Ya los apodan «La Humedad», porque se van metiendo poco a poco y después es imposible sacarlos.
Se refieren a esos alcaldes que empezaron siendo sólo perredistas pero que días más tarde se alinearon con el emisario del gobernador electo, su hijo, el alcalde de Boca del Río, Miguel Ángel Yunes Márquez.
Llegaron primero a Palacio de Gobierno y asumieron una postura intransigente: O les pagaban en ese momento todo lo que les debían, o de ahí no se movían. Ya están cumpliendo dos semanas en las que han dormido en los pasillos del inmueble de la avenida Enríquez.
Montaron su propio esquema de seguridad, con expolicías que fueron expulsados de la corporación luego de que reprobaran su examen de confiabilidad. Son esos personajes los que deciden quién entra y quién no a Palacio de Gobierno desde hace 13 días.
En esas condiciones demandaron la presencia de Flavino Ríos Alvarado para exigirle el cumplimiento de los compromisos financieros con los ayuntamientos. El gobernador interino se negó a acudir, aduciendo que no estaban dadas las condiciones de seguridad para sostener un encuentro en ese sitio. Los invitó, en cambio, a que lo vieran en Casa Veracruz.
Al principio las huestes de Yunes Márquez se negaron y se quejaron de la «falta de respeto» de Ríos Alvarado. Sin embargo, cuando vieron que otro grupo de alcaldes, incluso más numeroso que el de ellos, sí se sentaba a negociar con el gobernador, entonces decidieron aceptar la propuesta.
Sin embargo, la consigna era la misma: No ceder ni un ápice y llevar el encuentro a los límites de la tolerancia.
Flavino Ríos entendió que no había forma de alcanzar acuerdos, pues el grupo encabezado por el alcalde de Boca del Río no iba en busca de soluciones, sino de rupturas.
En el momento en el que el gobernador se retiraba, Yunes Márquez amenazó: «Nosotros no nos movemos de aquí hasta que nos paguen». La humedad ya se había apoderado de dos edificios públicos. Sus grupos de choque tomaron posesión del inmueble y hasta organizaron recorridos para mostrar «la opulencia» en la que viven los gobernadores de Veracruz.
Pero la paciencia de Flavino Ríos ha tenido sus frutos. El gobernador electo y sus hijos se han dado cuenta que poseer esos dos inmuebles (de los que -de todas formas- habrá de tomar posesión Yunes Linares el primero de diciembre) ya nada les reditúa. ¡Vaya! Ni trayendo a su mediático dirigente nacional, Ricardo Anaya, consiguieron llamar la atención de la opinión pública. Ya no dan nota.
Han entendido que la sola posesión de los edificios no los hace gobernadores. Hay una lección de vida que nos enseña que apegarnos tanto a lo material nos convierte en sus esclavos.
Y si el trono no hace al gobernante, entonces lo que hay que buscar es la corona.
En el colmo de los despropósitos, el coordinador de la bancada yunista, Sergio Hernández, convocó a los legisladores a constituirse en Colegio Electoral y nombrar a un gobernador sustituto, en lugar del gobernador interino.
Cuando faltan 20 días para que concluya la actual administración estatal, la desesperación de Yunes Linares ha llegado a su límite.
¡Ya no aguanta más!
¡No soporta que en la capital del país le aclaren que nada pueden acordar con él porque todavía no asume sus funciones como gobernador!
¡Siente que explota cada vez que, en respuesta a sus gestiones, lo remiten con Flavino Ríos, el gobernador en funciones!
Flavino Ríos parece disfrutar ese debate.
Ya respondió, al ser cuestionado por la prensa sobre la pretensión de los panistas de exigirle su renuncia: «¡Se las firmo!».
No hay formas de justificar tan desatinada propuesta. Las tres semanas que restan se perderían tan sólo en la presentación del elegido para concluir este período.
Lo que padece Miguel Ángel Yunes Linares es un simple síndrome de abstinencia. Es necesario que haga acopio de toda su paciencia, que cuente hasta mil y se resigne a esperar hasta el primero de diciembre para gobernar Veracruz.
Aunque sea sólo por dos años.
filivargas@nullgmail.com