Una de las reglas no escritas que pesan más en la política es precisamente que la familia se debe mantener al margen. Si bien es cierto que en ocasiones se construye una incipiente dinastía, con varios destacados personajes en la vida pública, la mayoría de las veces se convierten en actores incómodos, arropados por la impunidad y la prepotencia, que suelen enriquecerse en la oscuridad del poder.
Así, la familia llega a convertirse en el talón de Aquiles de muchas carreras políticas. Tal vez por ello, la vieja clase política ha respetado un principio fundamental: la política y los negocios no se mezclan… y a la familia no se les involucra ni en la política ni en los negocios. Así había sucedido más o menos hasta que llegó la famiglia veracruzana hace doce años.
Que la familia se vea involucrada en escándalos políticos no es novedad. Sucede hasta en las mejores familias. Pero no es lo mismo nacer en la Casa Real Española que en una hamaca de Nopaltepec o una modesta vivienda de Córdoba. Hasta entre las combis hay rutas, decía Sócrates.
Para hablar de las familias de los ex gobernadores, hay que recurrir a la memoria porque poco se sabe; menos aún que esté documentado. Así, por ejemplo, Agustín Acosta Lagunes construyó el mito del hombre avaro. Su familia nunca representó un problema; su hijo adolescente se educó en México, resultando uno de los mejores abogados del país.
De don Fernando Gutiérrez Barrios tampoco se supo mucho. Su esposa doña Divina Gutiérrez, jugó un papel discreto al frente del DIF. Sus hijos, siempre viviendo en la ciudad de México, se ocuparon acaso de los actos protocolarios.
La primera señal de los desvaríos familiares llegó con Dante Delgado. Si bien su esposa y sus hijos pequeños cumplieron las formas más simples, sus hermanos se convirtieron en beneficiarios directos de negocios al amparo del poder. Hubo señalamientos sobre contratos y empresas, que incluso lo llevaron a la cárcel y dejaron un halo de corrupción e impunidad que aún hoy perdura.
Miguel Alemán ya era rico de abolengo. Sobre él no pesaron acusaciones de enriquecimiento ni desvío de recursos, sin embargo, si hubo señalamientos sobre algunos de sus colaboradores más cercanos y uno de quienes se decía su familiar: Sergio Maya Alemán. El crédito solicitado en el ocaso de su administración siempre dejó la impresión de una maniobra de malversación, cuando parte de esos recursos terminaron en la campaña electoral de Fidel Herrera.
Con Herrera Beltrán comenzó el carnaval y el robo en despoblado. La plenitud del pinche poder lo llevó a fraguar una red financiera que le permitió enriquecerse de manera desproporcionada, convidando a su familia –sus hermanos se convirtieron en empresarios y constructores de un gran número de Ayuntamientos; aún hoy lo son-, y a sus colaboradores más cercanos, ese grupo de jóvenes que confundirían la política con la potestad de enriquecerse impunemente. Ni Fidel Herrera debe saber hoy de cuántas empresas es socio, como lo son sus hijos.
Y llegó Javier Duarte. Fue tan grande, tan inimaginable el saqueo, que no fueron suficientes las empresas fantasmas, los paraísos fiscales, las cantidades en efectivo. Se tuvo que recurrir a todo y a todos, hasta a la familia. Así, han empezado a salir los nombres de su esposa y su suegro, de sus hermanos, sus cuñados y concuños; tíos, primos y primas, lo mismo familiares políticos que consanguíneos. Vaya, hasta la mamá.
Por ejemplo, la venta de una propiedad en un club campestre de Arizona hecha al tío de su esposa, Jorge Ramírez, en 10 dólares, sólo es muestra de la compleja red de complicidad que está por revelarse.
Amigos de la infancia y la juventud, y aquéllos que iniciaron la odisea política hace doce años, desde los puestos más modestos, hoy son, junto con sus familias, prósperos empresarios sin empresas. Sólo fachadas para saquear y esconder el dinero público. La orden de aprehensión que pesa en contra de Javier Duarte ha dado validez lo que hasta ahora sólo era una leyenda urbana, incluso para el propio ex gobernador, ¿ignorante y ausente? de lo que pasaba a su alrededor.
Para cualquier mafia que se respete, la familia es sagrada. No se le involucra, se le protege. Pero claro, estamos hablando de mafias, no de delincuentes comunes y corrientes, cegados por la soberbia y la ambición. Hoy estamos a un paso de enterarnos de la historia familiar más escandalosa en la historia política del estado.
La del estribo…
¿Y qué dice la tesis? Algunas sostienen que el fuero no se pierde con la licencia, ya que éste acompaña al funcionario aún cuando no ejerza la función. Otra tesis dice que el fuero es para el cargo y no la persona, por tanto, cuando éste no se ejerce, este privilegio queda sin efecto; en consecuencia, puede ejercerse acción penal si fuera necesario. ¿Javier?¿Miguel Ángel? Tal vez. Ambos están bajo licencia.