadeo Flores Espinosa tomó una de las decisiones más importantes de su vida política: renunció al PRI estatal.

Pero tardó demasiado.

Se debió ir el pasado 6 de junio, es decir, un día después de que el PRI entregó la gubernatura al PAN. Pero inexplicablemente lo aguantaron con  lo que perdió fuerza, liderazgo y terminó por ser una figura decorativa.

Antes de irse, ofreció una entrevista al programa de televisión por internet “Polaca a la Veracruzana” donde dijo que grupos fidelistas encabezados por Erick Lagos, Edgar Díaz y Marlon Ramírez, además del exgobernador de Oaxaca, José Murat,  “empezaron a moverse” con el líder nacional Enrique Ochoa Reza.

“Nosotros no podíamos estar ahí, estamos luchando porque el partido busque gente seria y vienen personas que ya todos conocemos (transas como ellos solos. Este comentario es mío), y los veracruzanos no podemos permitir eso. Por lo menos yo no”, dijo. Y se fue.

Independientemente que en efecto, los hijos de la fidelidad anden moviendo los hilos del tinglado para manejar al PRI en Veracruz, el verdadero problema es con quién sustituir al nativo de Cotaxtla.

Poner un fidelista sería la debacle, tomando en cuenta el historial que tiene cada uno de esos personajes. Pero poner a un bisoño sería fatal.

Parece mentira que en estos tiempos no haya un solo priista veracruzano con la suficiente autoridad moral y política como para sacar a flote al partido y entregar buenas cuentas después de las elecciones municipales. Y es que el que no es fidelista es duartista, el que no es duartista es ratero, el que no es ratero es corrupto y así hasta el infinito.

Bueno, hay dos: José Yunes Zorrilla y Américo Zúñiga Martínez.

Como es casi seguro que Pepe diga “no, gracias” la única opción sería el alcalde de Xalapa que ha hecho un trabajo de primera en su municipio, y es conocido y respetado no sólo por los priistas, sino por la mayoría de los veracruzanos.

Américo es un hombre honesto y honrado; virtudes que verán muy mal los priistas de viejo cuño acostumbrados a la guerra sucia y a vender candidaturas al mejor postor para sacar la mayor tajada del pastel.

Pero lo cierto es que esas virtudes son sus grandes fortalezas.

Los veracruzanos y sobre todo las bases del PRI verían con muy buenos ojos a un líder sin mácula que le estorbe, ni cola que le pisen.

Y algo muy importante; nadie puede señalarlo de tener ligas con la fidelidad o con el duartismo.

En entrevista que ofreció ayer dijo sobre el PRI: “Debemos renovar el partido; que se sacuda el árbol y quien no tenga un interés de construir, quien no tenga un interés de generar una oposición respetuosa, una oposición constructiva, crítica, analítica, una verdadera oposición de propuestas, realmente no tiene nada que hacer en el PRI”.

Enterado de los movimientos que están haciendo los hijos de la fidelidad agregó: “Que el PRI se erija como lo que tiene que ser: un partido incluyente que se abra a la sociedad, que se ciudadanice, que deje fuera los intereses de grupo y los intereses mezquinos de parte de personas y grupos políticos que quieren secuestrar al instituto”.

¿Así o más claro?

Si en Los Pinos quieren que levante el PRI en Veracruz; si desean un partido competitivo y fuerte, con reales posibilidades de ganar en las municipales de este año y en las del 2018 cuando estén en juego la presidencia de la República y la gubernatura, la solución se llama Américo Zúñiga. No hay más.

Xalapa perderá un excelente alcalde, pero el PRI ganará un líder que saque a flote la nave que se hunde.

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