Como abejas al panal han estado saliendo aspirantes a ocupar la silla que apenas dejó un militante prestigiado, distinguido y congruente como lo es Felipe Amadeo Flores Espinosa.
Y pareciera una paradoja que la dirigencia estatal de un partido que hizo agua y se hundió electoralmente apenas hace seis meses, cuando perdió la hegemonía que había tenido en Veracruz durante 86 años, sea tan solicitada, para lo cual hay varias explicaciones posibles.
- La más notoria es que se terminó en el estado para la larga fila de políticos priistas la agencia de colocaciones que significaba el Gobierno, sus 14 secretarías y sus miles de puestos de nivel directivo, con sus jugosos sueldos y sus aún más jugosos presupuestos, cuyo manejo indecoroso permitía hacer enormes fortunas de la noche a la mañana, como pasó en los últimos y pavorosos 12 años. Ante esa anemia ocupacional, las prerrogativas que recibe el partido, aunque magras, significarían una tabla de salvación para los bolsillos inanes que les dejó a muchos priistas la derrota del 5 de junio.
- También se explica esa avidez por la dirigencia estatal en el hecho de que está en marcha el proceso de selección de los 212 candidatos a las presidencias municipales que se dirimirán el próximo domingo 4 de junio, y como el PRI mantiene alguna presencia en base a su estructura electoral que permanece viva, sigue siendo una buena opción para muchos que quieren ser alcaldes y cuentan con recursos para invertirlos en una campaña que podría resultar ganadora.
Y como se volvió costumbre en los últimos años, las tales candidaturas se tasan a precios elevados y al mejor postor, con lo que hacen un enorme negocio quienes controlan las listas desde el partido. En el fidel-duartismo, se creó todo un protocolo para ofrecer y vender candidaturas, y sus principales operadores están listos para regresar a seguir haciendo este negocio con incautos que nunca faltan y que sueltan pequeñas fortunas con tal de sustentar su sueño de ser los poderosos de sus respectivos pueblos o ciudades.
A un lado de estas razones, en el PRI también se mueve gente decente, que piensa que la política es el arte de servir a los semejantes. Son priistas de convicción, y buscan rescatar la triste figura de un partido quijotesco que dejó su lanza oxidada y su adarga rota en la playa de Barcino, junto al mar.
¿Tendrá algún remedio posible el PRI perdido en Veracruz?
Hay quienes así lo piensan, con la mejor de las intenciones, y sacaron la lámpara de Diógenes hasta que lograron dar con un militante que fue repudiado en el sexenio duartista, que nunca cobró un centavo -honesto y menos deshonesto- en el Gobierno de Javier Duarte, y que fue engañado, vilipendiado.
Renato Alarcón Guevara tuvo que salir a una especie de exilio hacia la Ciudad de México, en donde encontró refugio con dos grandes amigos: Roberto Campa Cifrián, que lo acogió de inicio para que pudiera sobrevivir políticamente, y Sebastián Lerdo de Tejada Covarrubias (qepd), quien al nombrarlo como delegado del ISSSTE en Veracruz le propició un regreso con gloria que causó malestares en quien era Gobernador y ahora es un prófugo de la justicia.
Renato suena ahora para el PRI estatal junto con otros políticos que son tiradores, como Marlon Ramírez y el por ahora desaparecido Carlos Aceves. Y suena también junto a don Ricardo Ahued, quien jura y perjura que ya no quiere seguir en la política y prefiere dedicarse a sus negocios.
El PRI necesita capacidad, honorabilidad, madurez, si quiere volver por sus fueros algún día, y si quiere hacer un papel decoroso en la próxima elección municipal, que en este momento pinta desastrosa para el partido.
Renato es garantía.
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