Por fin se decidió Enrique Peña Nieto y se quitó de su lado la pesada figura de Luis Videgaray Caso, quien le arrimaba mucho descontento y antipatías a la figura presidencial, de por sí bastante deteriorada.

La primera consecuencia es que el ex poderoso ex Secretario de Hacienda se va a convertir en el chivo expiatorio, en el villano favorito, en el Grinch de la política mexicana. Sobre sus despojos caerán todas las culpas y será señalado como el verdadero responsable de todas las pifias que haya cometido (¿y que cometerá?) el Presidente de la República, y por las que tanto ha tenido que pedir perdón.

Sí, Luis Videgaray fue el que tuvo la brillante idea y convenció a Peña Nieto de que invitara a Donald Trump; sí, fue él quien mantuvo una economía antipopular, sustentada en exprimir los bolsillos de los ciudadanos cautivos; sí, por su insistencia en guardar los dineros públicos hemos padecido una atonía que ha hecho retroceder nuestros indicadores económicos y nuestras expectativas de crecimiento.

Pero también otros miembros del gabinete han hecho lo suyo para desordenar las acciones del Gobierno, y ahora se van con todo contra el caído, con el fin de distraer la atención y que no se noten las pifias que cada uno de ellos ha cometido.

El fallido aspirante a la candidatura del PRI a la Presidencia en 2018 se irá a rumiar sus penas en la soledad de la banca, y tratará de regresar como abanderado priista, pero a Gobernador por el Estado de México.

Si lograra este milagro, se echaría encima una responsabilidad enorme y una tarea imposible, porque la suma acumulada de los negativos del PRI como partido y de Videgaray como persona pública darían pábulo a una candidatura impopular, destinada al fracaso. Más, si tomamos en cuenta la creciente simpatía electoral de que goza y seguirá gozando el partido Morena, hecho por obra y gracia de Andrés Manuel López Obrador.

Dicen que en política no se debe considerar a nadie muerto definitivamente, porque hay muchos lázaros que han logrado resucitar. No obstante, un regreso con gloria de Luis Videgaray Caso se ve imposible en lo inmediato y hasta en lo mediato.

Aunque tuvo todo el poder y la confianza de su jefe el Presidente, Videgaray Caso no pudo mantenerse como un funcionario agradable a la ciudadanía. Sus medidas draconianas y su carácter hosco lo hicieron un personaje no querido en el imaginario colectivo, y hoy se le ha cobrado esa deuda, a él, que tantas deudas nos encauzó a los ciudadanos.

Los elogios ditirámbicos que le enderezó Enrique Peña Nieto al anunciar su remoción fueron la mirada del adiós definitivo para este hombre, que (como su copete) logró mantenerse cuatro años, contra todos los pronósticos. Y que persistió porque las condiciones para que cayera que eran visibles para todos, menos para el Presidente.

Peña Nieto estaba ante el precipicio, en un callejón sin salida, ante una pared tan descomunal como el muro que Trump quiere que paguemos, y hoy ha dado un paso adelante.

Y lo único realmente cierto, es que hoy se esfumó Luis Videgaray como aspirante a la sucesión, para deleite de Osorio Chong, de Meade Kuribreña, de Aurelio Nuño… ¿y de Luis Enrique Miranda Nava, el nuevo titular de Sedesol, también?

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