A las huidas del lugar común y de la demagogia emocional, confieso sinceramente ante vosotros, lectores, que los extrañé en estas vacaciones de escribir, que tomé por pura necedad pero que resultaron reconfortantes para la mente, cansada del esfuerzo cotidiano y renovado de tratar de quedar bien con ustedes y de escribir de repente alguna frase bien lograda, una oración en la que haya cabido la prosodia, un párrafo rescatable.

Empezamos pues el año tratando de hacer lo mejor y de ser mejores, porque estoy seguro de que muchos coinciden en estos propósitos. Y más deben coincidir después del catastrófico 2016 que, como dice La Ilíada, “tantos males trajo a los aqueos” (en donde los “males” fueron las estrepitosas corruptelas y las horrísonas mentiras de Javier Duarte et al, y en donde, también, los “aqueos” hemos sido los veracruzanos todos, que fuimos las víctimas de los “saqueos” y encima seguiremos pagando por las culpas de otros, hasta que algún día en el futuro lejano las siguientes generaciones puedan ver -ojalá- que los ladrones devolvieron todo y que fueron finalmente pagadas las deudas en que nos metió la docena trágica del fidel-duartismo).

Ha empezado este 2017 y trae su cauda inevitable de buenas intenciones, como siempre corresponde en las cabañuelas; sanos propósitos que se irán difuminando en la medida en que pasen los días y nos vayamos acostumbrando a los nuevos kilitos que adquirimos en las fiestas y a las permisividades que nos permitimos y que se volvieron costumbre, aunque insanas.

Comienza 2017 y mientras hacemos un ejercicio inusual que pronto dejaremos, o mientras iniciamos una dieta que no hará huesos viejos pero sí mantecas nuevas, o mientras nos dura la voluntad del cambio, seremos un poco más sanos, más frugales, más cuidadosos del templo que es nuestro organismo.

Cierto, 2017 trae mejores augurios que 2016. Es prácticamente imposible que el actual sea peor, después de la catástrofe sin par en la que nos arrinconaron las ambiciones desmedidas de Duarte y sus amigos.

Seguro 2017 será mejor. Pero nos espera el sacrificio, el cinturón apretado, el alejamiento de los pequeños lujos que creemos que los valemos.

Lo que sigue ahora es mucho trabajo, mucho esfuerzo, poca retribución… pero pasos adelante hacia un Veracruz más justo con sus hijos. Quien crea que saldremos de esta pavorosa crisis sin pagar un saldo está perdido; quien piense que el Gobierno debe salvarnos, no tiene remedio.

Nos toca a nosotros encontrar nuevas formas de supervivencia (¡cómo es aplicable esa frase en el terreno de los medios de comunicación!; de esos medios que se habían habituado a vivir del jugoso presupuesto, a hacer un periodismo facilón para un solo cliente, que era buena paga, aunque pagaba por pecar).

Nos toca hacer el esfuerzo, levantar el estado, apoyar al Gobernador a que saque el buey de la barranca, si me permiten el símil.

Ya llevamos dos días de este 2017 y se han acumulado noticias del trabajo que se está haciendo. Todo Veracruz se levanta para salir del hoyo. Poco a poco iremos avanzando, y vamos a triunfar.

Somos más que una crisis, del tamaño que ésta sea.

Mientras tanto, seguimos esperando, es cierto, que pesquen a Duarte y que se termine de acabar la burla para el pueblo veracruzano.

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